René Char - El viborezno

8 de marzo de 2008




Se desliza por el musgo del guijarro como el día parpadea a través del postigo. Una gota de agua podría tocarlo, dos ramitas cubrirlo. Alma pesarosa por un trozo de tierra y un bancal de boj, a un tiempo su diente maldito y su pendiente. Su confidente, su adversario, es el alba que, luego de haber tanteado el cubrecama y de haber sonreído a la mano del durmiente, suelta su horquilla y huye al techo. El sol, seguidamente llegado, lo embellece con labio goloso.

El viborezno permanecerá frío hasta la muerte numerosa, pues, no siendo de ninguna parroquia, es mortal ante todas.


Traducción: Javier Zugarrondo
En La palabra en archipiélago
Córdoba, Alción editora, 1998

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