Voltaire: La mula del papa / Por el caballero de Saint-Gile [1]
7 de marzo de 2016
Por el caballero de Saint-Gile
A Jesús el demonio cierto día,
secundum evangelium de Mateo,
cual si fuera un fideo,
a una montaña lo llevó volando[2],
y desde allí mostrando
le fue muy por extenso
la tierra, que era entonces un llano inmenso.
«¿Ves, le dijo con risa maliciosa,
todos esos imperios y naciones
y esas vastas regiones
en que el romano estado predomina?
— Aunque aquesta colina
mucho más alta fuera,
nada, dijo Jesús, como ahora viera.
»— Ésa, amigo, es tu falta, exclamó el diablo;
pero hablemos de un asunto interesante.
Un tratado importante
contigo quiero hacer, si a ello te avienes.
— Convengo, si no vienes
con malicia a engañarme,
y puedo honradamente en ti fiarme.
»— He aquí lo que propongo; ve si aceptas.
Yo sólo de ese mundo el dueño soy,
y desde Adán hasta hoy
nadie su posesión me ha disputado[3]:
si a mis pies humillado
me das acatamiento,
te cedo su dominio en el momento».
Cavilando Jesús estuvo un rato
y al fin dijo a Satán: «Con tu licencia,
por más que en apariencia
el trato para mí sea lisonjero,
aceptarlo no quiero;
que aprendí desde chico
que digiere muy mal el que es muy rico».
Poco tiempo después Satán fue a Roma.
Era la edad dichosa en que reunidos
millares de elegidos
se encontraban en ella, y en que el papa
pasaba el frío sin capa,
no sabía andar en coche,
era obispo no más, y buena noche.
Al desván Lucifer fue en derechura
do el santísimo padre residía,
y con franca alegría
le dijo: «De la tierra voy, hermano,
a hacerte soberano».
El papa a estas razones
besó, hincado, a Satán los espolones.
Con respetable aspecto y compostura,
enseguida el demonio a su cliente
le encasquetó en la frente
una triple corona, y así dijo:
«¡Luzbel te la da, hijo!
Si le sirves con celo
de la tierra te hará dueño y del cielo».
Éste el divino origen es, papistas,
que vuestros bienes todos han tenido;
y en recuerdo debido
de haber el papa el espolón besado
a Satanás malvado,
indulgencia ganaba
quien la mula papal con fe besaba.
La historia del papazgo así lo dice,
escrita por malditos hugonotes;
mas estos herejotes
apestan a quemado, y no es prudente
creer a aquesta gente;
por mi parte estoy lejos
de escuchar sus verdades y consejos.
Pero en tanto, si algún hombre de gusto
a Roma por capricho visitare,
y estos versos llevare,
le aconsejo los guarde con cuidado,
pues que si no, tostado
será, porque atrevido
tan eternas verdades ha leído.
Notas
[1] Cuento de la primera juventud, publicado en 1738 —y en su forma definitiva en 1769—, por el que Voltaire parece sentir predilección: «Es una sátira que he encontrado entre mis papeles», escribe cuando lo envía a Mme. de Neuville. La ridiculización del papado, compartido con protestantes y jansenistas, la hace el poeta utilizando una especie de parodia de sermón popular que se convierte en sátira siguiendo los pasos de la Reforma protestante, que asimilaba al papa con el Antecristo.
El texto latino dice: Iterum assumpsit eum diabolus in montem excelsum valde (Mateo, 8, 10).
El traductor M. Domínguez no incluyó la traducción de la «autoría» que sigue al título en este poema de 50 versos originales. Además, deberá tenerse en cuenta que el término «mula» señala el calzado que usaban los papas; está calcado del múleo que empleaban los patricios romanos; era de color púrpura, puntiagudo y con la punta vuelta hacia el empeine, mientras el talón subía hasta la mitad de la pierna.
[2] «El jesuita Bouhours se sirvió de esta expresión: “Jesucristo fue llevado por el diablo a la montaña”; es lo que dio lugar a este villancico, que acaba así: “Porque ¿se sabría sin él, don, don / que el diablo se llevó, la la / a Jesús nuestro buen señor?”» (añadido de Voltaire en nota en 1769).
[3] Voltaire trae aquí a colación, para manipularlos, pasajes del Génesis, 6, 5 y 22 y de Mateo, 19, 23-24.
En Cuentos completos en verso y en prosa
Título original: Romans et contes
Voltaire, 2015
Edición y traducción: Mauro Armiño
Imagen:
Detail Voltaire Wearing a Peruke by Jean-Antoine Houdon
Créditos: © Burstein Collection/Corbis
Fotógrafo: Barney Burstein