Miguel Sáenz: Traducir a W. G. Sebald (entrevista)

12 de octubre de 2009

Por Jorge Carrión



¿Cómo fue su primer contacto con la literatura de Sebald?

La primera vez que llegó a mis manos un libro de Sebald fue a mediados de los ochenta, concretamente, Die Ausgewanderten (“Los emigrados”)...

Es de 1992...

Tienes razón... Lo debí leer entonces a principios de los noventa... En aquella época solía hacer informes de lectura para la editorial Alfaguara y mi juicio al respecto fue claro: era un libro interesante, curioso y muy bien escrito, pero del que, en español, no se vendería más de una veintena de ejemplares. Tengo que decir en mi descargo que el libro había sido publicado en la exquisita colección “Die Andere Bibliothek” (La Biblioteca Distinta), creada por Hans Magnus Enzensberger y el editor/artista Franz Greno, uno de cuyos lemas era “El lujo no es un crimen”. En esa colección se publicó años más tarde alguna obra de éxito notable (como El último mundo de Christoph Ransmayr o Mentiras piadosas de Irene Dische), pero, por lo general, sus libros han seguido siendo desconocidos.

¿Pensó entonces que le interesaría traducirlo?

No, porque, sencillamente, su publicación no me parecía viable.

Efectivamente, cuando Debate introduce a Sebald no tiene mayor repercusión. Hasta el cambio de siglo no cambia el contexto de recepción y su obra se torna “imprescindible”. ¿A qué atribuye ese cambio?

Se lo atribuyo a Susan Sontag. Ella hizo de Sebald un autor de culto, no sólo en los Estados Unidos sino en el mundo entero.

Antes de la publicación de Del natural por parte de Anagrama, circuló en algunas revistas españolas “Contra natura” como traducción de “Nach der Natur”. ¿Podría explicar por qué “del natural” es la opción correcta?

“Contra natura” es un disparate. Dejando aparte que “nach der Natur” significa normalmente “del natural”, no hay más que leer el texto de Sebald: en el capítulo VI de la primera parte, al hablar de la Crucifixión de Basilea, Sebald dice: “Probablemente, Grünewald pintó del natural y recordó...”, refiriéndose al eclipse de 1502.

Desde un punto de vista métrico y retórico, ¿cómo definiría el poema narrativo de Sebald? ¿cuáles fueron sus decisiones en español a este respecto?

Sebald lo definió muy bien al llamarlo “Elementargedicht”, es decir “poema elemental”. Yo preferí la palabra “rudimentario”, porque me pareció que correspondía mejor a su intención. En realidad se trata de prosa poética, muy próxima a veces a la habitual de Sebald. La poesía está en el ritmo, el lenguaje (a veces arcaizante), alguna cita oculta, el interjuego entre los motivos de tres relatos aparentemente muy distintos... Por cierto, al hojear el libro, he encontrado una errata en los versos de Virgilio que encabezan el último: “cadunt altis des montibus umbrae” debe ser, evidentemente, “cadunt altis de montibus umbrae”.

Donde sí hay un cambio de título con respecto al original alemán es en "Sobre la historia natural de la destrucción", porque el libro se llama "Literatura y guerra aérea". Se trata de un cambio debido al hecho de que en inglés fue ese su título, ¿verdad?

El título alemán del libro, que era el de las conferencias pronunciadas por Sebald en Zurich en 1997, fue “Guerra aérea y literatura”. Y “La historia natural de la destrucción” no es un título de Sebald sino de Solly Zuckerman, que quería llamar así a un reportaje sobre la destrucción de Colonia que nunca llegó escribir. (Sebald, en un artículo publicado póstumamente con ese título en “The New Yorker”, el 4 de noviembre de 2002, cuenta que Lord Zuckerman sólo recordaba ya la imagen de la catedral, totalmente ennegrecida y la de un dedo humano que encontró en un montón de escombros). La traducción inglesa de Anthea Bell, con muy buen acuerdo, se llamó en 2003 “On a Natural History of Destruction” y la utilización de ese título en España fue decisión de la Editorial Anagrama, con la que estuve de acuerdo al cien por cien porque el título era imbatible.

