Elías Canetti: Hay una tensión legítima en el poeta

17 de enero de 2012




Hay una tensión legítima en el poeta: la proximidad del presente y la fuerza con la que  él lo aparta de sí; la nostalgia del presente y la fuerza con la que vuelve a tirar de él para  sí. De ahí que jamás pueda estar lo bastante cerca de él. De ahí que jamás pueda  apartarlo lo bastante de sí. Todo hombre necesita una esfera legítima de opresión en la  que le sea permitido despreciar y poner su orgullo por las nubes. La elección de esta  esfera, que muchas veces tiene lugar muy pronto, es, probablemente, el acontecimiento  más importante de una vida. Aquí es donde un educador puede realmente hacer algo;  tiene que estar mucho tiempo a la expectativa, sintonizar cautelosamente con que estar mucho tiempo a la expectativa, sintonizar cautelosamente con los sentimientos  del educando y, una vez ha encontrado lo que buscaba, trazar con energía los límites de  esta esfera. Lo importante son estos límites; deben ser firmes y resistir cualquier ataque;  tienen que proteger al resto del hombre de los apetitos depredadores de la arrogancia.

No basta con que uno se diga: soy un gran pintor. Tiene que sentir que en las otras cosas  es muy poco, mucho menos que la mayoría de los otros. La esfera del orgullo, por su   parte, debe ser espaciosa y estar aireada. Sus súbditos, donde mejor viven es fuera, a  gran distancia unos de otros. Sólo en contadas y muy especiales ocasiones se les hará   sentir que son súbditos. En realidad, lo único importante aquí es que uno lleve la bola de  cristal consigo y que proteja el aire enrarecido de esta bola. En ella se respira de un  modo más puro y con más paz, y uno está completamente solo. Únicamente los  malhechores y los locos quieren que la esfera crezca hasta convertirse en una cárcel para  todo el mundo. El hombre que tiene experiencia mantiene esta esfera de modo que  pueda cogerla con la mano; y cuando, a modo de juego, la hace crecer, no olvida jamás  que, antes que él se dedique a cosas más banales, esta esfera tiene que volver a  encogerse hasta caber en la mano.


La provincia del hombre
Versión castellana de Eustaquio Barjau
Madrid, Taurus Ediciones, 1982



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