Jacqueline Goldberg, Luba (fragmento)

27 de junio de 2007




I

tomo su herencia
de edades en quiebra
los oficios tristes del abandono
sus muertos


II

más ebria y más sola
sufriendo viajes incompletos
distancias que no resisten otra calle
su puño agotado
su país ardiendo


III

diálogo de pasillos diurnos
raíz
memoria que soy


IV

casi deja su tiempo
en esa casa que nombra en voz baja
mordida por un quejido de gases
una madrugada difícil


V

esa frontera larga y desnuda
que la atravesó
su recuerdo
su patria de trasnocho


VI

no habla de las primeras ventanas
que desnudó su fatiga
para ella todo es escombro
tiempo de elegidos


VII

cambia de sombra
para obligarme a padecer
una herencia a la que sólo se pertenece a ratos
con el cuerpo a cuestas
intentando siempre un segundo desvelo
una estancia en otro lado


VIII

una aldea cambiada de frontera
muchachas escondiendo el deseo
en sus faldas largas
un poco de sombra
un poco de miedo
y Luba atrapándose en un retrato
bella
sola para siempre


IX

vino de muy lejos
sus ojos arrastraban
una fuga de pieles y derrotas


X

busca el tiempo
en que perteneció a la tierra
se deja llevar de un labio a otro
sorprendida ante su eternidad


XI

golpea
se mira y llora
duelen las heridas húmedas
el espacio en que se respira


XII

alza el viejo candelabro
repitiendo las plegarias
de nuestras fiestas más temidas
hunde en su frente el amargo pudor
de haber sido una extraña
sitio de gloria
muro
ceniza


XIII

comprendería ese desvelo
que le inventaron al otro lado del mundo
esas casas de regreso
esperando por quienes no admiten otra muerte


XIV

detenida en las puertas más temibles
esperaba una carta
un desafío
su eternidad


XV

esta noche no intentaremos recordar
se abrirán sombras
bocas de duendes
caerá el alboroto en la mordedura de sus pájaros
estaremos felices
arrepentidos


XVI

duelen estas ganas de luto
de amanecer recogiendo plumas
en patios ajenos
ganas de ser ella


XVII

ni acercarme
ni consumar en mi lengua
los pecados de su historia
me hago a fuerza de extenderme
por donde nadie pasa ya
me vigila un párpado
un monte
una mujer de sal


XVIII

me asusta la sangre de gallo
espantando espíritus
la condena indecible de su memoria
la pertenencia


XIX

soy oficiante de sus incendios
sábado merodeador
que no se asusta ni grita
viajo en sombra
recorro los techos de sus pesadillas
mi palabra no logra detenerse
ando de cicatriz en cicatriz
buscando algo que nos duela


XX

sus retratos persiguen en mi carne
un poco de esa edad discreta
en que solíamos parecernos todas
bellas
con la única mancha que deja el deseo
acostumbradas a sostener cualquier guerra
en lo más terrible
lo más amado


XXI

suenan lejos los pasos del padre
que la vio vuelta océano
mintiendo para no asistir
a su fatal ebriedad


XXII

me acerco a su lengua dolorosa
amaso un discurso de puertos extranjeros
casas abandonadas al borde de lo presentido


XXIII

hay un sitio atado a su carne
sitio de temblores
y mujeres felices
donde nada recuerdan


XXIV

Luba asiste a cuanto soy
detiene sus raíces
sufre de nuevo


Luba, Caracas, 1988

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