Conversación con Jacobo Fijman: el viaje hacia la realidad profunda
29 de agosto de 2007
Reportaje de Vicente Zito Lema publicado en septiembre de 1998
Abordemos la poesía, ese "fenómeno del estupor frente a la vida". ¿Cuál sería el elemento que la identifica? ¿Cómo se genera una vivencia poética?
Todo se acentúa en el alma. Todo se encuentra en el alma.
Entonces el poeta a partir de la materia sensible, concretará el poema, que puede ser o no una total realización. Lo fundamental aquí es relativo y tengo miedo de profundizar en estos conceptos por las locuras que despierta.
Las mayores dificultades que nos presenta la materia poética derivan de la falta del hábito de la interpretación. Es entonces que la búsqueda del rostro de la poesía y de las vivencias en que descansa ese rostro se enmascaran en un misterio que algunas veces es beneficioso, pero que siempre daña.
Si admitimos que la poesía lleva al conocimiento, a la par de la razón, ¿podemos reconocerle atributos de la ciencia sin que por ello pierda la naturaleza sensible que la distingue?
La poesía es ciencia. Algunos intelectuales la consideran corrió una categoría del pensamiento inferior. Sin embargo, la fundamenta todas las ciencias. La química sin poesía se convierte en una burda y peligrosa nada, y el ejemplo se extiende a cualquier disciplina. La ciencia es de Dios, y se la cuenta como uno de los dones del Espíritu Santo: pero el Padre, el Hijo y el mismo Espíritu Santo son poetas.
Persiste en nuestras sociedades una grave e interesada confusión sobre la necesidad de la poesía y la función social del poeta. Este, día a día, ve cuestionada la dignidad que otras culturas se le reconocía como expresión de la eterna lucha de la vida contra lo inerte. Pese a ello, los poetas siguen creando y algunos, los más decididos en asumir la conciencia de la dignidad humana, enfrentan graves riesgos. ¿Qué debe entenderse hoy por ser poeta? ¿Acaso aceptarla marginación, desafiar a la muerte?
Conforme la etimología de la palabra poeta: hacer o el que hace, el poeta es un hacedor de la más delicada materia. Debe ser entonces integrado en la categoría de lo Divino: el poeta es un Dios.
Pero no confundamos a los poetas con los que escriben libros por vanidad o se doctoran en la carrera literaria: esos mismos que se prostituyen detrás de los premios o de las famas de cenáculos: esos pobres tontos que pretenden encerrar la poesía en un cofre, como si las palabras fueran simples joyas y no lo que son: la carnadura del alma.
Esa gente no puede ser considerada realizadores de obras, creadores como lo entendían los antiguos gramáticos por ejemplo Donatus. Se olvida muchas veces que el poema para concretarse necesita de la intuición poética y ella presupone un estado despojado y muy humano del espíritu. ¿Y dónde veremos lo humano más que en el dolor ajeno?
De todas formas ya no quiero hacer más cargos a esta sociedad. El Evangelio dice: "No juzgar". Además, ¿quién conoce a nuestra sociedad?, ¿o quién puede conocer otras manifestaciones que no sean las de su demencia y su congénita maldad?
Buscar la verdad siempre es doloroso y el que no se anime jamás será poeta. Lo he escrito estamos en el mundo, pero con los ojos en la noche.
La verdadera poesía nos lleva como a niños de la mano hasta la reflexión; la intuición nos convoca al misterio ya partir de la emoción se amplía nuestra conciencia. Así como usted lo anunció hace años, será posible sentir "la luz entera de la mañana". ¿Sigue percibiendo la poesía de igual manera? ¿Hasta qué punto es superable la incidencia de la reclusión en el espíritu de un artista?
Persisto en entender la poesía como un estado de ánimo antes de la reflexión... y en la reflexión mi alma crece, se hace ligera... En cuanto a lo demás, me remito a la obra poética de Aristóteles; allí continúa estando la clave. En estos momentos de crueldad en que vivimos, y que anuncian tiempos de mayor desgracia humana, deberíamos resguardar todo lo referente a la poesía como un gran secreto, un secreto de Estado. Hay que prepararse para salvar la poesía de sus enemigos.
