Irene Gruss - Dos poemas de Solo de contralto
31 de diciembre de 2010
El sacrificio
Cordero degollado,
mirás al cielo sin pedir
clemencia.
El sacrificio se postergó
hasta el mediodía. Eras joven
y debías fornicar, rumiar
la hierba. Tu cabeza, ahora,
yace erguida
como la contradicción.
Tu garganta sangra y es lógico.
Todavía aullás como un lobo
desde esa posición en que te han puesto
para el sacrificio.
Todavía hay violencia y dulzura
en la contorsión de las patas
y en el cuerpo que cuelga
iluso,
pesado.
Prometeo
Por darnos el fuego,
el buitre te mordió los ojos:
lo hizo más como dádiva
que como un daño. Observa, si puedes,
desde la órbita vacía
qué hemos hecho con el fuego de los dioses.
Mira cómo reprodujimos
sutil y misteriosa consistencia,
las formas variables del fuego.
Mira la guerra: sustancias químicas
penetran los trajes de soldados
mercenarios, víctimas apasionadas.
Mira el calor del hogar: pérdida
de gas, llama viva en el momento
más inoportuno. Pareciera
que los hombres ya
no lo precisáramos.
Hemos ardido tanto y
nunca nos bastó
la leña.
Ahora que estás ciego y helado
en la cumbre de la montaña,
castigados y desaparecidos tu
obstinación, tu tributo,
pregúntale al coro
a quién nos toca entregar
la antorcha,
agradece la piedad del buitre, y
cuida tus llagas
amorosamente.
De Solo de contralto (Galerna), recopilado en
La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008
Cortesía de Irene Gruss: Casta diva