Juan José Arreola: Felinos
3 de octubre de 2011
El que sacó de la leonera el guante de Doña Juana; Don Quijote que mantiene a raya dos fieras con pura grandeza de alma; Androcles sereno y sin retórica (el león
ya no se acordaba de la espina); los mártires cristianos que se metieron por la fuerza en las fauces hambrientas; y el Vizconde de los Asilos que estropeó un
espectáculo circense al poner un sandwich en la boca del Rey de la Selva sin látigo y sin silla plegadiza, han hecho del oficio de domador uno de los más
desprestigiados en nuestros días.
En realidad el león sobrelleva a duras penas la terrible majestad de su aspecto: el cuerpo del edificio no corresponde a la fachada y es como su alma, bastante
perruno y desmedrado. Sigue siendo un carnívoro gracias a ciertos súbditos que realizan para él oficio de verdugos. El león se presenta intempestivamente en los
banquetes salvajes y a base de prestancia pone en fuga a los comensales. Luego devora solitario y lleno de remordimientos los restos de una presa que nunca captura
personalmente. Si de ellos dependiera, todos los leones que ambulan por la selva estarían ya enjaulados, triturando fémures y costillares de caballo tras de innecesarios
barrotes. En fin de cuentas, nunca son tan felices como al verse hechos de mármol y de bronce o estampados por lo menos en los alarmantes carteles del circo. La falta
de melena hace que muchos felinos se busquen por sí mismos el sustento. De allí la innegable superioridad de tigres, panteras y leopardos, que a veces logran forjarse
una leyenda atacando piezas de ganado mayor después de poner en fuga cobarde a los guardianes.
Si no domesticamos a todos los felinos fue exclusivamente por razones de tamaño, utilidad y costo de mantenimiento. Nos hemos conformado con el gato, que
come poco y que de vez en cuando se acuerda de su origen y nos da un leve arañazo. Sólo algunos príncipes orientales pueden darse el lujo de poseer felinos en
formato mayor, que ronronean como una locomotora, que son muy útiles como perros de caza, que devoran ellos solos la mitad del presupuesto palaciego, y que si
llegan a distraerse y arañan, son capaces de mondar a cualquier esqueleto de toda carne superflua.
En Bestiario (1972)
Imagen: Retrato de Juan José Arreola por Roberto Mugica Mora
Imagen: Retrato de Juan José Arreola por Roberto Mugica Mora