Julio Páez - El monstruo
22 de enero de 2008
La noche es mi manto y mi amiga, la única que perdona mis formas contrahechas. Me ampara cuando me asomo a la vida de ellos e intento compartir alguna de sus alegrías; pero si bien me es propicia sé que despierta sus miedos más ancestrales, caro he pagado mis intentos de acercarme a ellos en la sombra.
Durante el día acecho aguardando la oportunidad de mostrarme y romper el hechizo. A veces veo pasar guerreros que buscan fama a mi costa; podría destrozarlos de proponérmelo, pero eso alejaría la solución a mi problema. Debo encontrar a alguien que me escuche, no que reciba la muerte de mis manos.
Ayer vi a una niña y pensé que tal vez ella fuera la elegida; ella sabría comprender. Huyó aterrorizada. Maldita criatura temerosa, mi imagen la perseguirá en sueños.
Un nuevo fracaso revive mi escepticismo y acrecienta mis dudas sobre la fórmula que romperá el hechizo. Al fin y al cabo lo dicho por la bruja: "sólo dejarás de ser un monstruo cuando puedas decirle a alguien que dejarás de serlo diciéndole esto que te digo", es sólo una reminiscencia infantil jamás comprobada.
Soy tan monstruoso que todos se aterrorizan y huyen de mí, negándome la posibilidad de no serlo. La improbable liberación es lo único que alimenta mi oblicua esperanza y me ata a la vida.
Debo ocultarme, amanece.
Soy tan monstruoso que todos se aterrorizan y huyen de mí, negándome la posibilidad de no serlo. La improbable liberación es lo único que alimenta mi oblicua esperanza y me ata a la vida.
Debo ocultarme, amanece.