Pascal Quignard: La pintura romana: Virgilio
3 de mayo de 2014
¿Qué es un jardín en Roma? La edad de oro vuelve a visitar el presente. Se trata de recobrar algo de la inactividad divina. Mantenerse inmóvil como los astros en el cielo. Rodeado de un nimbo. Mantenerse inmóvil como la fiera se queda inmóvil antes de saltar sobre la presa. Mantenerse inmóvil como el instante de muerte que diviniza. Mantenerse inmóvil como un follaje antes de la tormenta, como las estatuas de los dioses erigidas en los bosques, así debe ser la vida frente a la muerte. Mantenerse como la visión del jardín embutida en el marco de la ventana, detenida por los dos rayos que le oponen los ojos fascinados.
Platón reprobaba que se diera una apariencia fingida a los paisajes. La physis era irrepresentable porque era divina. Platón escribió que habría que llamar “profanador” al artifex o al pseudo-demiurgo que haya tenido la audacia de rivalizar con la misma demiurgia que surgía del fondo de la physis bajo la forma de mundo (cosmos). Fue bajo Augusto que aparecieron los paisajes y las riberas. Virgilio aportó en diez años los arroyos, la sombra leve que los atraviesa al igual que la culebra, la vieja haya, los bordes del sendero, el seto donde liban las abejas, el canto ronco de las palomas, las castañas cocidas, la golondrina en la cima del olmo, las sombras de nubes que avanzan sobre los campos.
Virgilio fue un genio. En quince años trajo la naturaleza. Fue el único que lo hizo. Murió el 21 de septiembre del 19 en el puerto de Brindisi, donde había desembarcado dos días antes, proveniente de Grecia, sudando cerca de la chimenea donde se había encendido un fuego porque temblaba de fiebre, mostrando sus tablillas en la mano, pidiendo que se arrojara, en la llama que ardía, la Eneida.
En El sexo y el espanto
Título original: Le sexe et l'effroi
Pascal Quignard, 2005
Traducción Silvio Mattoni