Samuel Beckett: Sueño con mujeres que ni fu ni fa (fragmento)
12 de diciembre de 2011
Alba suspiró. Calderilla para chuches. Para suspirar a solas de ese modo, dolorida, con la copa de coñac en la mano, concentró la vista en él, arrancó las enaguas y perifollos de su mirada, desplegó las garras y soltó los corchetes de su cerebro, que se abrieron y se clavaron en el gañán. O dicho de otro modo: lo hizo para asomarse a la ventana más alta de la torreta, para que las aves acudieran a ella volando en la noche, y fue tal como Florina en la alta ventana, entonando su cantinela de modo que las aves, posándose furtivamente en el gran ciprés de las espadas y las dagas, batieran de súbito las alas, revoloteando con presteza. Y entonces emitieron el graznido exangüe: Nunca supe lo que era el Amor hasta que te conocí, y tú me conociste a mí, tralarí. Y que no haya un azor digno de mí en toda la bandada...
¡Trincapollas!*, suspiró Alba levantando la copa. Pero si es que todos los hombres son homosexis, ojalá hubiera nacido lesbiana.
Cuanto antes, a la vista estaba que no, se convirtiera en Mie-Souillon** y durmiese y llorase en una Cámara de los Ecos y se comiera crudos a los astrólogos y a los médicos, tanto mejor, para la vertuchou!*** Ya, pero ¿se lo permitiría su salud? No, su salud no iba a aguantar. Antes debe fortalecerse un poco, llevar una vida más sana, tomar un reconstituyente y dar un paseíto diario por los jardines. Entonces se vestiría con los andrajos de su Venerilla, su sirvienta, su mugrienta, y emprendería el camino.
Emprendería el camino por el bosque tomándose su tiempo. Nada de forzar el paso. Las aves se esparcirían sangrantes por las copas de los árboles. El bullicio de las aves en desbandada la guiaría hasta la miel.
Pero ¿qué miel? No levantaban el vuelo, las alas hechas jirones, no llegaría a verlas, a la desesperada se diseminaban y a duras penas se mantenían en el aire entre las ramas traicioneras, cual bandada de polluelos lastimados abriéndose paso a trancas y barrancas. En el ardor de sus empeños pierden las vergüenzas al pasar por el cedazo, nada pueden hacer para evitarlo, un rocío de blancas heces se filtra al caer entre el verdor de la luz, empapa las hojas, el bullicio de sus empeños la guía al reino de miel. Pero ¿qué miel? ¿La miel verde de Circe? Por desgracia, de eso una pinta, y de propina un bidón de bilis, sal en mi boca por siempre jamás.
Introdujo la mano en las entretelas del sombrero como si fuera un manojo de hierba que crecía y se extirpó el elegante sombrerito en un arrebato. Con una madeja de negrísimo cabello se envolvió el ebúrneo sinentido de la sien. Se puso en pie, se desembarazó del diván hasta hacerse una figura etérea, vigilante, inmóvil, erguida, gacha la voluminosa cabeza, ayudándose con las yemas de los dedos para salvar la mesita, para no perder contacto con tierra. Aguardó. Aguzó el oído hasta que se le reubicase el salón. Creyó que tenía fiebre. Diez contra uno a que se acercaba el camarero.
-Señora...-dijo el camarero.
-Mi abrigo- dijo ella, saliendo del marasmo-, y he pedido otra copa de coñac- dijo, volviendo a sentarse-, si bien se acuerda usted.
No la había pedido, por lo que el camarero no se acordaba de nada por el estilo. -¡Hennessy!- gritó-. De tres estrellas, y doble, de degustación.¡Rápido! -exclamó-. ¿O es que no se nota que me estoy muriendo?
Plegó sus piernas de alta cuna, acurrucándose contra el brazo del diván. El salón había vuelto a su estado de natural desaliño, a una maraña de espirales y focos aislados.
