Patricia Damiano - Playa Köchel

18 de abril de 2007










memoria de la desmesura


perdí el texto que ya no puedo, el ajedrez fue cifrar la cacería
el texto de noche
de noche chacal tus voces otras traiciones
tu cacería
cruz arena
las ojivas en la cadena de oro
tobillo blanco
el tacto último y la verde
oralidad
de la pregunta
que estás esperando que siempre nos damos nos dimos somos ahí
cuando caemos míseros sublimes en uno

y así fueron los años, así
como siempre fueron los ríos
el río, el ruedo
el velado sueño la seda negra
la tarde que dice
la permanente desmesura

nuestra puerta,
tu puerta cerrada
puerta alta en la torre que somos
que soy
cuando vos, torre contra caballo,
legislás un signo, el designio que dice y no
que ya has vivido
quién sabe
y no sabe
que no te muero y la gracia
si el aire de esta mañana
cuando los pájaros





nudelunio


somos la tierra nave incienso donde no se llora
el amor nunca ha sido el universo, sabes, amigo

el pájaro lleva la muerte en sus alas
y la música es
el alborozo
la montaña el río el saxo el arroyo de Bach
este vacío de réquiem de útero
un fragmento que equilibra todo el cielo
la guitarra tu peldaño la mano que asimos para morir

el bosque
mi cuerpo
alberga el eco del plenilunio y el estupor
de haberte visto
una vez
exánime
como un saxo triste, en abandono




Jano


La llave está
y está el peso de la sombra.
Los ojos son ese centro de la hondura,
la bruma de dos muertas.

En la torre nos habito.

La llave estaba, precediéndonos
como un arca de una sola puerta.

Dónde
hoy
la llave, esa llave,
la mira de las que he sido.




Lectura de marzo



Un ave de presa cruza los cuerpos en tránsito
y anida sobre la piedra
Nos bebe del ensueño
ungido
si te he buscado uno
en la música griega y en el sol mediterráneo
en el naufragio del Mar Rojo
y en la hiedra que ninguna especie habita

Una luna de mercurio
se ha alzado entre serpientes
para que no olvide que has pasado por aquí




Celebración de la violencia


allí en los rostros de la tarde
el brazo firme
hiere el muro
y la penúltima puerta
no he querido
nada
más
que ese juego irreversible
del agua





Fallo perfecto


Como si fuera a morir en septiembre
mis teorías muero hoy
y vivo, sanguijuela roja.
Pulcro mosaico donde soy el fallo perfecto.
¿Vamos,
vampiro,
por las trampas?
Por los misterios
individuales: alfiles sin deriva que éramos.
Los misterios
—en uno—
que desesperamos sean.
Maltratarnos, océano primario.
Malnadar azules, amigo, si el instante.
Son, somos,
en tu risa con tu risa, cadalso.




K.320


un continuo, sea, y el borde

los pedazos de la altura
dicen
el viento
en tu galaxia

la luz entera




Dinamarca


hoy quisieras olvidar
que siempre
la gran plegaria
es tu sed
insecto que combate
si desnudo
el eco
destruye la otra voz
la que sigue tu noche
la voz
de la especie
la voz que no sirve ya,
el veneno
en el oído
llámame fantasma, dubitación o padre
la torre
en Dinamarca




Dinamarca, II


que me iba supo Quaronte
dijo que no era muro la fortaleza
ven a cenar a mi aljibe, dijo,
cuando la torre nos desmienta

beberemos lo que somos
la ventana en la copa alta, la cadena en el tobillo
júzgame cuando llegue, sed

que me iría, supiste
no te irás hoy, te irás mañana, dijo,

cabello en armas, luz en las rodillas, abolengo
no soy trigo, soy él
morir, dormir, anunciarte
acaso, en otra torre
en Dinamarca agua que no redime
sobreviviremos para que me duelas
hasta el río de Urbach

morir
y morir
la resistencia somos, en el borde
del veneno




Nube que éramos

No es ruindad el relámpago
ni tus monstruos
ni el breve paso en la llanura, soltá a los pájaros, dijo
cuando la nube se disolvía en deidades dobles.
La tragedia es lamentar la almohada rota,
cada cual su almohada
si se ha tejido el canon, la sonata, el mezquino beso, la total calumnia, la ley,
el beso todo, los suicidios,
ella
con el olor a laurel en su costilla.

