Thomas Bernhard - Segundo día (fragmento)
29 de diciembre de 2007
En mis escritos, todo es artificial, es decir que todos los personajes, los hechos, los incidentes se representan en un escenario, y el escenario está totalmente sumido en tinieblas. Los personajes que aparecen en el espacio cuadrado del escenario se reconocen mejor en sus contornos que bajo una iluminación normal, como es el caso en la prosa ordinaria. En la oscuridad, todo se hace claro. No solamente las apariciones, lo que se obtiene de la imagen, no, también la lengua. Hay que imaginar páginas totalmente negras; la palabra se aclara. De ahí su nitidez o su nitidez redoblada. Me serví en el comienzo de este medio artificial. Cuando se abre uno de mis libros, sucede en seguida así: hay que imaginar que se está en el teatro, con la primera página se levanta el telón, aparece el título, oscuridad completa y lentamente, de ese fondo, de esa oscuridad, surgen las palabras que se transforman en procesos de naturaleza tanto interior como exterior, y que, en razón misma de su carácter artificial, se vuelven tales con particular nitidez.
Ignoro el sentido que las personas dan al vocablo “escritor”, pero todo lo que pueden imaginar es seguramente falso… En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe. Por otra parte, se reciben cartas, de Alemania o de otras partes, de la provincia o de ciudades importantes o aun de estaciones de radio o de organizaciones cualesquiera. Se concurre, se es presentado como un poeta trágico o sombrío y esto conduce hasta los elogios o a tratados seudocientíficos. Se lee en ellos que se trata de un autor, de un escritor que debe clasificarse de tal o cual manera, que sus libros son sombríos, que sus héroes son sombríos y sus paisajes sombríos. Por lo tanto el hombre es sombrío también.
Traducción Margarita Misraji
Bajo la dirección de Claude Porcell
Barcelona, Editorial Gedisa, 1987