Yehudá Amijái: Un poeta israelí en Buenos Aires

6 de octubre de 2021




Poema porteño

Ciudad de Borges y de Tzivia,
ciudad de un obelisco que no vio
a Egipto; ciudad de Susana
que no sabía de mí.
Territorio entre la risa y el llanto
sin llanto ni risa.

Existen casas en las que
quiero vivir para siempre
tal como, en la Edad Media,
el alma ansiaba vivir
en un cuerpo puro y hermoso.

Ciudad de Eduardo:
anoté su dirección en mi libreta
y él también anotó la mía en la suya.
Hay que suponer que no nos volveremos a ver.

*

Ella nació junto al mar en la ciudad del mar;
se enamoró en un pequeño cuarto lejos de él,
vive en una calle que lleva el nombre
de alguien muerto y olvidado.
Ni siquiera el conductor del taxi acertó a encontrar
la antigua casa de puerta silenciosa;
usaba un vestido a rayas y rondaba entre las rayas
atropelladamente. También se perdió
entre las grandes flores impresas.

Besé su boca formada por un idioma extraño.
Así aprendí.
—¡Aló, aló! —desesperado en mi lengua.
—¿Hola? —burlón y triste en la suya.

Y durante mi invierno es su verano y durante mi día su noche.
Y mis jornadas se alargan cuando las suyas se acortan,
y sus ojos semejan oro disuelto en marrón
y la forma de su cuerpo es como la forma de una puerta en mi vida.

*

Durante todo el tiempo que estuve aquí
no vi el mar. Cierta vez,
de noche, me contaste acerca de él.
Y no quise escuchar, para que
Buenos Aires fuese
como Jerusalén, sin mar.

Te llamaban Dolores; Susana
era el nombre de tu amiga; chica
te llamó un conductor que pasaba.

Ambos nos perdimos, perdedores,
desconocidos el uno para el otro:
dos pérdidas lloran y ríen
juntas en la oscuridad.

*

Instrumentos delicados,
instrumentos muy delicados.

Y una mujer sorprendida por un leve dolor;
algo huyó de su rostro hacia adentro,
risa sombra.

Sus antepasados aniquilaron a los pueblos indígenas:
en ella quedó
una culpa de pájaros
que causaron dolor al aire con su vuelo.

Instrumentos delicados,
instrumentos muy delicados.

*

Cruce de Santa Fe y Callao,
de tarde, esperando:

¿cuál de todas las sombras es mi sombra?
Por eso levanté una mano,
por eso te amé.

Cruce de calles,
una verdadera cruz.

*

Estar sentado en un café oscuro
en la calle Coronel Díaz,
héroe amargo, muerto.

Una pequeña taza de café fue suficiente
para la larga estada;
un diario en un idioma que ignoraba.

Esparcí una torta sobre un plato
como para un pájaro: tú vienes
miras en derredor.

Yo estoy sentado, quieto, te veo,
come rápidamente,
échate a volar.

*

Los últimos tramos de un sepelio argentino
cruzan mi camino. Tres, cuatro,
ya sin flores. La tumba está lejos,
es un sepelio muy elegante, absolutamente urbano,
con el ojo pintado, la mejilla pulcramente afeitada
y con un vestido negro bien ceñido al muslo,
huyendo de la muerte,

y existe un hombre que no tiene
para sepultar
sino el recuerdo de una noche.

*

Estábamos acostados
desnudos e iguales como mitades de una naranja
hasta que la tarde
oscureció por tu voz.

Las aguas pueden ser lloradas,
las piedras no: por eso vuelvo a Jerusalén.
“¡Extrañaré!”
¿Quién te habrá enseñado a pronunciar
una palabra tan grosera?



Versiones de Gerardo Lewin

Tres poemas de Buenos Aires y Una balada

[a]

En todos los días que estuve aquí
jamás vi el mar. Una vez,
en la noche, me contaste sobre él.
Y no quise escuchar, para
que Buenos Aires fuera
como Jerusalén, sin mar.


Te llamabas Dolores y Susana
era el nombre de tu amiga. "Chica"
te gritó un conductor que pasaba.
Ambos hemos desaparecido para siempre
como si nunca nos hubiéramos conocido:
dos pérdidas llorando
y riendo a la vez en la oscuridad.



[b]


Nació en una ciudad "del Mar",
fue amada lejos de allí, en un cuarto pequeño,
vive en una calle con el nombre
de alguien que murió y fue olvidado.
Ni siquiera el taxista supo encontrar
la vieja casa de puertas silenciosas.
Usaba un vestido a rayas. Giraba entre las rayas,
en remolino. Y también desapareció,
entre grandes flores impresas.


Besé su boca, esculpida
por un idioma extraño.
Así aprendí que el "Aló, aló" desesperado de mi lengua
era el sonriente y triste "Hola" de la suya.
Y será su verano en mis inviernos,
su noche en mis amaneceres.
Y cuando mis días se alarguen,
los de ella se acortarán.
Y sus ojos son el proceso de fundido del oro
y su forma es la forma de una puerta
en mi vida.



[c]


De este tiempo, con luz
a través de las grietas de las persianas, una cabeza
como Nefertiti, ojos —temerosos— de Sigmund
Freud y una rueda de carro
como lámpara colgante.


"Como si fueran uñas, recortaré este amor"
y el poner las cosas sobre la mesa: la taza,
el libro, la cuchara, el salero. Todo esto como
un corazón que late lentamente.


"Vos me usás" (otro significado del amor).
"Vos pensás en términos precisos
de un corazón roto en trozos estrictamente definidos,
como solía romperse en ese entonces
de amor un corazón"




Balada en las calles de Buenos Aires


El hombre aguarda en las calles y encuentra a una mujer
hermosa y precisa como el reloj que cuelga en su cuarto
pálida y triste como la pared donde cuelga el reloj.


Ella no le muestra sus dientes
no le muestra su vientre
pero le muestra su tiempo hermoso y preciso.


Ella vive en la planta baja, junto a las cañerías,
y las aguas que suben comienzan en su pared
y él tomó partido por la suavidad.


Ella conoce las razones del llanto
y conoce las razones de la contención
y él comienza a parecerse a ella, a ella


y su cabello se alarga y suaviza como el de ella
y las duras palabras del idioma de él se deshacen en la boca de ella
y como los de ella, sus ojos se llenan de lágrimas.


Las luces del semáforo se reflejan en el rostro de ella
y ella se detiene allí, en lo permitido y lo prohibido
y él tomó partido por la suavidad.


Ellos caminan por calles que aparecerán en los sueños de él
y en silencio la lluvia les llora por dentro, como en una almohada,
y el tiempo impaciente los convierte en profetas.


Él la perderá en la Luz Roja
y la perderá en el Amarillo y en el Verde
y la luz siempre estará al servicio de las pérdidas.


Él no estará cuando se acaben el jabón y la crema
y no estará cuando se ponga en hora nuevamente el reloj
y no estará cuando su vestido se deshaga en hilos por el aire.


Ella clausurará las salvajes cartas de él en su silencioso armario
y se acostará a dormir junto a las aguas que están en la pared,
conocerá las razones del llanto y las razones de la contención
y él tomó partido por la suavidad.





























Foto (s/a) Yehudá Amijái Vía





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