Alberto Muñoz: Dos textos de "Pianoforte"

14 de mayo de 2011






La cabeza de Orfeo flota sobre el río Hebro


Todas las hojas son del viento.
L. A. Spinetta


Las Ménades arrancaron las extremidades de Orfeo y echaron su cabeza en las frías aguas del Hebro.
Nada impidió que su cabeza siguiera encantando.


El río volvió a reunirlo nuevamente.
Más grande y ominosos flotó sobre las aguas camino a Lesbos.
Mientras las Musas enterraron su antiguo cuerpo al pie del monte Olimpo su lira continuó cantando pulsada por el viento.


El agua tuvo un repertorio similar al de las hojas pero el genio del poeta se diluyó entre los peces.


Todas las hojas fueron del viento menos la luz de Orfeo.






Ciclo musical amatorio


Me gustan las mujeres musicales todas
aún las morochas de estuche.
Me atraen las trigueñas que tienen oído
y solfean como moscas.
Ah viajar en tren con las de permanente
o las de ruleros
alumnas de flauta o de quena
besarlas a cuenta del soplido
ir por el cultivo natural de sus bocas
al vacío.
No hay como las más bonitas de piernas
las mulatas peripatéticas y dulces
como el oboe negro.
Ebano es lo justo
para describir aquello que de no ser piel
sería una media de madera africana.
Las pelirrojas son ácidas si llevan alma
y las pérgolas son perfectas para desvariarlas
rojas como sioux o como el ojo del águila.
Nada como las delgadas nocturnas
pequeñas musulmanas veladas por el chador
de pechos que parecen ceniceros.
Ah las que comen pepinos escuchando a Brahms
y van del violín a la uva y de las cremas al vapor:
cuartetos para el fin de los tiempos.
Amo a aquellas que fuman y tocan el piano
humildes como pastelitos leyendo a Boris Vian
subiendo escaleras y abriendo
la parte rosa del piano.
¿Tocan algo las mujeres que nos priva
de instrumentos y silencio?
¿No estacionan bien sus autos
porque solfean demasiado en la noche del tímpano?
¿El tamaño de sus corpiños
habla de la diferencia entre Arjona y Pallestrina?
Divinas las que pitan imitando a los trenes.
Divinas las que venden su cuerpo para llevarse
un trombón.
Divinas las que llevan el violín a sus mentones
las que lloran como melódicas de plástico.
Prefiero a las muy jóvenes con pómulos
las que creen que Dios existe una hora antes.
Me agradan las japonesas aunque tailandesas
que no se les parecen. Llevarlas a la boca
como ciruelas rojas y tensas con el cabito oblicuo
de sus ojos.
Una vez llamé a una china por su nombre y vino.
Todos hemos venido al mundo por una mentira similar.









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