Alberto Muñoz - De los ajustes
8 de junio de 2011
El verdugo quita su capucha y con ella va su rostro, intacto.
Una lámina carnal es su cabeza. Una tela blanca. Sobre esa película propicia aparecen los otros rostros, los ejecutados. De quince a diecisiete segundos tarda cada impresión para borrarse y retornar en otra.
Estos ajustes son convenio de su sangre y su moral.
El verdugo se llega hasta una zanja, introduce su cabeza en el limo y una suerte de líquido devuelve otra vez su semblante verdadero, que debe con rigor ser cubierto con una capucha.
Obedece a una ley líquida. es eterno y fecunda con un gas.
De Tratado de verdugos
(Ediciones Filofalsía)
Vía El orate y la musa