Amamos el hueco,
no la inconsistencia de la carne.
Decir que un monje reza
equivaldría a decir:
en los cementerios
las ganancias son rosas
o
todas las rosas
son pestañas de viento
o
amamos los cuerpos
cuando se deshojan
bajo las rosas del sepulcro
o
me amarías si estuviera muerto
o
te amaría
Pero no es un capricho
decir que un monje reza.
Decir al monje es decirnos,
retornar al poema que se esconde
en la negritud del origen, desenterrar al poeta.
Desenterrarnos.
Ya sé,
es tan penoso volver
cuando el desamor es un cuerpo atenazado.
Igual no es un capricho decir que un monje reza.
Por lo menos lo digo, permito que regrese.
Lástima que amemos el hueco
y no la inconsistencia de la carne.
Lástima.
Sería tan bueno
decir un monje alegre.
La tristeza huele
a pan, a torta frita, a mate, a monje,
a poeta escribiéndose en la túnica,
a cuerpo entero.
La tristeza duele.
Fuente: http://www.poeticas.com.ar