Assia Debjar, Sombra sultana (fragmento)
6 de abril de 2008
De la mano de Clara Janés, en La voz de las mujeres acalladas
Madrid, Pliegos Adamar (adamaRamada ediciones), 2008, llego a este texto:
La violación ¿es esto? La gente dice que es tu marido, tu madre dice: "tu amo, tu señor"... Luchas en la cama, descubriéndote un vigor desconocido. Su pecho te aplasta. Te escurres, tratas de escapar de tu peso, te pones cada vez más rígida -brazos espasmódicamente apretados contra los costados- dentro del abrazo. [...] Cierras los ojos, la conclusión se acerca, y reanudas la resistencia. [...] Se avecina el momento en que tendrás que sumergirte. Cerrarte: Ojos, oídos y el fondo del corazón. ¡Dejarte zozobrar!
-¡No tengas miedo, pequeña!- desgrana él palabras incomprensibles-.
¿Es preciso ceder? No, acuérdate de las calles, se prolongan en ti bajo un sol que ha dispersado las nubes [...] vuelves a ver el espacio de afuera donde todos los días navegas. Cuando el falo del hombre te desgarra, espada rápida, gritas e ne el silencio, en tu silencio: "¡No!... ¡no!" Peleas, él te vapulea, tratas de salir a la superficie. "¡Déjate!", susurra la voz en tu sien.
El falo sigue, y la quemadura se aviva en la oscuridad que va matando en ti las imágenes de defensa. No percibes más que un gorgoteo. El macho se ha separado, y tus piernas cuelgan. [...] El hombre ha desaparecido en el cuarto de baño. Al volver, te arroja una toalla, que ya se encima de tus piernas manchadas.
"¡Ve mis piernas! ¡Y ve mi sangre! ¡Ha comprado ese derecho!..."
-¡No tengas miedo, pequeña!- desgrana él palabras incomprensibles-.
¿Es preciso ceder? No, acuérdate de las calles, se prolongan en ti bajo un sol que ha dispersado las nubes [...] vuelves a ver el espacio de afuera donde todos los días navegas. Cuando el falo del hombre te desgarra, espada rápida, gritas e ne el silencio, en tu silencio: "¡No!... ¡no!" Peleas, él te vapulea, tratas de salir a la superficie. "¡Déjate!", susurra la voz en tu sien.
El falo sigue, y la quemadura se aviva en la oscuridad que va matando en ti las imágenes de defensa. No percibes más que un gorgoteo. El macho se ha separado, y tus piernas cuelgan. [...] El hombre ha desaparecido en el cuarto de baño. Al volver, te arroja una toalla, que ya se encima de tus piernas manchadas.
"¡Ve mis piernas! ¡Y ve mi sangre! ¡Ha comprado ese derecho!..."
Assia Debjar, premio de la Paz de la Feria de Frankfurt, 2002