Yo he tenido una infancia poética. Recuerdo que desde niño me llamaban "el poeta". Mi cuerpo, muy temprano, se acostumbró a alimentarse del dolor. Por eso, vivir en el hospicio no puede cambiar ni limitar mis sentimientos sobre la poesía ni dañar mi espíritu más de lo que por destino le fue reservado. Pequeño sería el artista que se dejara ganar por el sufrimiento. Por el contrario, a partir de allí comienza el trabajo.
Hablemos de sus libros, escritos hace casi cuarenta años y que con dificultad hemos podido rastrear en algunas bibliotecas. Usted publicó Molino rojo, Estrella de la mañana y Hecho de estampas. ¿Qué le recuerdan cada uno de esos títulos?
Molino rojo me recuerda la demencia, el vértigo. Yo buscaba, precisamente, un título que significara esos estados de mi alma. y reparé de pronto en un molinito viejo que tenía en la cocina. Era de color rojo para moler pimienta, y vi en ese objeto todo lo que mi poesía quería expresar.
Estrella de la mañana, en cambio, se refiere a mis estados místicos. Había sido recientemente bautizado convirtiéndome a la religión católica, y quise expresar con ese título la encarnación del Verbo.
En cuanto a Hecho de estampas, yo trataba de volver a la filosofía escolástica y, fundamentalmente, a Aristóteles. Fue en esos días cuando hice una visita al Museo de Louvre y quedé muy impresionado por los maestros clásicos, especialmente por su pintura religiosa. Más tarde, cuando contemplé en Buenos Aires unas estampas muy finas de esos cuadros religiosos, los asocié a mis poemas había una misma intención final.
-¿Cómo ubica su obra en relación al momento social en que fue escrita?
Molino rojo aparece en tiempos en que se estaba preparando la revolución para tumbar al presidente Yrigoyen. Culturalmente, no existía nada, sólo el movimiento Martín Fierro. Era una época de pobreza atroz. Yo vivía simplemente por casualidad, Recuerdo que mi casa estaba cerca cae la del cantor Carlos Gardel, quien me quiso sobornar para que hablara bien de él, sabiendo que trabajaba en un diario, pero no lo hice porque era un gran pecador.
Una vez me balearon desde la Escuela Militar. Pienso si mi internación en el hospicio no habrá sido una medida divina para que no me mataran... Yo por entonces amaba el ruido de las balas más que la Novena Sinfonía. Molino rojo tenía un título que atrapaba a los socialistas y anarquistas, ellos reaccionan instintivamente ante el color rojo.
Se notaba en la ciudad un estado de demencia genera, y en Molino rojo hay una intención que empieza por la demencia. Uno de los poemas dice: "Demencia, el camino más alto y más desierto..."
Cuando escribí Hecho de estampas estaba en París. Allí había estallado la guerra entre los monárquicos y los demás partidos. En el fondo, todos eran unos vagos y creo que por entonces en esa ciudad estaba prácticamente prohibido ser católico.
Estrella de la mañana corresponde a la época más oscura que he conocido en este país. La gente era perseguida de la manera prevista en el Apocalipsis.
Usted integró el movimiento martinfierrista que recogió en su seno distintas concepciones del vanguardismo de la época. ¿Identifica su obra con alguna corriente poética?
No. Lo mío está afuera de cualquier escuela literaria. Nunca seguí a nadie, aunque espontáneamente me considero un surrealista. Eso sí, distinto... Los surrealistas son auténticos poetas. pero blasfeman y tienen una raíz satánica. Hablo de los franceses, claro, porque aquí los que se llaman surrealistas, salvo unos pocos, parecen nacidos para coronarse detrás de algún escritorio oficial o esconderse debajo de la mesa. Después quieren disimularlo haciendo jueguitos de palabras. . .
Recuerdo que en París conocí a varios de los fundadores del movimiento, aunque ya sus caras se me han borrado. Una noche nos citamos para leer poemas, estaban Breton. Desnos, Éluard... venían a ofrecerme una recepción, pero alguien o algo hizo que se apagara la luz y no pudimos darnos ni las manos.
Con Artaud también nos conocimos en un café, en la Coupole. Estuvimos a punto de pelearnos. Yo me identificaba con Dios y Artaud, con el Diablo. Sin embargo, le tengo aprecio. Un poeta tiene que estar al servicio de Dios y si no es preferible que sirva al Demonio. Lo más denigrante es tener un patrón humano.
