Joaquín Giannuzzi: Varios textos que ahora sí me gustan

13 de septiembre de 2013




Noticias

Cuando la comedia humana se pone movida
los periódicos
abundan en golpes de estado, huelgas generales,
crímenes, bodas, insurrecciones y muertes terribles.
Del basurero de la historia no colman la medida.
Sin embargo,
¿quién consagró estos hechos?

Esta mañana el viento
golpeó en algunas ventanas.
Un hombre y un perro cruzaron la calle.
María reclinó la cabeza a las tres de la tarde.
Nadie contó estas verdades.

No hay sucesos pequeños.
En el taller de mi esquina, cuando amanecía,
un obrero puso en marcha un motor.
Nadie habló de ese gesto oscuro.
Pero a partir de entonces
infinitas cosas se pusieron a funcionar a causa suya.
Así, de simple y rico,
y tan fecundo hacia distintas direcciones
el menor movimiento de tu mano.


E = M C ²

Einstein abrió la ventana
hacia la noche clara de verano.
El universo era demasiado
aún para un hombre como él.
Qué difícil meterlo en el cerebro;
los delicados muros
del cráneo le rompía, estremeciendo
los agudos, dramáticas finales
de los restantes huesos.
Extrañamente en ese andar había leyes,
pero la Ley era un escándalo secreto
una remota lucidez
cuyo sentido estaba huyendo
desde cualquier lugar hacia ninguno.
Se reveló, no obstante,
por gracia de este hombre
que abría su ventana hacia la noche,
una posible síntesis terrestre:
cabía en cuatro cifras tan culpables
que hacían sospechosa la inasible
profundidad del cielo: la muerte
quedaba desde entonces liberada
como esencial finalidad del cosmos.


Ni ángel ni rebelde

No arriesgó nada
no practicó la irreverencia
no mordió el sexo del paraíso
no padeció la pesadilla de vivir
no aulló por falta de demonios en el vientre
no enturbió el agua de ninguna academia
no gozó la locura de la realidad
no destruyó su propia fisiología
no reveló lo insensato de la sensatez
no orinó ni escupió ni eyaculó fuera de foco
no hizo de la palabra la enemiga total
no metió ningún dedo en la llaga
de ninguna cosa hizo destino
no tuvo miedo de sí mismo
no metió mundo ni absoluto en sus venas
no arrulló entre sus brazos una bomba ni siquiera pacífica
no tuvo pensamiento ni ademanes
ni colores militantes
no se encamó con el monstruo de sí mismo
no hizo del vacío una utopía
no amó ni para nacer ni para morir
no telefoneó al otro mundo, no arrojó
bocanadas de sangre sobre el orden y el lenguaje.
Fue correcto adecuado municipal y obvio
o sea una buena persona en el peor sentido de la palabra.


Perplejidades al amanecer

I

Un mínimo de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.

II

Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.


El poeta standard

El poeta pequeño
se despierta en estado de alerta:
las palabras que amontonó en la noche
se le hacen imposible de retener
y corre a sentarse a la mesa al amanecer.
Así que a lo largo del día
suelta incesantes imágenes continuas,
olvida el desayuno
y otras necesidades menores del destino.
En resumen, un frenesí creador
pero de resultado artístico dudoso.
¿Pero quién podría decirlo, diseñar lo perdurable,
medir la exacta distancia
entre el entusiasmo y su obra?
¿Por qué el día habría de quedar perdido?
Lo que importa es poner huevos
no en eternidad sino en el tiempo:
allí donde los errores, rotas las cáscaras,
deben rendir cuentas a la luz.












Obra poética, Buenos Aires, Emecé, 2000
Fuente foto




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