¿Qué opina sobre las traducciones inglesas de Sebald?

Son espléndidas. Sebald, a quien la traducción preocupaba mucho (fue el fundador del prestigioso British Center for Literary Translation de la universidad de East Anglia), tuvo suerte, o mucha vista, con sus traductores. Primero fue el poeta Michael Hulse; luego (Del Natural) Michael Hamburger, amigo, estupendo poeta y personaje de Los anillos de Saturno; y luego (a partir de Austerlitz), Anthea Bell que, al menos como traductora, no tiene absolutamente nada que envidiar a los anteriores.

¿Hasta qué punto ha tenido en cuenta las traducciones al inglés a la hora de abordar las suyas?

Siempre que puedo echo una ojeada a las traducciones inglesas. Concretamente en el caso de Del natural, con motivo de un proyecto de la Editorial Turner para hacer una edición bilingüe del poema, que iba a llevar aguatintas de Jan Hendrix, realicé un cotejo minucioso de mi traducción con la de Hamburger. Ello me sirvió para detectar errores míos y descubrir soluciones a veces mucho más felices. También encontré algún –raro- desliz en el texto inglés, como cuando, al final, al describir “La batalla de Alejandro” de Altdörfer, el texto inglés dice “the shadows already graze / the cypresses”, cuando la simple contemplación de la pintura muestra que Sebald no se refiere a ningún ciprés sino a la isla de Chipre, que aparece en perspectiva ante Egipto.

No se puede decir lo mismo de las traducciones al castellano que no han sido responsabilidad suya, hasta el propio Sebald llegó a quejarse de ellas, si no estoy mal informado...

Puedo decir muy poco de otras traducciones al castellano, que realmente no conozco. Sin embargo, no creo que puedan descalificarse en bloque.

¿Cómo le llegó el encargo de traducir Austerlitz? ¿Cómo definiría la experiencia de hacerlo?

Me lo propuso la editorial Anagrama y me envió el libro. Lo leí e inmediatamente decidí que quería traducirlo. Todavía hoy, Austerlitz me sigue pareciendo la obra más perfecta y característica de Sebald, la que hay que recomendar a quien quiera conocerlo. En cuanto a la experiencia de traducirla, fue muy satisfactoria, pero traducir a Sebald es un desafío también, en muchos sentidos. Además del problema de las numerosas investigaciones necesarias, estaba el de la prosa sebaldiana en sí, tan bernhardiana a veces que estaba seguro de que me acusarían de traducir a todo el mundo igual. Sin embargo, los traductores, que tantas veces cometemos delitos impunemente, estamos acostumbrados también a cargar con culpas que no son tales.

¿En qué consistió exactamente esa investigación?

Habría que hablar más bien de investigaciones, en plural. Sebald era un hombre tan culto y de tal variedad de intereses que traducirlo puede volver loco a quien no tenga cierto espíritu científico. Nada más empezar Austerlitz, lleva al lector al Nocturama del zoológico de Amberes (lo que no plantea muchas dificultades, porque distinguir entre jerbos, zarigüeyas, lirones y lémures está al alcance de cualquiera), pero enseguida compara el Nocturama con la vecina Centraal Station. Yo, por casualidad, conocía ambos lugares, y además las fotografías siempre ayudan. Sin embargo, un par de páginas más tarde estaba ya con fortificaciones militares, y la terminología no era nada habitual. Más que el Google (“San Google” para el traductor) me ayudó el Vocabulario Militar de 1849 del Brigadier D. Luis Corsini, para poder introducir con desparpajo términos como escarpa y falsabraga, glacis o revellín. Etcétera. El traductor de Sebald puede encontrarse hablando de mariposas que llevan el bonito nombre de feosias trémulas, catocalas negras, vespertilias, partenias o hepiálidas, como si las conociera de toda la vida, o bien adentrarse en la cartografía lunar (Riccioli, Casini, Tobias Mayer...), y ay de él si confunde, lo que no es difícil, a Hevelius con Helvéticus.

