Alberto Girri: Lázaro
17 de octubre de 2010
La polilla de la ciudad desheredada, el pájaro
anónimo,
el andrajo de cuerpo sin color,
el leve hilo de lo que prometía ser un dios,
a veces, traspasado por el mandato de la humildad,
se conmueve y desechando su oscilante pedestal
abre sus brazos, bebe de firme e interroga inerme
la fiesta que lo llevará asombrado a su persona.
El riesgo que le sube hasta el pecho
es buscar la puerta por donde el instinto sopla.
Y más júbilo tendrá en no poder dormir por el
hambre de ser,
que en el apacible enlutarse repitiendo el castigo
de sus padres y hermanos que llegaron al cielo,
por no marchitarse ni florecer.
Y ya no será el obsequioso falso que pierde cuanto
hace,
le importan entonces las cenizas,
y elige de su alma el filón más arriesgado,
las varias formas de la desesperación,
del que no quiere remozar la tierra a cualquier precio.
Y aunque ni pastor ni desdeñado,
también para él será agradable
la canción del celebrado Orfeo buscando en los
infiernos.
Pues es condición de todo lo creado
salir del mundo.
A este hombre nuevo, lejos de leyes y oficios,
sólo la noche lo descubre, nunca el sol.
De Coronación de la espera
En Poemas elegidos
Buenos Aires, Losada, 1965
Cortesía La fogonera
Foto AG © Ramón Puga Lareo