Siento al conversar con usted la presencia simultánea de la oscuridad y la luz. Lo mismo me pasa con sus poemas. De niño, ese par de opuestos que siguen fascinándome los encontraba en la Biblia, aunque tomando aquí las apariencias del bien y del mal, surgiendo con imágenes bellas, pero también aterradoras. ¿Puede leerse la Biblia como un texto poético?
La Biblia es un libro de Dios y no tiene fondo. Aunque tampoco podrá negarse que el Apocalipsis es realmente un poema terrible.
Roguemos que Dios no permita que cegados por la poesía transformemos nuestras palabras en blasfemias.
Usted no sólo escribe, también pinta. ¿Qué busca? ¿ Cuál es el fin de su arte?
Escribo para que mis actos se ordenen con Dios. Buscando la verdad y no la oscuridad. Es decir, escribo para Dios y mi perfección.
Dios, sencillamente lo aprueba. Y esto dicho en lengua baja, para que todos me entiendan.
¿Y en cuanto a su pintura?
Entre mi pintura y mi poesía hay una sola mano. Por ello, las mismas concepciones.
De niño me dijeron que sería un gran pintor, entonces quemé toda mi obra. Ahora, en el hospicio pinto para purificar mis sentidos, externos e interiores, únicamente así es válido pintar o escribir. Y hasta que aquellos que se dicen artistas no lo entiendan deberían dejar estas actividades, porque están mintiendo.
El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.
En sus pinturas y dibujos, cualquiera fuera el tema y como moviéndose tras una gasa, me parece descubrir siempre su rostro. Es como si no hiciera más que obstinados autorretratos. También me provocan un desconcierto ante el tiempo, como si las obras trajeran una antigüedad que nos pertenece. Estas son algunas de mis sensaciones. Me gustaría que usted hablara de las suyas y de las asociaciones que les provocan los colores, en especial el blanco, y el rojo, los que más abundan en sus trabajos.
Sabemos que los colores centrales son el violeta y el verde, y que los periféricos son el rojo, amarillo, el anaranjado y el azul. Así se sitúan ante mis ojos.
Yo siento preferencia por el blanco y el negro. Me gustaba de joven ir vestido todo de negro y con guantes blancos. Son los dos primeros colores nombrados en el Génesis: "Separó Dios la luz de las tinieblas...” Amo el blanco. En el palacio del castigo los reos iban vestidos de blanco... El negro es melancolía. Lo opuesto del blanco y de la dicha. Yo vestía de negro porque no tenía por quién enlutarme. En cuanto al rojo. ¡Ah! el accidente del aire fácilmente conjuga con el fuego. El secreto es saber cuál es el elemento.
¿Veremos siempre en el negro un símbolo de la muerte y lo maldito? ¿No dejaremos de asociarlo con nuestra melancolía y la pena?
Dice San Agustín en la distinción que practica sobre el Génesis: “Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo...”
Interpretaba así a los ángeles malditos, pero no siempre el negro será el rostro de la muerte y lo negado. podrá verse simplemente como color. La prueba está en las mismas Escrituras. Allí se lee: "negra soy pero hermosa". Los teólogos lo aplicaron a la Santísima Virgen, que también fue negra ¡y tan hermosa!
Además, aquel que pregunta ya sabe. ¿Para qué difundir lo que los dos conocemos?
Hace un instante, mientras citaba a San Agustín, tuve presente una imagen que se reitera con frecuencia en su poesía: "La noche de los corderos". ¿Cuál es su significado?
Hay tres noches. La primera corresponde a los sentidos externos; la segunda, a los sentidos internos, y la tercera noche es la del intelecto. Hay algo esencial para quien se presenta ante estas noches: la sinceridad. El pecador nunca dejará de serlo.
Yo soy un muerto, pero vivo en Cristo.
Los corderos significan la unidad divina. Cuando eran sacrificados en el Templo judío, debían tener siempre un año, para representar la unidad.
¿Quién te enseñó la física? Los egipcios. ¿Quién te enseñó la magia? Los caldeos. ¿Pero quién te enseñó el misterio de la unidad divina? El pueblo de Israel.
