Patricia Damiano - Releyendo Phaeton
2 de marzo de 2008
Clementes hospedaron
A duras Salamandras llamas vivas;
Su vida perdonaron,
Y fueron rigurosas, como esquivas,
Con el galán idólatra que quiso
Morir como Faetón, siendo Narciso.
Francisco de Quevedo
Túmulo de la mariposa
A duras Salamandras llamas vivas;
Su vida perdonaron,
Y fueron rigurosas, como esquivas,
Con el galán idólatra que quiso
Morir como Faetón, siendo Narciso.
Francisco de Quevedo
Túmulo de la mariposa
Detendrás el carro del hijo del sol, todo ha atardecido, el desierto alberga ese carro mi precipicio tu bosque; otro salmo parece la piedad y el rito, la inicial de tu nombre, la inquieta calma.
Las serpientes.
La alianza, cuando el muerto dice.
Dice el muerto que soy. Que eras y seré jamás.
Cuando la sonrisa se adelanta, sabrás sabremos sepan, mortales, que no hay mensaje.
Sólo una cintura fría justifica el sueño. El sol y este universo. Y aquél
y la sed del río.
Resiste el calor sobre la espalda del hierro. Luego, un golpe. Luego, el río.
Leteo. Luego, los mares luego. Luego después a medianoche
esa luna, inocente, perenne virgen.
Inacabado árbol esta mañana. Has respirado la pesadilla, fuimos.
Luego otra página, una deuda.
En Chacal de noche