Salman Rushdie: Sufiya Zenobia

29 de julio de 2010






Lo repito: no hay lugar para los monstruos en una sociedad civilizada. Si esas criaturas vagan por el mundo, lo hacen por su borde más remoto, confinados a la periferia por las convenciones de la incredulidad... Pero, una vez cada mil años, algo se tuerce. Nace una Bestia, un "milagro-que-sale-mal", dentro de las ciudadelas de la propiedad y del decoro. Ese era el riesgo de Sufiya Zenobia; que ocurrió, no en un desierto de basiliscos y demonios, sino en el corazón del mundo respetable. Y, como resultado, ese mundo hizo un enorme esfuerzo de voluntad para desconocer la realidad de ella, para evitar llevar las cosas a un punto en que habría que enfrentarse con ella, avatar del desorden, expulsarla... porque su expulsión habría dejado al descubierto lo-que-no-debe-saberse-por-ningún-concepto, a saber, la imposible verdad de que la barbarie puede crecer en suelo cultivado, de que el salvajismo puede estar escondido bajo la camisa bien planchada de la decencia. Que ella era, como había dicho su madre, la encarnación de la vergüenza de todos. Comprender a Sufiya Zenobia sería hacer añicos, como si fuera cristal, la opinión que esas personas tenían de sí mismas; y por eso, naturalmente, no querían hacerlo, no lo hicieron, no durante años. Cuanto más poderosa se hacía la Bestia, tanto mayores eran los esfuerzos por negar su existencia misma... Sufiya Zenobia vivió más que la mayoría de los miembros de su familia. Hubo algunos que murieron por su causa.






Transcripción de Vergüenza
Trad. Miguel Sáenz
Barcelona, Plaza & Janés, 1997



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