Abelardo Castillo - Crónica de un iniciado (fragmento 3)

30 de marzo de 2007

(...) De espaldas pero con la cabeza vuelta hacia mí. No fue un buen sueño. Tenía un guardapolvo con un número o una letra, que yo veía claramente pero que no se podía leer. Un alfabeto de manicomio. Sus ojos, sobre todo. El lago del corazón del que hablaba Dante no está en el corazón, está en los ojos. Yo creo que la locura se hereda. En el fondo me gusta idea. No seré noble, pero vivan las taras familiares. Blasón no, ley de herencia. El menor peligro que se corre jugando a ser loco, llegar a serlo. Fiksler también jugaba, algun día ir a visitarlo al Neuropsiquiátrico y escribir sobre la cordura de don Jacobo. Sólo que por qué jugaba. El famoso demonio de la perversión, chueco jorobadito ladino que hace leer a Artaud, al viejo Poeta, a Nerval: hacete el loco que te queda lindo.


Buenos Aires, Emecé, 1991

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