Ezra Pound - Praise of Ysolt / Alabanza de Isolda

7 de agosto de 2010






Versión de Gerardo Gambolini


En vano me he esforzado en enseñarle
                   a inclinarse a mi corazón;
en vano le he dicho:
“Hay muchos que cantan, mejores que tú.”

Pero llega su respuesta, como vientos y laúdes,
como un vago lamento en la noche
que no me abandona, siempre repitiendo,
                  “una canción, una canción”.

Sus ecos se mezclan en la puesta
buscando siempre una canción.
Mirad, el esfuerzo me ha agotado
y el errar por tantos caminos ha vuelto mis ojos
rojos círculos sombríos, llenos de polvo.
Y sin embargo, hay algo de mí que se estremece al llegar el ocaso
y pequeños elfos palabras rojas gritando: “Una canción”,
pequeños elfos palabras grises gritando "Una canción",
pequeñas hojas palabras marrones gritando: “Una canción”,
pequeñas hojas palabras verdes reclamando una canción.
Las palabras son como las hojas, viejas hojas marrones en primavera
soplando sin saber adónde, buscando una canción.

Palabras blancas como copos de nieve pero frías,
palabras musgo, palabras labios, palabras de arroyos lentos.

En vano me he esforzado en enseñarle
                  a inclinarse a mi alma,
en vano le he dicho:
                   “Hay almas más grandes que tú.”

Porque en el amanecer de mis años vino una mujer
pidiendo, como la luz de luna,
como llama la luna a las mareas,
                     “una canción, una canción”.

Y le compuse una canción y ella se alejó de mí
como hace la luna con el mar,
pero aún vinieron las palabras hojas, las pequeñas palabras elfos marrones
diciendo: “El alma nos envía.”
                       “una canción, una canción!”
Y en vano les grité : “No tengo una canción
pues aquella que quien cantaba se alejó”.

Pero mi alma envió a una mujer, una mujer prodigiosa,
una mujer como fuego en los pinares
                  reclamando “Una canción, una canción”
como gime llama a la savia.
Mi canción se inflamó por ella y ella se alejó de mí;
a nuevos bosques, así se fue, como deja la llama los rescoldos
y conmigo quedaron las palabras
                  siempre repitiendo “Una canción, una canción”.

Y yo “No tengo una canción”
hasta que el alma me envió a una mujer como el sol:
Sí, como el sol llama a la simiente,
como la rama en primavera
así es ella, la que vino , la madre de los cantos,
la que guarda en sus ojos palabras prodigiosas
las palabras, pequeños elfos palabras
                   que me siempre me reclaman
                   Una canción, una canción”.

En vano me he esforzado en enseñarle
                 a inclinarse a mi alma.
¿Qué alma se inclinaría
                   estando tú en su corazón?





Versión de Isabel Fraire


 
En vano he intentado
                   enseñar a mi alma a doblegarse;
en vano le repito:
“Muchos cantores hay más grandes que tú.”

Pero viene su respuesta, como vientos y sonidos de laúd,
como vago llamado en la noche
que no me deja descansar, diciendo siempre,
                  “Canto, un canto.”

Sus ecos se entrelazan en el crepúsculo
buscando siempre un canto,
y he aquí que estoy gastado y fatigado
y el vagar por tantos caminos ha hecho que mis ojos sean
como rojos círculos oscuros llenos de polvo.
Y sin embargo tiemblo en el crepúsculo,
y palabritas elfos rojos gritando: “Un canto,”,
palabritas elfos grises exigiendo un canto,
palabritas hojas cafés gritando: “Un canto”,
palabritas hojas verdes pidiendo un canto.
Las palabras son como hojas, viejas hojas oscuras
         en primavera
llevadas por el viento, sin saber a dónde, buscando un canto.

Palabras blancas como copos de nieve pero son frías.
Palabras musgo, palabras labios, palabras corrientes lentas.

En vano he intentado
                  enseñar a mi alma a doblegarse,
en vano le he insistido:
                   “Hay almas más grandes que tú.”

Porque en la mañana de mis años vino una mujer
llamando como luz de Luna,
como llama la Luna a la marea,
                     “Canto, un canto.”

Por lo cual le hice una canción, y me dejó
como al mar deja la Luna
pero seguían viniendo las palabras hojas, palabritas elfos cafés
diciendo: “El alma nos envía.”
                       “Canto, un canto!”
Y en vano les gritaba: “Ya no tengo canción
porque aquella que cantaba me ha dejado.”

Pero mandó mi alma una mujer, una mujer de extraña maravilla,
una mujer como fuego sobre bosques de pinos
                  gritando siempre: “Canto, un canto.”
Como llama el fuego a la savia.
Mi canto se incendió con ella, y me dejó
como al rescoldo abandona la llama así fue en busca
          de bosques nuevos
y las palabras estaban conmigo
                  gritando siempre: “Canto, un canto.”

Y yo: “No tengo canto”,
hasta que mi alma envió una mujer como el sol:
sí, como el sol llama a las semillas,
como la primavera sobre las ramas
así es la que viene, la madre de los cantos,
la que tiene en los ojos palabras de maravilla
las palabras, palabritas elfos
                   que me llaman siempre,
                    “Canto, un canto.”

