La ranita se confía a la cesta que la jala. La rama húmeda retira su hoja. ¡La corteza y las hojas nuevas cuidan un vientre heráldico! La cocción de la guadaña en llamas será
para el bajo mundo de las hierbas mordidas.
La aberración ocupa todo el cielo: allá arriba, el divino agavanzo* azota a muerte sus
estrellas.
Versión de Francisco Falcato
* El agavanzo es un rosal salvaje, un lugar rodeado de zarzas. (N. del T.)
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