Y que nos incendie
esta torpeza de limonero y escarcha, una piedra en el silencio tu voz
este engarce maquinario
a fuego y fuego,
la mirada vulgar que nos dicta la armonía del laberinto.




Buenos Aires - Marruecos - Venecia - Buenos Aires

amanece
no logro dormir y no pulsaré un teléfono infiel
los pájaros dicen lo que no quiero escuchar
enciendo el aire para que respires
pero dónde el tesoro que Mardrus tradujo como la noche 845 de las 1001
corro la cortina y el cielo es nuestra melancolía a su hora

no quiero ser vulgar sola
conducime en camello hasta El Cairo. Inspiremos el humo venenoso

desayunemos luego en Venecia y te mostraré el cuadro que originó Bomarzo, 
y me mostrarás el resto

si me silenciás ahora, un chal de seda negra dará cuenta de tu voz

horca
Pat
con todo el horror como testigo




Tierra vos


Enorme
gerundiamente, como instruyen los dioses,
la tierra metal, la vida aciencia, la visión aguda como un eco

El filo te retiene, no hay duelo que haga feroz la armonía
ni un círculo en el borde, en la alta copa, en la ventana alta, que te separe
del crepúsculo
del otro lado
del vencedor
del animal sereno

Supe despedir a esa nube
cuando decías
que el hacha se vuelve volcán
en el corredor
donde
quisimos morir




El nombre verde. Hunny Paterson*


Pared de aire
por debajo de la tierra sub-levada
en el lugar de los árboles
Hunny Paterson se demora. Las piedras. Aquel sueño. La crueldad del aire.

Oculta en las piedras, todo es posible.

Hunny Paterson no habita la muerte.
Va en demasía.
Al galope sus mundos
y no duerme.

Del sol y los buitres desespera.
Cree merecer su libro más oscuro
el nombre verde de una ventana abierta
la cuerda que olvida la guitarra
ese vino que ya no sabe

a la torre, a la piedra, a Segismundo.


* Cfr.: Juan Gelman, Poemas de Sidney West



El hacha


Llevame
en la respiración
de los soles
primitivos

burbuja azabache el soplo
tramado por los vértices de tu cuerpo

—piel, sé hacha,
expiemos
la suite para violín desnudo, aquélla—

Ante vos
siempre fracaso

Soy un todo de inútiles contundencias





Pentesilea


Se ha hurtado el casco negro y el cabello se disuelve
y la atavía.
No hay tablero más exacto.
No hay otro laurel.

Algo dicta al arte tu partícula más inútil.

En la pequeña hora,
la espada lejos del amoroso vuelo,

Héctor ha de morir
tres veces
en torno a Ilión.



Pentesilea, II


Supe que era un Priámida

Volvió de la muralla, de las tres vueltas que Aquiles impuso
y yo, pequeña en esa llanura, nombré la deriva, una forma de volver
y Héctor, hijo de Príamo, ya no dudó del metal
del fiel caballo, de mi torre
del casco que sería mío
La pira era yo, tan semejante

Todos sacrificamos las mañanas
para reír en la estepa.





Hoy y mañana, II


supiste sabíamos de la noche agua cripta
en arco respiramos
serpiente cóncava el paso abierto
murmullo
así

tocame si atestiguo tu sueño las visiones
golpe
de
luz
la risa

la bóveda le habla a la forma
el cautiverio
trazaste
el desahogo de la rueda, su molicie
urgente





Getsemaní


La tensión del pie acuña la sandalia
su exquisita vanidad

una y otra vez
alienta el naufragio
en nuestras noches de Getsemaní





Horca


apocalipsis
inminente
sobre
la tarde
vos en buenos aires y yo
prohibida fuga

la mirada despiadada que me negaste
y esta lluvia
respiran nuestro tósigo





Las marionetas


La condenación del límite mutila a aquel que has sido.
Como Fausto ardes
y yo grito desde el infierno
que escribimos sobre las piedras.
Hoy la calle inmóvil bajo el agua
es la claudicación del cuerpo, un mudo albergue.
Las luces aullaron octubre y son octubre;
piernas taladas todavía son
para los rituales que esperan.
A destiempo, la danza enmudece.
Mi cuerda es la voz de cuchillos remotos.
Mi nombre es el pacto entre los dientes
y la liturgia.
Al oeste yaces;
yazgo al sur de las ciudades
cuando el telón desciende entre nosotros y los aplausos.





