Thomas Bernhard: Escenarios en Verona

16 de febrero de 2014




Adherido al hielo de mi país,
    me adelanté a la verdad,
protectores, que me mantienen,
    dos veces a través del invierno de la poesía
hacia la inseguridad de la Vía Láctea...


I

    Hacia el Siglo de las Vacas,
Catulo, «gens Valeria…»
    En los valles desecados
sostienes el diálogo de los muertos
    has fundado tu silencio
en nombres tenebrosos:
    Dos sombras de pájaros
    Dos nuncas
    Dos sin fin


II

Los grandes sufrimientos no eran su fuerte,
se remitían al futuro
y te piden explicaciones…
     Dos mil años vividos de menos,
eso te arruinaba… una vez
estaban sin tiempo, estaban
sin fin…
    Él lloró, se retiró al sueño de ella,
esperaba las superfluas formaciones de palabras
    de su belleza
ella no sentía nada
    él penetró en esa Nada.


III

¿Con qué derecho
    en este lugar,
con qué derecho…?


IV

Figuras susurrantes te cubrieron
    de tinieblas,
rompieron cadenas, donde tú estabas,
    te azotaron con azotes de pájaros…
Monumento de tedio en las colinas heladas,
    los días se levantan negros
y tú en tu hambre.


V

Al final de la tumba escuché
    tu voz
en la protesta de la corneja,
    con viles mentiras te até
a las orillas del río…


VI

    ¿Pues quién escribió antes que yo
que nadie vivió antes que tú
    y nadie murió
y nadie estuvo en mí,

    quién escribió antes que yo
que la primavera era invierno
    y el invierno primavera,
    quién escribió antes que yo:
ésos eran nuestros nombres:
    un verde negro,
un rojo mate,

    quién escribió antes que yo
cómo entraba en las frías tumbas
    el viento frío y la muerte fría?


VII

tú en tu sombra,
tú en tu despertar,
tú en tu tiempo,
tú en tu gloria,
tú en tu palabra,
¡tú!


VIII

En las lomas de las colinas del Adigio
    aprendí los días y las noches.


IX

Con mi cuchillo bien afilado
    grabé tu belleza
en la corteza del cielo,

cubrí tus heridas con nieve
    y la sangre se secó con la velocidad del viento…


X

    Durante mucho tiempo no supe
quiénes eran,
    confié en su llamada de auxilio,

les conté el lamento
    de nuestro lamento,
porque mi país me traicionó.


XI

    Arranqué de los grabados nobles rostros
de antiquísimas estirpes.


XII

    Sobrevivir
a las órdenes de la noche,
    tú te refugias en los libros,
a me retiene la tierra
    con sus pensamientos.






En Ave Virgilio, III (Duelo)
Versión castellana y prólogo de Miguel Sáenz
Madrid, 1988
Foto: Sepp Dreissinger



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