Pero el acalorado cerebro de la hermosa Alba ya se había disparado:¿qué hago yo fuera de casa; en nombre de Dios, por qué se me ocurre salir de casa, achispada, como una cría, cocida en mi propia salsa? ¿Es que he de bautizarme? ¿Casarme? ¿Enterrarme? En tal caso, ¿por qué no estoy en mis aposentos, escuchando el vendaval? Y un hombre no me quita los ojos de encima, tal como miraba Orestes de arriba abajo con ojos inyectados en sangre los harapos de su hermana. El muy rufián, ¿por qué no viene y me entretiene?
-Azúcar- dijo al tembloroso camarero.
* En español en el original.
** Nombre de un personaje del cuento "El pájaro azul", de Madame d'Aulnoy
***¡Diantre!
SB, Sueño con mujeres que ni fu ni fa
Primela novela, París, 1939
Notas, traducción y postfacio: José Francisco Fernández Sánchez y Miguel Martínez-Lage
Barcelona, Tusquets, 2011
Fuente y cortesía: Lar de las encrucijadas
Emprendería el camino por el bosque tomándose su tiempo. Nada de forzar el paso. Las aves se esparcirían sangrantes por las copas de los árboles. El bullicio de las aves en desbandada la guiaría hasta la miel.
Pero ¿qué miel? No levantaban el vuelo, las alas hechas jirones, no llegaría a verlas, a la desesperada se diseminaban y a duras penas se mantenían en el aire entre las ramas traicioneras, cual bandada de polluelos lastimados abriéndose paso a trancas y barrancas. En el ardor de sus empeños pierden las vergüenzas al pasar por el cedazo, nada pueden hacer para evitarlo, un rocío de blancas heces se filtra al caer entre el verdor de la luz, empapa las hojas, el bullicio de sus empeños la guía al reino de miel. Pero ¿qué miel? ¿La miel verde de Circe? Por desgracia, de eso una pinta, y de propina un bidón de bilis, sal en mi boca por siempre jamás.
Introdujo la mano en las entretelas del sombrero como si fuera un manojo de hierba que crecía y se extirpó el elegante sombrerito en un arrebato. Con una madeja de negrísimo cabello se envolvió el ebúrneo sinentido de la sien. Se puso en pie, se desembarazó del diván hasta hacerse una figura etérea, vigilante, inmóvil, erguida, gacha la voluminosa cabeza, ayudándose con las yemas de los dedos para salvar la mesita, para no perder contacto con tierra. Aguardó. Aguzó el oído hasta que se le reubicase el salón. Creyó que tenía fiebre. Diez contra uno a que se acercaba el camarero.
-Señora...-dijo el camarero.
-Mi abrigo- dijo ella, saliendo del marasmo-, y he pedido otra copa de coñac- dijo, volviendo a sentarse-, si bien se acuerda usted.
No la había pedido, por lo que el camarero no se acordaba de nada por el estilo. -¡Hennessy!- gritó-. De tres estrellas, y doble, de degustación.¡Rápido! -exclamó-. ¿O es que no se nota que me estoy muriendo?
Plegó sus piernas de alta cuna, acurrucándose contra el brazo del diván. El salón había vuelto a su estado de natural desaliño, a una maraña de espirales y focos aislados.
Pero el acalorado cerebro de la hermosa Alba ya se había disparado:¿qué hago yo fuera de casa; en nombre de Dios, por qué se me ocurre salir de casa, achispada, como una cría, cocida en mi propia salsa? ¿Es que he de bautizarme? ¿Casarme? ¿Enterrarme? En tal caso, ¿por qué no estoy en mis aposentos, escuchando el vendaval? Y un hombre no me quita los ojos de encima, tal como miraba Orestes de arriba abajo con ojos inyectados en sangre los harapos de su hermana. El muy rufián, ¿por qué no viene y me entretiene?
-Azúcar- dijo al tembloroso camarero.
* En español en el original.
** Nombre de un personaje del cuento "El pájaro azul", de Madame d'Aulnoy
***¡Diantre!
SB, Sueño con mujeres que ni fu ni fa
Primela novela, París, 1939
Notas, traducción y postfacio: José Francisco Fernández Sánchez y Miguel Martínez-Lage
Barcelona, Tusquets, 2011
Fuente y cortesía: Lar de las encrucijadas