Mientras hablaba de su libro Estrella de la mañana usted citó su bautismo. ¿Qué motivo la conversión de judío a católico? ¿Hay en este hecho, sin duda trascendente, una pista para mejor entender el desarrollo de sus mecanismos creativos y el giro que da en su poesía?
¿Conocer la obra sin descender a lo más profundo del alma? Pero no se trata de una conversión de judío a católico. Es, simplemente, la aceptación de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no se pierde.
Esta particular conversión es una concesión de gracia. Dios, estoy seguro, ha encontrado méritos para concederme ese conocimiento y esa fe.
Recuerdo que me contó que había sido violinista. ¿Cómo relaciona la música con su poesía ?
Especialmente en la medida. Mi poesía está totalmente medida y de una manera que la acerca a lo musical.
En Molino rojo hay gran influencia de la sonata de Corelli La locura. Esta sonata tiene dos formas de ejecución El loco y La loca, según sea hombre o mujer el ejecutante.
En Hecho de estampas hay influencia de los cantos gregorianos. Estrella de la mañana, a su vez, sigue la medición del latín clásico, que es toda música.
Hay en su obra, especialmente en sus primeros poemas publicados, una constante referencia a la locura. Incluso la invoca como si fuera el camino para cumplir su destino, "el camino más alto y más desierto ". ¿Porqué esa invocación? ¿De qué demencia se trata?
Me refiero a la demencia en el sentido más total, absoluto. Hay formas de la demencia que obedecen a los nervios centrales y otras a los nervios periféricos. Pero también puede ser un castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso se da hasta con las vacas.
También es cierto que la mayoría de los demonios tienen la médula desviada. Cualquier enfermedad, aun el cáncer, es estado de locura. Los médicos tendrían que seguir a fondo las enseñanzas de Hipócrates, que curaba hasta con el fuego. ¡Y pensar que incluso hay gente que se alegra de estar loca!
La demencia debe ser vista desde un punto de referencia moral. A esa pobre gente que está en el hospicio habiendo pasado por lo más horrible habría que darle buena comida (aquí la comida es pésima), y enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no blasfemar... Hay que cambiar, fundamentalmente, la higiene. Es que el hambre, el abandono, la suciedad, las humillaciones, contribuyen al deterioro sin tregua de la criatura humana, de su cuerpo y de su alma.
Es cierto, en mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura.
La relación entre el arte y las crisis espirituales más profundas, esos estados que suelen calificarse de locura o demencia, continúa siendo un misterio de difícil revelación. En su criterio, ¿en qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra artística?
Corelli escribió su sonata La locura después de estudiar durante años esas enfermedades. Y cuando terminaba de tocar la sonata en su casa salía a la calle a conocer a la gente, viendo con tristeza que la mayoría estaban locos.
Yo he investigado el alma, también la psiquiatría. Y sé que los ciegos y sordomudos son dementes. Que los muy ricos y los que llevan uniformes son dementes y peligrosos. Y que los que visten sotanas y se llaman hijos de Cristo son los más dementes, hipócritas y demoníacos de todos.
En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y aunque no es gente de gran entendimiento, en esto no se equivocan, ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática. Pero a la vez presiento que en la poesía y en la locura hay un mismo soplo...
... ¿El soplo de la inocencia ?
¡Y del espanto!
¿Qué piensa de la obra de Artaud, de Lautréamont, de Nerval?
En Artaud la enfermedad influyó en contra de su obra. Pero él no podía alejarse de la locura, era la locura de Satán.
Si Artaud hubiera estado sano habría estudiado la escolástica, ¡hay que estudiar!
El Conde de Lautréamont era un loco perverso. Yo leí su obra y supe de su vida viviendo en el Uruguay. ¡Que hombre pésimo! Se habla entregado a los vicios y hacía con ellos poesía. Era un monstruo. Sólo en él había locura, la del lobo que roe la frente.
Nerval en cambio era bueno. Pero se ahorcó de un farol. Le gustaban las manzanas.
Lautréamont y Artaud me angustian. Su psicología es la de los vagos Yo estaba atraído a ser como ellos, pero me salvé con la misa y los libros santos.