En cuanto a la influencia (reconocida por Sebald), de Bernhard... ¿Qué elementos estilísticos son tan bernhardianos?

De Bernhard creo que se aprecian ecos, sobre todo, en la longitud de la frase, la musicalidad, una sintaxis a veces torturada y la interacción entre autor/narrador y narradores/personajes (“y de esa amistad surgió, por decirlo así como es natural, me dijo Vera, dijo Austerlitz, el que ella, Vera, que, a diferencia de Agáta y Maximilian, podía disponer en gran medida de su tiempo, se ofreciera...”).

No sabrá usted por casualidad de quiénes son las fotos de los filósofos que han hurgado en la oscuridad, reproducidas en las primeras páginas de Austerlitz...

Los ojos son del pintor Jan Peter Tripp, buen amigo de W.G. Sebald y del filósofo Jean Améry. Por cierto, el libro Unerzählt (No narrado), publicado póstumamente, contiene 33 “micropoemas” de Sebald y 33 litografías (“paisajes de ojos”) de Tripp (Rembrandt, Proust, Beckett, Borges, Francis Bacon, Truman Capote, Burroughs, Jasper Johns...).

Y Javier Marías, entre otros. Ha sido traducido al inglés, en una edición también preciosa, pero no al castellano. De hecho, una de las dimensiones todavía por explorar de la obra de Sebald es la poética. En su obra en prosa se pueden detectar citas de sus propios poemas, tanto los de esa obra como los de la anterior For years now, que publicó primero en inglés con ilustraciones psicodélicas de Tess Jaray. El hecho que, al menos de momento, nadie se atreva con esas obras supone una traba a la recepción completa del autor. Otra cuestión que quería plantearle es la de sus ensayos académicos: en Pútrida Patria aparece una selección de sus dos libros mayores de ensayos. ¿Qué va a ocurrir con el resto de los textos?

No tengo la menor idea.

¿Qué criterio se siguió para seleccionar esos ensayos y no los demás?

Dado el carácter especializado de esos ensayos, la selección editorial se basó, previo asesoramiento, en el conocimiento previo por el lector español de los autores tratados.

¿Cuáles han sido los pasajes o los momentos de la obra de Sebald que le han resultado más difíciles o más deslumbrantes?

La verdad es que traducir a Sebald no es una alternancia de momentos de desesperación y exaltación, sino una ocupación más bien plácida e (intelectualmente) remuneradora. Recuerdo, sin embargo, el especial placer que me produjo descubrir que la oscura alusión del capítulo V de la primera parte de Del natural a “otro hombre santo del último día” se refería a Alois Irlmaier y sus profecías, que hasta entonces desconocía por completo. Quizá sea este libro en definitiva el que más me ha gustado traducir, especialmente al buscar por Internet reproducciones de los cuadros de Grünewald y comprobar la exactitud de las descripciones y referencias sebaldianas.

¿Qué añaden los textos de Camposanto a la percepción de Sebald en España?

Campo Santo se divide en dos partes. La primera contiene cuatro fragmentos de una novela sobre Córcega que Sebald nunca acabó. Son textos de una prosa excelente que, sin embargo, no permiten hacerse una idea de la estructura final del libro. En la segunda parte, que reúne ensayos dispersos, hay alguno claramente académico, pero en su mayoría son típicos del mejor Sebald, que a veces podía ser sumamente duro en sus juicios. Al lector español le interesarán más, sin duda, los que se refieren a escritores que conoce bien: Kafka, Nabokov, Chatwin... A mí me gusta mucho el brevísimo discurso de ingreso en la Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung: Sebald cuenta que una vez soñó que era denunciado como traidor a su país y como impostor.

¿Qué ha aprendido de la experiencia de traducir a Sebald?

En cuanto a lo que he aprendido (y sigo aprendiendo) al traducir a Sebald es a conocer mucho mejor a uno de los grandes autores de la literatura contemporánea. Mi admiración no deja de aumentar.




















Miguel Sáenz en el Instituto Cervantes de Berlín
Foto: Peter Groth





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