Pascal Quignard: De deo ignoto (fragmento)
5 de mayo de 2015
Meister Eckhart dice en uno de sus más bellos sermones que María Magdalena se sintió horriblemente decepcionada: Allí donde esperaba ver a Jesús vio a dos ángeles, allí donde esperaba a uno vio a dos, allí donde esperaba la eternidad encontró el tiempo, allí donde esperaba la antigua unión descubrió el lenguaje.
¿Por
qué las mujeres, los hombres, fueron llevados a hacer que regresara después de
la vida, en el seno de un Padre que a su vez oficia en el fondo de la noche de
la muerte, el desconocido que los engendró tras haberse desnudado durante la
escena que no pueden haber visto puesto que son su efecto?
¿Por
qué un Padre único después de la muerte? Porque fue forzosamente único antes de la concepción.
Magdalena,
la santa pecadora, se decepciona porque no hay una unidad que se levante frente a su cuerpo, ante la piedra removida
del Dios muerto. Es llevada de nuevo al mundo viviente donde no hay lengua
natural que no insinúe de inmediato en el cuerpo la separación, la
interlocución, la guerra civil.
Los
héroes de Homero todavía manifestaban histéricamente esos desdoblamientos
socráticos, aun cuando no tomaran la forma de “monólogos” interiores. Siempre
se trataba de “diálogos” que el aeda cantaba en el interior del cuerpo del
héroe. Una voz alucinógena se dirigía al héroe y le aconsejaba extensamente
sosteniendo discursos, dialogando con su corazón, con su hígado, con su
aliento, con su valor, como un hombre con un hombre. Hay dos dioses
desconocidos. Hay dos agnostos theos. Hay dos deus ignotus. Hay dos sexos que
de inmediato difieren como los Manes, es decir que prescriben de inmediato, en el
instante del nacimiento a la segunda vida, la diferencia sexual como destino
tenaz y sempiterno. Siempre soñamos con uno solo –que es el otro.
En Morir por pensar, XXVII
Ultimo reino, IX
Buenos Aires, El cuenco de plata, 2015
Traducción: Silvio Mattoni