Thomas S. Eliot: «Gerontion» [1920] (bilingüe) - Versión de Gerardo Gambolini

16 de septiembre de 2020








No tienes juventud ni vejez,
es como si durmieras luego de comer
soñando con ambasShakespeare


Aquí estoy, un viejo en un mes seco,
con un chico que me lee, esperando la lluvia.
No estuve en las puertas calientes
ni combatí en la lluvia ardorosa
ni hundido hasta las rodillas en el pantano salobre,
blandiendo un machete, picado por insectos, combatí.
Mi casa es una casa en decadencia,
y en el alféizar de la ventana se acuclilla el judío, el propietario,
desovado en algún café de Amberes,
ampollado en Bruselas, remendado y despellejado en Londres.
La cabra tose de noche en el campo de arriba;
rocas, musgo, uva cana, hierro, mierdas.
La mujer se ocupa de la cocina, hace el té,
estornuda al anochecer, hurgando el sumidero quisquilloso.

                                   Yo, un viejo,
una cabeza embotada entre espacios ventosos.

Los signos se toman por prodigios. “¡Queremos ver un signo!”
La palabra dentro de una palabra, incapaz de pronunciar una palabra,
entre pañales de oscuridad. En la juventud del año
vino Cristo el tigre

en el depravado mayo, cornejo y castaño, árbol de Judas en flor,
para ser comido, para ser compartido, para ser bebido
entre murmullos; por el Sr. Silvero
de manos que acarician, en Limoges
que se paseó toda la noche en la habitación de al lado;
por Hakagawa, haciendo reverencias entre los tizianos;
por Madame de Torquist, moviendo las velas
en la sala oscura; Fräulein von Kulp
que volvió la cabeza en el hall, una mano en la puerta.
Lanzaderas vacías tejen el viento. No tengo fantasmas,
un viejo en una casa con corrientes
al pie de una loma ventosa.

Con ese conocimiento, ¿qué perdón? Ahora piensa,
la historia tiene muchos pasajes astutos, corredores y salidas
artificiales; nos engaña con ambiciones susurrantes,
nos guía con vanidades. Ahora piensa,
ella da cuando nuestra atención se distrae
y lo que da, lo da con confusiones tan flexibles
que lo dado hambrea al anhelo. Demasiado tarde da
aquello en lo que ya no creemos, o si creemos aún,
sólo en recuerdo, pasión reconsiderada. Demasiado pronto da,
en débiles manos, aquello que creemos prescindible
hasta que el rechazo propaga un miedo. Piensa,
ni el miedo ni el coraje nos salvan. Nuestro heroísmo
engendra vicios innaturales. Nuestros crímenes descarados
imponen virtudes en nosotros. Estas lágrimas
son arrancadas del árbol de la ira.

El tigre salta en el año nuevo. Nos devora. Piensa finalmente,
no hemos llegado a ninguna conclusión, cuando yo
me pongo tieso en una casa alquilada. Piensa finalmente,
no expuse estas cosas sin un objeto
y no ha sido por ninguna incitación
de los demonios que miran hacia atrás.
Soy honesto contigo acerca de esto.
Yo, que estaba cerca de tu corazón fui apartado de él
para perder la belleza en el terror, el terror en la inquisición.
He perdido mi pasión: ¿para qué debería conservarla
si lo que se conserva por fuerza se adultera?
He perdido mi vista, olfato, oído, gusto y tacto:
¿cómo podría usarlos para acercarme a ti?

Éstas, con otras mil reflexiones menores,
prolongan el beneficio de su delirio helado,
excitan la membrana con salsas picantes,
cuando el sentido se ha enfriado, multiplican la variedad
en una selva de espejos. ¿Qué hará la araña?
¿Suspender su trabajo? ¿Va a demorarse
el gorgojo? De Bailhache, Fresca, Mrs. Cammel,
lanzados en átomos fracturados más allá del circuito
de la Osa tiritante. Gaviota contra el viento, en los estrechos ventosos
de Belle Isle, o volando sobre el Cabo.
Plumas blancas en la nieve, reclama el Golfo,
y un viejo empujado por los Alisios
hacia un rincón soñoliento.

                                   Inquilinos de la casa,
pensamientos de un cerebro seco en una seca estación.


En La tierra baldía y otros poemas




Thou hast nor youth nor age
But as it were an after dinner sleep
Dreaming of both.

Here I am, an old man in a dry month,
Being read to by a boy, waiting for rain.
I was neither at the hot gates
Nor fought in the warm rain
Nor knee deep in the salt marsh, heaving a cutlass,
Bitten by flies, fought.
My house is a decayed house,
And the jew squats on the window sill, the owner,
Spawned in some estaminet of Antwerp,
Blistered in Brussels, patched and peeled in London.
The goat coughs at night in the field overhead;
Rocks, moss, stonecrop, iron, merds.
The woman keeps the kitchen, makes tea,
Sneezes at evening, poking the peevish gutter.

                                   I an old man,
A dull head among windy spaces.

Signs are taken for wonders. “We would see a sign”:
The word within a word, unable to speak a word,
Swaddled with darkness. In the juvescence of the year
Came Christ the tiger

In depraved May, dogwood and chestnut, flowering judas,
To be eaten, to be divided, to be drunk
Among whispers; by Mr. Silvero
With caressing hands, at Limoges
Who walked all night in the next room;
By Hakagawa, bowing among the Titians;
By Madame de Tornquist, in the dark room
Shifting the candles; Fraulein von Kulp
Who turned in the hall, one hand on the door. Vacant shuttles
Weave the wind. I have no ghosts,
An old man in a draughty house
Under a windy knob.

After such knowledge, what forgiveness? Think now
History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities. Think now
She gives when our attention is distracted
And what she gives, gives with such supple confusions
That the giving famishes the craving. Gives too late
What’s not believed in, or if still believed,
In memory only, reconsidered passion. Gives too soon
Into weak hands, what’s thought can be dispensed with
Till the refusal propagates a fear. Think
Neither fear nor courage saves us. Unnatural vices
Are fathered by our heroism. Virtues
Are forced upon us by our impudent crimes.
These tears are shaken from the wrath-bearing tree.

The tiger springs in the new year. Us he devours. Think at last
We have not reached conclusion, when I
Stiffen in a rented house. Think at last
I have not made this show purposelessly
And it is not by any concitation
Of the backward devils
I would meet you upon this honestly.
I that was near your heart was removed therefrom
To lose beauty in terror, terror in inquisition.
I have lost my passion: why should I need to keep it
Since what is kept must be adulterated?
I have lost my sight, smell, hearing, taste and touch:
How should I use it for your closer contact?

These with a thousand small deliberations
Protract the profit of their chilled delirium,
Excite the membrane, when the sense has cooled,
With pungent sauces, multiply variety
In a wilderness of mirrors. What will the spider do,
Suspend its operations, will the weevil
Delay? De Bailhache, Fresca, Mrs. Cammel, whirled
Beyond the circuit of the shuddering Bear
In fractured atoms. Gull against the wind, in the windy straits
Of Belle Isle, or running on the Horn,
White feathers in the snow, the Gulf claims,
And an old man driven by the Trades
To a a sleepy corner.

                                   Tenants of the house,
Thoughts of a dry brain in a dry season.



Foto: T. S. Eliot (1888-1965), London, United Kingdom, 1964
Vía EGyB





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