Manos de Salvatore Quasimodo sobre su manuscrito. Foto Federico Patellani, 1964 / Corbis - Vía EGyB |
del Vístula, a lo largo de la llanura nórdica,
en un campo de muerte: fría, fúnebre,
la lluvia sobre la herrumbre de los postes
y los revoltijos de alambre de las cercas:
ni árboles ni pájaros en el aire gris
o en nuestro pensamiento, sino inercia
y dolor que la memoria abandona
a su silencio sin ironía o ira.
Tú no quieres elegías, lirismos: sólo
razones de nuestra suerte, aquí,
tú, tierna a los obstáculos de la mente,
insegura ante una presencia
clara de vida. Y la vida está aquí,
en cada negación que certeza parece:
aquí oiremos llorar al ángel, al monstruo,
nuestras horas futuras
golpear el más allá, que aquí está, eterno
y en movimiento, no en una imagen
ensoñada, de posible piedad.
Y aquí la metamorfosis, aquí los mitos.
Sin nombres de símbolos o de un dios,
son crónicas, lugares de la tierra,
son Auschwitz, amor. ¡De qué manera súbita
se mutaron en sombrío humo
los amados cuerpos de Alfeo y Aretusa!
De aquel infierno que se abría
con la blanca inscripción «El trabajo os hará libres»,
salió con continuidad el humo
de miles de mujeres empujadas afuera,
al alba de los tugurios contra el muro
del tiro al blanco o ahogadas gritando
misericordia al agua con sus bocas
de esqueleto bajo las lluvias de gas.
Tú las encontrarás, soldado, en tu
historia bajo formas de ríos, de animales,
¿o también eres tú ceniza de Auschwitz,
medalla de silencio?
Quedan largas trenzas encerradas en urnas
de cristal aún ceñidas por amuletos
e infinitas sombras de pequeños zapatos
y bufandas de hebreos, son reliquias
de un tiempo de sabiduría, de sapiencia
del hombre hecho a la medida de las armas,
son los mitos, nuestras metamorfosis.
Sobre los espacios en los que el amor y llanto
y piedad se marchitaron, bajo la lluvia,
allá abajo, se rebelaba un no dentro de nosotros,
un no a la muerte, muerta en Auschwitz,
para no repetirme desde aquella fosa
de cenizas, la muerte.
En «El falso y verdadero verde» – «Cuando cayeron los árboles y los muros», 1949-1955
Recogido en Salvatore Quasimodo – Poesía Completa
Traducción de Antonio Colinas
Allá en Auschwitz, amor, lejos del Vístula,
a lo largo de la llanura nórdica,
en un campo de muerte: la lluvia, fría, fúnebre,
sobre el moho de los postes
y las marañas de alambres de las cercas:
y ni árbol ni pájaros en el aire gris
o en nuestros pensamientos, sino la inercia
y el dolor que la memoria abandona
a su silencio sin ira ni ironía.
Tú no quieres idilios, elegías, sólo
razones sobre nuestra suerte,
tú, tierna a los contrastes de la mente,
insegura ante una presencia
translúcida de vida. Y la vida está aquí,
en cada no que parece una certeza:
aquí oiremos llorar al ángel, al monstruo,
y a nuestras horas futuras
golpear el más allá, que está aquí, eterno,
en movimiento,no en una imagen de sueños,
de posible piedad. Y aquí
las metamorfosis, aquí los mitos.
Sin el nombre de símbolos o dioses,
sólo son crónicas, lugares de la tierra,
son Auschwitz , mi amor. ¡Cómo de pronto
se volvió humo de sombra
el cuerpo amado de Alfeo y de Aretusa!
De aquel infierno que abría un cartel
blanco: "El trabajo os hará libres"
subió continuo, el humo
de miles de mujeres empujadas
al alba desde las celdas contra el muro
de tiro o ahogadas clamando
misericordia al agua con la boca
de esqueleto bajo las duchas de gas.
Soldado, en tu historia las hallarás
bajo forma de ríos, de animales,
¿o también tú eres ceniza en Auschwitz,
medalla de silencio?
En las urnas de vidrio quedan largas
trenzas atadas aún con amuletos
e infinitas sombras de zapatitos
y de bufandas de judíos: son reliquias
de un tiempo de cordura, de sabiduría
del hombre que se hace la medida de las armas,
son los mitos, nuestras metamorfosis.
Sobre las llanuras donde amor y llanto
se pudrieron, y con la lluvia
allí, dentro nuestro, la piedad
clamaba un no, un no
a la muerte muerta en Auschwitz ,
para no repetir, desde esa fosa
de cenizas, la muerte.
Recogido en Salvatore Quasimodo – «Carta a mi madre» y otros poemas
Traducción de Gianni Siccardi
Buenos Aires, CEAL, 1988
Buenos Aires, CEAL, 1988
Original en italiano
Laggiu’, ad Auschwitz, lontano dalla Vistola,
amore, lungo la pianura nordica,
in un campo di morte: fredda, funebre,
la pioggia sulla ruggine dei pali
e i grovigli di ferro dei recinti:
e non albero o uccelli nell’aria grigia
o su dal nostro pensiero, ma inerzia
e dolore che la memoria lascia
al suo silenzio senza ironia o ira.
Tu non vuoi elegie, idilli: solo
ragioni della nostra sorte, qui,
tu, tenera ai contrasti della mente,
incerta a una presenza
chiara della vita. E la vita e’ qui,
in ogni no che pare una certezza:
qui udremo piangere l’angelo il mostro
le nostre ore future
battere l’al di la’, che e’ qui, in eterno
e in movimento, non in un’immagine
di sogni, di possibile pieta’.
E qui le metamorfosi, qui i miti.
Senza nome di simboli o d’un dio,
sono cronaca, luoghi della terra,
sono Auschwitz, amore. Come subito
si muto’ in fumo d’ombra
il caro corpo d’Alfeo e d’Aretusa!
Da quell’inferno aperto da una scritta
bianca: «Il lavoro vi rendera’ liberi»
usci’ continuo il fumo
di migliaia di donne spinte fuori
all’alba dai canili contro il muro
del tiro a segno o soffocate urlando
misericordia all’acqua con la bocca
di scheletro sotto le docce a gas.
Le troverai tu, soldato, nella tua
storia in forme di fiumi, d’animali,
o sei tu pure cenere d’Auschwitz,
medaglia di silenzio?
Restano lunghe trecce chiuse in urne
di vetro ancora strette da amuleti
e ombre infinite di piccole scarpe
e di sciarpe d’ebrei: sono reliquie
d’un tempo di saggezza, di sapienza
dell’uomo che si fa misura d’armi,
sono i miti, le nostre metamorfosi.
Sulle distese dove amore e pianto
marcirono e pieta’, sotto la pioggia,
laggiu’, batteva un no dentro di noi,
un no alla morte, morta ad Auschwitz,
per non ripetere, da quella buca
di cenere, la morte.
En «Il falso y vero verde» – «Quando cadderogli alberi e le mura» – 1949 – 1955
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