Señor de la batalla


en tu laberinto
quise quedarme
pero la altivez se traza con sangre

anduvimos por esquinas suburbias y hoy despierto a la carcoma
la lámpara desvía la plegaria
de una orden
de la pesadumbre

la camisa esculpe un vientre y sé que está vacío

duélenme los trinos que al alba convocan,
duéleme ese nombre que no es de pájaro ni de fauno

ahora el desierto:
llevaré otro trino, no el de hoy, sabiendo esta mañana,
espejo contiguo —eras espejo—
que ya no queda cosecha para morir con mérito





El punto débil


el corredor anuncia
lo que jamás ha de ser
a tierra en cielo, a voz en agua, lo que nunca
ha de fingir
exaltación de la vigilia

cruje ese libro extremo que la lluvia nos roba si hemos volteado
y la noche negra cabalga

y una forma que dijimos no importa
perturba
el pan

y la violencia que dijimos no importa
asciende
el hierro

y el cerro que dijimos no importa
es mujer periplo
cascada
o vos, hombre

y las sirenas ya gritan
y la cabeza tiniebla el interior del templo
y todo silbo vegetal insinúa
un después

y toda barca estalla diluvio
y dijimos no importa
toda
barca
nos lleva
adonde
no
no




entraña


nada es ahora, sólo ésa
tu resistencia

a que yo quiera ese miedo dulce cuando la entraña
se pudra

como si raíces
y espejos que te desconocen

significaran





La partida


Mi canto noctámbulo es mi espada
dijiste
en otras arenas
alfil en camino oblicuo, el desdén
caballo, si de madera o qué importa,
la torre
siempre de babel y no, cuando callamos


Yo de la vida traigo
un sabor amargo de cicuta,
dijiste
en otras arenas

Protégenos del sueño
que de esa materia estamos hechos
y de la ceniza
Adán, nombrando al universo
Raquel, en su lecho elegido
Caín, la víctima

Nosotros, tan nuevos y tan antiguos




Isla de noche


Llora sobre el cuerpo de un animal dormido
y nadie espera en el jardín

Las arboledas hacen silencio a su paso
y los ciruelos envejecen
incapaz la noche de abrir el azahar ya partido

No llora la palabra
no llora el llanto no llora los dedos quietos no llora la piel de la tierra
no reconoce la risa ni la piedad de aquella noche

Nadie mira esta niebla que desanda los huesos, esta palabra
que tuerce la caída
el perenne calor del hierro y la furia
la estampida de los caballos
la cascada de los dioses en Islandia



from What remains
+






3 comentarios:
Anónimo 19 de abril de 2007, 9:33 a.m.  

Revisa esta entrada, está tan pequeña la letra que hay que hacer malabarismos para leerla.

C.A. Makkkafu.

El Perro Vagabundo 31 de agosto de 2008, 7:05 p.m.  

Gracias de nuevo a Patricia... he escuchado hasta a Dylan Thomas en una de sus disertaciones despues de una resaca...me recuerda a la carta de Gales a una señora que le pregunta a Juan Manuel roca que como es nuestro pais... pero a dylan thomas lo conocí por Juan Manuel... creo que bebian versos imaginarios en alguna taberna de Escocia... me he maravillado con esos textos frutos del rigor.. del desencanto... de una tristeza casi suicida que me recuerda a la Cludel, la Piaf... a la Pizarnik... a la Damiano... ingrata y silenciosa como ese marmol que la seduce y la enamora... y le regala imágenes a su camara... quisiera sentarme a su lado a contemplar el mar... y suspirar... y acariciarle con besos sus cabellos... y volverla a peinar y despeinarla de nuevo... hasta que regrese a la realidad para empuñar la pluma con mas plasticidad y menos metrica... para que broten de su corazón las palabras sin miedo...porque es demasiado lo que nos puede contar una mujer como Patricia.

Héctor "El Perro Vagabundo" Cediel

Patricia Damiano 8 de enero de 2024, 2:33 p.m.  

Hola, Perro Vagabundo. Estoy en 2024 y recién leo tu comentario de 2008.
Sin palabras más que ésta: exagerado. Sos un exagerado en tu elogio.
Muchas gracias por tu lectura.
Y se impone un abrazo. Pues que así sea, en vuelo

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