Lautréamont y Artaud también sufrieron. Pareciera que en sus vidas no hubo mucho más que dolor. Y ese dolor lo convirtieron con extraña belleza, quemándose en su propia conciencia, en poesía.
No debemos confundirnos. El sufrimiento de los viciosos no es noble, está muy alejado del de los mártires de Dios.
Me cuesta diferenciar en el sufrimiento y distinguir quienes son los verdaderos mártires, los de Dios o los de los hombres. Pero además, ¿no cree que esa exaltación angustiosa de lo siniestro que encontramos en Artaud y más marcadamente en Lautréamont, adquiere finalmente un sentimiento místico, si aún se quiere culturalmente religioso?
Lautréamont no tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista.
Es cierto que no supo más que de penas, pero no pudo dar con la contrición, ese dolor perfecto ni con la trición (?), ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar una vida penitencial, hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte.
Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa: aunque nombre mucho a Dios, que lo pudiera llevar a la salud espiritual.
¿Usted no quema sus años en este hospicio por buscar su verdad absoluta, ese Dios que lo convierta en el mismo Dios?
Mientras hablaba de su libro Estrella de la mañana usted citó su bautismo. ¿Qué motivo la conversión de judío a católico? ¿Hay en este hecho, sin duda trascendente, una pista para mejor entender el desarrollo de sus mecanismos creativos y el giro que da en su poesía?
¿Conocer la obra sin descender a lo más profundo del alma? Pero no se trata de una conversión de judío a católico. Es, simplemente, la aceptación de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no se pierde.
Esta particular conversión es una concesión de gracia. Dios, estoy seguro, ha encontrado méritos para concederme ese conocimiento y esa fe.
Recuerdo que me contó que había sido violinista. ¿Cómo relaciona la música con su poesía ?
Especialmente en la medida. Mi poesía está totalmente medida y de una manera que la acerca a lo musical.
En Molino rojo hay gran influencia de la sonata de Corelli La locura. Esta sonata tiene dos formas de ejecución El loco y La loca, según sea hombre o mujer el ejecutante.
En Hecho de estampas hay influencia de los cantos gregorianos. Estrella de la mañana, a su vez, sigue la medición del latín clásico, que es toda música.
Hay en su obra, especialmente en sus primeros poemas publicados, una constante referencia a la locura. Incluso la invoca como si fuera el camino para cumplir su destino, "el camino más alto y más desierto ". ¿Porqué esa invocación? ¿De qué demencia se trata?
Me refiero a la demencia en el sentido más total, absoluto. Hay formas de la demencia que obedecen a los nervios centrales y otras a los nervios periféricos. Pero también puede ser un castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso se da hasta con las vacas.
También es cierto que la mayoría de los demonios tienen la médula desviada. Cualquier enfermedad, aun el cáncer, es estado de locura. Los médicos tendrían que seguir a fondo las enseñanzas de Hipócrates, que curaba hasta con el fuego. ¡Y pensar que incluso hay gente que se alegra de estar loca!
La demencia debe ser vista desde un punto de referencia moral. A esa pobre gente que está en el hospicio habiendo pasado por lo más horrible habría que darle buena comida (aquí la comida es pésima), y enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no blasfemar... Hay que cambiar, fundamentalmente, la higiene. Es que el hambre, el abandono, la suciedad, las humillaciones, contribuyen al deterioro sin tregua de la criatura humana, de su cuerpo y de su alma.
Es cierto, en mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura.
La relación entre el arte y las crisis espirituales más profundas, esos estados que suelen calificarse de locura o demencia, continúa siendo un misterio de difícil revelación. En su criterio, ¿en qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra artística?
Corelli escribió su sonata La locura después de estudiar durante años esas enfermedades. Y cuando terminaba de tocar la sonata en su casa salía a la calle a conocer a la gente, viendo con tristeza que la mayoría estaban locos.
Yo he investigado el alma, también la psiquiatría. Y sé que los ciegos y sordomudos son dementes. Que los muy ricos y los que llevan uniformes son dementes y peligrosos. Y que los que visten sotanas y se llaman hijos de Cristo son los más dementes, hipócritas y demoníacos de todos.
En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y aunque no es gente de gran entendimiento, en esto no se equivocan, ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática. Pero a la vez presiento que en la poesía y en la locura hay un mismo soplo...
