W. H. Auden: «En memoria de W. B. Yeats» (bilingüe)
15 de marzo de 2016
I
Desapareció en medio del invierno:
los arroyos estaban congelados, los aeropuertos casi desiertos
y la nieve deformaba las estatuas;
el mercurio se hundía en la boca del día moribundo.
Los instrumentos con que contamos coinciden
en que el día de su muerte fue un día frío y oscuro.
Lejos de su enfermedad,
los lobos seguían corriendo en los bosques siempre verdes,
el río pueblerino no se dejaba tentar por los muelles en boga;
voces enlutadas
ocultaban la muerte del poeta a sus poemas.
Para él, sin embargo, su última tarde fue como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
las provincias de su cuerpo se rebelaron,
las plazas de su mente estaban vacías,
el silencio invadió los suburbios,
se cortó la corriente de su visión; se volvió sus admiradores.
Ahora está diseminado en cien ciudades,
enteramente abandonado a afectos desconocidos,
a hallar su dicha en otra clase de bosque
y ser castigado con un código ajeno de conciencia.
Las palabras de los muertos
se alteran en las entrañas de los vivos.
Pero en el ruido y la importancia de mañana
cuando los corredores estén rugiendo como animales en el piso de la Bolsa,
y los pobres tengan los sufrimientos a los que están harto habituados,
y cada uno en la celda de sí mismo esté casi convencido de su libertad,
algunos miles recordarán este día
como uno recuerda un día en que hizo algo
ligeramente inusual.
Los instrumentos con que contamos coinciden
en que el día de su muerte fue un día frío y oscuro.
II
Eras tonto como nosotros; tu don lo superó todo:
la grey de mujeres ricas, la decadencia del cuerpo,
a ti mismo. La Irlanda insensata te lastimó y te empujó a la poesía.
Hoy Irlanda conserva su clima y su locura todavía —
la poesía no hace ocurrir nada: sobrevive
en el valle de su creación donde los ejecutivos
jamás querrían meterse, sigue fluyendo al sur
desde prados de aislamiento y pesares ajetreados,
ciudades inacabadas en las que creemos y morimos; sobrevive,
una forma de ocurrir, una salida.
III
Acoge, tierra, a un huésped honorable:
William Yeats recibe sepultura.
Que el ánfora irlandesa
descanse vaciada de su poesía.
En la pesadilla de las tinieblas
ladran todos los perros de Europa,
y las naciones vivas aguardan,
secuestradas en su odio cada una.
La deshonra intelectual
mira desde cada rostro humano,
y en cada mirada están bloqueados y congelados
los mares de la piedad.
Sigue, poeta, sigue derecho
hacia el fondo de la noche,
convéncenos aún de celebrar,
con tu voz que no obliga;
con el cultivo de un verso
haz de la maldición una viña,
canta sobre el fracaso del hombre
en un rapto de angustia;
deja fluir la fuente que cura
en los desiertos del corazón,
en la prisión de sus días
enseña al hombre libre la manera de alabar.
In Memory of W. B. Yeats
I
He disappeared in the dead of winter:
The brooks were frozen, the airports almost deserted,
And snow disfigured the public statues;
The mercury sank in the mouth of the dying day.
What instruments we have agree
The day of his death was a dark cold day.
Far from his illness
The wolves ran on through the evergreen forests,
The peasant river was untempted by the fashionable quays;
By mourning tongues
The death of the poet was kept from his poems.
But for him it was his last afternoon as himself,
An afternoon of nurses and rumours;
The provinces of his body revolted,
The squares of his mind were empty,
Silence invaded the suburbs,
The current of his feeling failed; he became his admirers.
Now he is scattered among a hundred cities
And wholly given over to unfamiliar affections,
To find his happiness in another kind of wood
And be punished under a foreign code of conscience.
The words of a dead man
Are modified in the guts of the living.
But in the importance and noise of to-morrow
When the brokers are roaring like beasts on the floor of the Bourse,
And the poor have the sufferings to which they are fairly accustomed,
And each in the cell of himself is almost convinced of his freedom,
A few thousand will think of this day
As one thinks of a day when one did something slightly unusual.
What instruments we have agree
The day of his death was a dark cold day.
II
You were silly like us; your gift survived it all:
The parish of rich women, physical decay,
Yourself. Mad Ireland hurt you into poetry.
Now Ireland has her madness and her weather still,
For poetry makes nothing happen: it survives
In the valley of its making where executives
Would never want to tamper, flows on south
From ranches of isolation and the busy griefs,
Raw towns that we believe and die in; it survives,
A way of happening, a mouth.
III
Earth, receive an honoured guest:
William Yeats is laid to rest.
Let the Irish vessel lie
Emptied of its poetry.
In the nightmare of the dark
All the dogs of Europe bark,
And the living nations wait,
Each sequestered in its hate;
Intellectual disgrace
Stares from every human face,
And the seas of pity lie
Locked and frozen in each eye.
Follow, poet, follow right
To the bottom of the night,
With your unconstraining voice
Still persuade us to rejoice;
With the farming of a verse
Make a vineyard of the curse,
Sing of human unsuccess
In a rapture of distress;
In the deserts of the heart
Let the healing fountain start,
In the prison of his days
Teach the free man how to praise.
From Another Time by W. H. Auden
Published by Random House. Copyright
© 1940 W. H. Auden, renewed by the Estate of W. H. Auden
Traducción Gerardo Gambolini [+] [+]
Foto: Wystan Hugh (‘W.H.’) Auden, 1930, by Cecil Beaton
From NPG
Muchas gracias por la traducción.