En vano he luchado con mi alma
                 para enseñarle a doblegarse.
Qué alma se doblega
                   cuando te tiene en su corazón?




Versión de E.L.Revol
 

En vano he luchado
para enseñarle a mi corazón a reverenciar;
En vano le he dicho:
“Hay muchos cantores mayores que tú”.
Pero su respuesta viene, como los vientos y como son de laúd,
como un vago lamento en la noche
que no me da reposo, diciéndome siempre:
“Canción, una canción”.

Sus ecos, jugando, se entrelazan en el crepúsculo
buscando siempre una canción.
¡Miradme! Estoy rendido de tantas tareas
y errando por tantos caminos mis ojos
se han vuelto como oscuros círculos rojos llenos de polvo.
Aunque todavía algo tiembla en mí, durante el crepúsculo,
y rojas palabras duendecillos claman: “¡Una canción!”
y grises palabras duendecillos claman por una canción,
y amarillas palabras hojas claman: “¡Una canción!”
Y verdes palabras hojas claman por una canción.
Las palabras son como hojas, viejas hojas amarillentas en la primavera,
Que vuelan sin saber a dónde, buscando una canción.

Blancas palabras como copos de nieve pero nada frías,
palabras de musgo, palabras de labios, palabras de lentas corrientes.

En vano he luchado
para enseñarle a mi corazón a reverenciar,
en vano le he aducido:
“Hay almas mayores que tú”.

Pues en la mañana de mis días llegó una mujer
atrayente como la luz de la luna;
como la luna atrae a las mareas:
“Canción, una canción”.
Y por eso le hice una canción y ella se alejó de mí
como la luna del mar,
pero aún vinieron las palabras hojas, las amarillentas palabras duendecillos,
diciendo: “El alma nos envía”.
“¡Una canción, una canción!”
Y en vano les grité: “No tengo ninguna canción,
pues aquella a quien canté se ha alejado de mí”.

Pero mi alma envió una mujer, una mujer del pueblo maravilloso,
una mujer como fuego en los bosques de pinos,
clamando: “Canción, una canción”.
Como la llama clama en la savia.
Mi canción ardió en ella, y ella se apartó de mí
como la llama deja los carbones así se fue hacia nuevos bosques
y las palabras conmigo quedaron
clamando siempre: “Canción, una canción”.

Y yo les dije: “No tengo ninguna canción”,
hasta que mi alma envió una mujer como el sol;
sí, como el sol que llama a la semilla,
como la primavera sobre la rama,
así es la que viene, la madre de las canciones,
aquella que lleva las palabras maravillosas en sus ojos,
las palabras, las palabras duendecillos
que siempre me reclaman:

“Canción, una canción”.
En vano he luchado
para enseñarle a mi corazón a reverenciar.
¿Qué alma se inclinaría
mientras en su corazón estés tú?




Praise of Ysolt


In vain have I striven,
to teach my heart to bow;
In vain have I said to him
“There be many singers greater than thou”.
But his answer cometh, as winds and as litany,
As a vague crying upon the night
That leaveth me no rest, saying ever,
“Song, a song”.

Their echoes play upon each other in the twilight
Seeking ever a song.
Lo, I am worn with travail
And the wandering of many roads hath made my eyes
As dark red circles filled with dust.
Yet there is a trembling upon me in the twilight,
And little red elf words crying “A song”,
Little grey elf words crying for a song.
Little brown leaf words crying “A song”.
Little green leaf words crying for a song.
The words are as leaves, old brown leaves in the spring time
Blowing they know not whither, seeking a song.

White words as snowflakes but they are cold,
Moss words, lip words, words of slow streams.

In vain have I striven
to teach my soul to bow,
In vain have I pled with him:
“There be greater souls than thou”.

For in the morn of my years there came a woman
Aa moonlight calling,
As the moon calleth the tides,
“Song, a song”.
Wherefore I made her a song and she went from me
As the moon doth from the sea,
But still came the leaf words, little brown elf words
Saying “The soul sendeth us.”
“A song, a song!”
And in vain I cried unto them “I have no song
For she I sang of hath gone from me”.

But my soul sent a woman, a woraan of the wonder-folk,
A woman as fire upon the pine woods
crying, “Song, a song.”
As the flame crieth unto the sap.
My song was ablaze with her and she went from me
As flame leaveth the embers so went she unto new forests
And the words were with me
crying ever “Song, a song.”

And I “I have no song”,
Till my soul sent a woman as the sun:
Yea as the sun calleth to the seed,
As the spring upon the bough
So is she that cometh, the mother of songs,
She that holdeth the wonder words within her eyes
The words, little elf words
that call ever unto me,

“Song, a song”.
In vain have I striven with my soul
to teach my soul to bow.
What soul boweth
while in his heart art thou?



Ezra Pound, Personae, 1908-1910

Photo: Fortograph of Ezra Pound, 1917 -by Alvin Langdon Coburn


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