... ¿El soplo de la inocencia ?
¡Y del espanto!
¿Qué piensa de la obra de Artaud, de Lautréamont, de Nerval?
En Artaud la enfermedad influyó en contra de su obra. Pero él no podía alejarse de la locura, era la locura de Satán.
Si Artaud hubiera estado sano habría estudiado la escolástica, ¡hay que estudiar!
El Conde de Lautréamont era un loco perverso. Yo leí su obra y supe de su vida viviendo en el Uruguay. ¡Que hombre pésimo! Se habla entregado a los vicios y hacía con ellos poesía. Era un monstruo. Sólo en él había locura, la del lobo que roe la frente.
Nerval en cambio era bueno. Pero se ahorcó de un farol. Le gustaban las manzanas.
Lautréamont y Artaud me angustian. Su psicología es la de los vagos Yo estaba atraído a ser como ellos, pero me salvé con la misa y los libros santos.
Lautréamont y Artaud también sufrieron. Pareciera que en sus vidas no hubo mucho más que dolor. Y ese dolor lo convirtieron con extraña belleza, quemándose en su propia conciencia, en poesía.
No debemos confundirnos. El sufrimiento de los viciosos no es noble, está muy alejado del de los mártires de Dios.
Me cuesta diferenciar en el sufrimiento y distinguir quienes son los verdaderos mártires, los de Dios o los de los hombres. Pero además, ¿no cree que esa exaltación angustiosa de lo siniestro que encontramos en Artaud y más marcadamente en Lautréamont, adquiere finalmente un sentimiento místico, si aún se quiere culturalmente religioso?
Lautréamont no tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista.
Es cierto que no supo más que de penas, pero no pudo dar con la contrición, ese dolor perfecto ni con la trición (?), ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar una vida penitencial, hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte.
Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa: aunque nombre mucho a Dios, que lo pudiera llevar a la salud espiritual.
¿Usted no quema sus años en este hospicio por buscar su verdad absoluta, ese Dios que lo convierta en el mismo Dios?
Pienso que Lautréamont no hizo en su corta vida con su obra otra cosa que mostrar su desesperada necesidad de amar. Injuriaba a Dios porque lo llamaba en el amor. Exaltaba el mal porque no soportaba la hipocresía del bien.
Tiene pasión por Lautréamont, ¿no es así?
Los Cantos de Maldoror marcaron desde muy temprano mi espíritu. Diría más: mi creencia de que la poesía es la posibilidad del hombre para vencer el miedo a la locura y a la muerte surgieron tras la lectura de ese libro. Voy a decirle algo que lo hará pensar. Es un secreto que he mantenido hasta hoy. Yo, a pesar de todo, quiero al conde de Lautréamont y lo voy a ayudar. Y él me conoce. Como juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara, que intercediera por él ante Dios, que es mi amigo.
Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi estaba como despojándose del sueño, con agua y con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Se mantenía muy quieto, acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: "Lautréamont, Lautréamont —le dije—, soy Fijman".
El se acercó y dijo que me quería, que seríamos muy amigos ahora en el mar, porque los dos habíamos sufrido sobre la tierra. Pero no lloramos, nos abrazamos y permanecimos una eternidad en silencio.
Recuerda cómo era. Nadie pudo hablar de él con exactitud, y hasta se duda de que haya vivido.
Tenía ojos celestes de gato. Alto, varios metros. La piel azul y las manos huesudas.
Yo soñé una vez que tenía colmillos y plumas hasta los tobillos.
Sí. Fino elegante, pero con una dentadura tremenda, probablemente un vampiro. Debe estar ahora no en el Infierno sino en el Hades que es el reino de la muerte.
¿Cuál fue el peor de sus pecados?
La soberbia. Se negó a ser un niño. Es lo que deduzco de sus escritos, donde se hacen sentir su soledad y su desesperanza.
Duele estar solo, mientras el corazón se apaga.
Yo también lo estoy, aunque pienso que he encontrado en usted una buena amistad. Somos amigos —no es así?
Para mí usted es un maestro al que respeto porque se consume en su propio desierto, ¿me entiende? Y he llegado a quererlo mucho.
¿Puedo pedirle un favor?
Sí.
