María Julia De Ruschi: «Hija pródiga»

20 de agosto de 2007



¿dónde estoy?
estos cubículos ¿son cuartos?
paredes pardas, húmedas, colchones por el piso
miran el vacío, fuman, o están tirados nomás
todos
por el piso, por ahí, sobre colchones,
una multitud indiferente
voy sonámbula
siento angustia la tarde verde viró al violeta
al morado al negro
y la luz de los televisores es el único resplandor
aquí
trato de tranquilizarme
encontraré un lugar
un poco de silencio
camino, miro o sueño
ha crecido el musgo sobre la indiferencia
lejos, estoy lejos de algún lugar y cerca de ninguno
los televisores atruenan
la luz fluctuante cae sobre ojos sin mirada
¿quién me miraría o me oiría?
el incesante ruido de la calle, las oleadas de autos
de ruedas de colectivos de frenadas de bocinas de autos
una angustia musgo se extiende sobre mis manos
no hagas no vayas no sirve no digas
¡quédate entre nosotros
nadie te lastimará!
busco la casa de mi madre
busco a mi madre
qué bueno este aire frío
la intemperie
voy a la casa de mi madre
llamaré a mi mamá
¡mamá! ¡mamá!
extrañas sílabas
sale una voz rara de mi garganta
ventana con luz
llena de esperanza, voy llegando
la angustia siempre a punto de desbordarme
de hacerme perder el equilibrio
pregunto por ella
está o no está
no se sabe
me responden los sirvientes
¿el anillo? ¿las pruebas?
otra vez multitudes
dentro de un edificio, cubículos
negras ventanas vidrios negros
ojos ciegos
dónde la vida, muerte mía
una cara del otro lado del vidrio
una cara querida del otro lado del vidrio
y con un candor irreprochable le hablo
le hablo
le hablo sin fin
aún espero
aún llamo
todos mutilados o enfermos
miro el vacío en el espejo de su locura
mientras su locura se habla al espejo
¿quién se ahogó?
buscaré para siempre ...
¿quién me sacará de Egipto




(nadie, esa pocilga,
basura y azucenas. Alguien prefiere
la esclavitud a morir en el desierto. Yo saldré...)

intento atar las manos del gigante
dicen que la locura reverdece en primavera
la indiferencia me da
un golpe terrible en la cabeza
y el agua en mi cráneo
se agita, se revuelve, me mareo
se vuelca



dicen que el ayuno
es el único camino
para volver a casa


y no habrá fiesta

















En Salir de Egipto
Buenos Aires, bajo la luna, 2007










2 comentarios:
El Toro de Barro editorial 21 de agosto de 2007, 4:46 a.m.  

Hace mucho que no sé lo que son experiencias como éstas de ese espanto que nos deja la orfandad absoluta, la indiferencia. Tal vez me he acostumbrado a situar mi dolor o mi alegría en una segundo plano, acaso porque una vez contemplado el de esos muchos otros a los que la vida no ofrece más resuello que el justo para sostenerse encima de la mesa,uno acaba relativizando su propia mismidad, que -aunque lo parezca- no es el mejor camino para sentirse un privilegiado. Pero sí recuerdo un tiempo de colchones hacinados en casas okupadas, cuerpos desnudos y agotados de cuyo nombre nunca he de acordarme, y el eco de la pregunta que entonces siempre me asaltaba: "¿qué cojones estoy haciendo aquí?".
Pero hay un verso en este poema que me duele: "Alguien prefiere la esclavitud a morir en el desierto"...Y no me queda otra que bajar la cabeza...

Sergio 21 de agosto de 2007, 12:04 p.m.  

Un poema increíble, un cúmulo de imágenes que vuelven a mí para asaltarme, impresionante, Patricia, esta elección que has hecho.

No me queda más que renovarte mi agradecimiento.

Un abrazo.

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