Ingmar Bergman - Linterna mágica (fragmentos)
1 de marzo de 2008
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Märta es creyente y canta con voz potente las esperanzadas canciones. Yo soy incapaz de dominar mi desagrado, odio a Dios y a Jesucristo, sobre todo a Jesucristo que me repugna con su tono, su babosa comunión y su sangre. Dios no existe, nadie puede demostrar que exista. Y si existe es un dios claramente desagradable, mezquino, rencoroso y arbitrario, eso es lo que es Dios. Ahí queda eso. No hay más que leer el Antiguo Testamento, donde se muestra en todo su esplendor. Y que digan que éste es el dios del amor que ama a los hombres... El mundo no es más que una mierda, como dice Strindberg. (Pág. 90)
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La operación salió bien: durante toda mi vida consciente me había debatido en una relación con Dios dolorosa y sin alegría. Fe o falta de fe, culpa, castigo, gracia y condena eran realidades irrefutables. Mis oraciones hedían a angustia, súplica, maldición, agradecimiento, consuelo, aburrimiento y desesperación. Dios hablaba, Dios se callaba, no me arrojes de delante de ti.
Las horas que hizo desaparecer la operación me proporcionaron un dato tranquilizador: tú naces sin un fin, vives sin un sentido, el vivir es su propio sentido. Al morir te apagas. De ser, te transformas en no-ser. No tiene por qué haber necesariamente un dios entre nuestros átomos cada vez más caprichosos.
Este conocimiento me ha proporcionado una cierta seguridad que ha alejado decididamente la angustia y el tumulto. En cambio, yo nunca he negado mi segunda (o primera) vida, mi vida espiritual. (Págs. 217-218)
Trad.: Marina Torres y Francisco Uriz
Buenos Aires, Tusquets editores, 1988