Estefanía González: algunos poemas de Raíz encendida
8 de agosto de 2015
Libro recibido
Está aquí.
lo que a sí mismo se teme
y desesperadamente se disipa.
Fuerza que busca gastarse.
Está aquí lo que quiere
entrar en la noche
como quien se entrega a la muerte.
Perderse: sacrificarse.
Deshacerse en el mundo
como el rojo más grave
en dul cí si mas esporas.
Fuego que a sí mismo se quema.
fuego desamparado
que todo viento aviva.
Se incendian los ojos al ver
abajo, la noche. Sombra espléndida de la luz.
Todo es raíz encendida en el jardín de ámbar,
la oscuridad sin fondo y en lo alto las ramas
que se hunden sin fin en la madrugada.
Creció la noche y me envolví en llanto
y flores muertas.
Quemé muchos poemas.
Mañana clara esta del desnudo,
todo lo que conozco es yo.
No tengo nada que ofrecer.
Todos los hombres y mujeres,
cada uno su valle, yo.
El poema no cesa de morir.
A las dos líneas muere y nace de nuevo
como el día espiral.
Surgen estancias a su paso y son ya viejas.
Se deshace en los dedos
el poema.
Ya no zumban abejas en mi pelo.
Solo estas mariposas alucinadas,
lanzadas a la luz como a un abismo,
hacen en mí sus nidos de ceniza.
Cuando me duermo escupen en mis ojos
un veneno que traen desde la luna.
Luego pienso en abejas en mi taza.
Recuerdo amaneceres fieros, rojos,
de tierra removida con estruendo.
Convoco a mis ejércitos. Perfumes,
aguijones, rocío, ya es la hora.
Niño del aire, líbrame del mal.
Desperté en medio de una fiesta
en el aire detenida. En el instante
de su plena magnificencia.
Me zambullí en la gente y fui carne.
Qué gigantesca cola de leopardo
este ser de innumerables cabezas.
Entre guirnaldas de papel saltamos
abrazados al sol. Nos lanzan agua
desde las ventanas y somos gotas.
No deseo encontrarme.
© Estefanía González (del texto)
© Dolores Sampol (ilustración de cubierta)
© Juan Gallo (del prólogo)
© Ediciones La Baragaña (para esta edición), Madrid 2014