Carlos García: La obra visible de Pierre Menard
5 de febrero de 2021
Blog personal Symptomas
Todo cabe en esta pequeña hoz
Como si anudarse al rito despertara a los océanos.
1.
A partir de la soledad, él empieza de nuevo
como si fuera la última vez
que respirase,
y por lo tanto es ahora
cuando respira por primera vez
más allá del control
de lo singular.
Él está vivo, y por lo tanto no es
sino no lo que se ahoga en el insondable hueco
de su ojo,
y lo que ve
es todo lo que él no es: una ciudad
de lo indescifrable,
y por lo tanto, un lenguaje de piedras,
pues sabe que en el total de la vida
una piedra
dará cabida a otra piedra
para hacer un muro
y que todas esas piedras
formarán la monstruosa suma
de pormenores.
2.
Es un muro. Y el muro es muerte.
Ilegible
garabato del descontento, en la imagen,
y en la imagen posterior, de la vida;
y los muchos están aquí
aunque nunca hayan nacido,
y también aquellos que hablarían
para darse a luz a sí mismos.
Él aprenderá el habla de este lugar.
Y aprenderá a morderse la lengua.
Pues ésta es su nostalgia: un hombre.
3.
Oír el silencio
que sigue a la palabra de uno mismo. Murmullo
de la mínima piedra
tallada a imagen
de la tierra, y que los que hablen
no sean
sino la voz que los habla
al aire.
Y él contará
de cada cosa que vea en este espacio,
y se lo contará al muro mismo
que crece ante él:
y para esto también habrá una voz,
aunque no será la suya.
A pesar de que él hable.
Y porque sea él el que hable.
4.
Están los muchos, y están aquí:
y por cada piedra que él cuenta entre ellos
se excluye a sí mismo,
como si también él empezara a respirar
por primera vez
en el espacio que lo separa
de sí mismo.
Pues el muro es una palabra. Y no hay palabra
que él no cuente
como una piedra en el muro.
Por lo tanto, él empieza de nuevo,
y a cada instante que empieza a respirar
siente que nunca hubo otro
tiempo, como si en el tiempo que ha vivido
se encontrara a sí mismo
en cada cosa que él no es.
Lo que respira, por lo tanto,
es tiempo, y él sabe ahora
que si vive
es sólo en lo que vive
y seguirá viviendo
sin él.
Que bien sé yo la fonte que mana y corre
aunque es de noche.
Aquella eterna fonte está ascondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beban della,
aunque es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.
Su claridad nunca es escurecida,
y sé que toda luz della es venida,
aunque es de noche.
Sé ser tan caudalosas sus corrientes,
que infiernos, cielos riegan, y las gentes,
aunque es de noche.
El corriente que nace desta fuente
bien sé que es tan capaz y tan potente,
aunque es de noche.
El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.
Aquesta eterna fuente está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas
porque desta agua se harten aunque a oscuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.
*También titulado «Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe»
Léase sobre el texto en Cervantes Virtual
Mi paciente tiene una idiosincrasia extravagante,
un organismo con memoria, una sensibilidad,
una presciencia infatigables.
Preparada desde la más tierna infancia para el contagio
absorbe gérmenes y contaminaciones
a velocidades incontrolables.
Mejor sería no hablarle de incestos.
Un rencor ancestral duerme, más bien, vela, en sus entrañas.
Séquitos de materias inalienables
cuyos orígenes oscuros se desconocen
hacen abortar sus mejores planes.
No puede abrir un cajón
para buscar un lápiz violeta.
¿Por qué violeta?
Dice que las palomas tienen algunas plumas de ese color sobre el pecho.
Si interrogo extrañado: —¿Violetas? —protesta.
—No. No son violetas.
Si insisto en preguntarle: —Entonces ¿por qué dice que son violetas?
Responde: —Son como si fueran violetas.
No puede tapar el pomo de la pasta de dientes,
ni recordar la fecha del cumpleaños
de una persona que ofende el olvido.
Cualquier pluma la mortifica severamente
salvo las del pavo real que colecciona
y guarda en una enorme caja de bombones.
El incumplimiento variado
de sucesivos suicidios
(saltos en el abismo, venenos, tajos en las venas, tiros en el abdomen)
modifican el esquema
interior de su esqueleto.
Quien no la oyó reír no conoce la emoción
de su fragilidad capilar.
Una aguja viajó por su cuerpo
durante muchas horas.
Antes de llegar al pecho se detuvo:
con un brillo helado
cambió de rumbo
y se clavó sobre la rosa artificial
que sostenía en ese momento
la mano delicada de mi paciente
creyendo que formaba parte de la mano.
Amó hasta el delirio una voz,
una mirada detrás de un vidrio, sin otros aditamentos,
una frase que una persona jamás llegó a decir
pero que tal vez habría pensado sin expresarla
con un leve suspiro pensando en otras cosas.
Santas
En nuestra familia hubo dos santas,
mi tía y mi abuela.
Aunque sus vidas fueron diferentes.
La vida de mi abuela fue tranquila, incluso en el final.
Como alguien que va sobre aguas calmas;
por alguna razón
el mar no podía lastimarla.
Cuando mi tía tomó ese mismo camino,
las olas rompieron sobre ella, la atacaron,
así es como el destino reacciona
ante una verdadera naturaleza espiritual.
Mi abuela era cautelosa, conservadora:
así escapaba del sufrimiento.
Mi tía no escapaba de nada;
cada vez que el mar se retira, se lleva a alguien amado.
Con todo, ella no sentirá
que el mar es maligno. Para ella, es lo que es:
donde toca la tierra, debe convertirse en violencia.
Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido en el límite infranqueable
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.
*
He tratado de reunir pacientemente
algunas palabras. De abrazar en el aire
aquello que escapa de mí
a morir entre los dientes del caos.
Por eso no pidan palabras seguras
no pidan tibias y envolventes vainas llevando
en la noche la promesa de una tierra sin páramos.
Hemos vivido entre las cosas que el frío enmudece.
Conocemos esa mudez. Y para quien
se acerque a estos lugares hay un chasquido
de látigo en la noche
y un lomo de caballo que resiste.
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