Sé que dentro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte, porque ya estoy muerto en Cristo, sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los internos... ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía; quiero estar hermoso, digno... Además va a estar ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor ni me rechazó... ¿Se ocupará de mí cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No deje que me destrocen, ¿me lo promete?
Se lo prometo... ¿Recuerda que escribió "es muy larga la noche del corazón"?
Fue hace unos años... Nunca imaginé que duraría tanto esa noche: tampoco que serían mis días los de un poeta en el hospicio.
Hospital Borda, noviembre de 1968
Tiene pasión por Lautréamont, ¿no es así?
Los Cantos de Maldoror marcaron desde muy temprano mi espíritu. Diría más: mi creencia de que la poesía es la posibilidad del hombre para vencer el miedo a la locura y a la muerte surgieron tras la lectura de ese libro. Voy a decirle algo que lo hará pensar. Es un secreto que he mantenido hasta hoy. Yo, a pesar de todo, quiero al conde de Lautréamont y lo voy a ayudar. Y él me conoce. Como juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara, que intercediera por él ante Dios, que es mi amigo.
Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi estaba como despojándose del sueño, con agua y con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Se mantenía muy quieto, acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: "Lautréamont, Lautréamont —le dije—, soy Fijman".
El se acercó y dijo que me quería, que seríamos muy amigos ahora en el mar, porque los dos habíamos sufrido sobre la tierra. Pero no lloramos, nos abrazamos y permanecimos una eternidad en silencio.
Recuerda cómo era. Nadie pudo hablar de él con exactitud, y hasta se duda de que haya vivido.
Tenía ojos celestes de gato. Alto, varios metros. La piel azul y las manos huesudas.
Yo soñé una vez que tenía colmillos y plumas hasta los tobillos.
Sí. Fino elegante, pero con una dentadura tremenda, probablemente un vampiro. Debe estar ahora no en el Infierno sino en el Hades que es el reino de la muerte.
¿Cuál fue el peor de sus pecados?
La soberbia. Se negó a ser un niño. Es lo que deduzco de sus escritos, donde se hacen sentir su soledad y su desesperanza.
Duele estar solo, mientras el corazón se apaga.
Yo también lo estoy, aunque pienso que he encontrado en usted una buena amistad. Somos amigos —no es así?
Para mí usted es un maestro al que respeto porque se consume en su propio desierto, ¿me entiende? Y he llegado a quererlo mucho.
¿Puedo pedirle un favor?
Sí.
Sé que dentro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte, porque ya estoy muerto en Cristo, sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los internos... ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía; quiero estar hermoso, digno... Además va a estar ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor ni me rechazó... ¿Se ocupará de mí cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No deje que me destrocen, ¿me lo promete?
Se lo prometo... ¿Recuerda que escribió "es muy larga la noche del corazón"?
Fue hace unos años... Nunca imaginé que duraría tanto esa noche: tampoco que serían mis días los de un poeta en el hospicio.
Hospital Borda, noviembre de 1968
Aporte de Carlos Artusa
"la poesía es la posibilidad del hombre para vencer el miedo a la locura y a la muerte"...
He conocido a este hombre gracias a ti, en una "larga noche del corazón".
Te debo un café.
Carlos
impresionante!!!!
Interesante. Existe también por ahí, quizás se encuentre, un semireportaje a Arlt que es muy bueno (me gusta Arlt, es tan sórdidamente elegante), también un reportaje a Panero, que también está hospiciando sus poemas (creo que aún vive, mi cadena de información se ha roto con el tiempo y estoy desgajadamente separado de la evidencia).
Coincido acerca de Lautremont, también con lo dicho de Artaud, sus manifiestos son pesadas lozas que aplastan su poesía, lamentablemente, y aunque también es visualiza al genio en todos sufre tanto mi lógica al adecuarse a ellos que leerlos me da espectaculares migrañas.
Gracias a dios (nada más conveniente que agradecerle a un dios de domicilio desconocido para evitar nos cobren el favor recibido), gracias a dios por los mágicos dedos de mi mujer cuando masajea mis sienes. Supongo que es lo que evita me separe de mi nombre.
Un abrazo, siempre he pensado que la cordura es una anormalidad insuficiente, por eso mayoría.