Miguel Ruibal a partir de un texto de Emile Cioran

27 de julio de 2009











Emile Cioran -
La perduta gente

¡Qué idea tan ridícula, construir círculos en el infierno, variar por compartimentos la intensidad de las llamas y jerarquizar los tormentos! Lo importante es estar allí: el resto, simples florituras o... quemaduras. En la ciudad de arriba prefiguración más dulce de la de abajo, cortadas ambas por el mismo patrón , lo esencial, igualmente, no es ser algo en concreto rey, burgués, jornalero , sino adherirse o sustraerse a ella. Podéis sostener tal idea o tal otra, tener una posición o arrastraros; pero, desde el momento en que vuestros actos y vuestros pensamientos sirven a una especie de ciudad real o soñada, sois idólatras y prisioneros. El más tímido empleado como el anarquista más fogoso, llevados por intereses diferentes, viven en función de ella: son los dos interiormente ciudadanos, aunque el uno prefiera sus zapatillas y el otro su bomba. Los «círculos» de la ciudad terrestre, igual que los de la ciudad subterránea, encierran a los seres en una comunidad condenada y les arrastran a un mismo desfile de sufrimientos en el que sería ocioso buscar matices. Quien da su aquiescencia a los asuntos humanos bajo cualquier forma, sea revolucionaria o conservadora se consume en una delectación lamentable: mezcla sus noblezas y sus debilidades en la confusión del devenir...

Al que no consiente, de este lado o del otro de la ciudad; a quien le repugna intervenir en el curso de los grandes y de los pequeños sucesos, todas las modalidades de la vida en común le parecen igualmente despreciables. La historia no sabría presentar a sus ojos más que interés pálido de decepciones renovadas y de artificios previstos. Quien ha vivido entre los hombres y acecha todavía un solo acontecimiento inesperado, ése no ha comprendido nada y nunca comprenderá nada. Está maduro para la Ciudad: todo debe serle ofrecido, todos los puestos y todos los honores. Tal es el caso de todos los hombres y eso explica la longevidad de este infierno sublunar.


En Breviario de podredumbre (1949)
Traducción Fernando Savater (1971)




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