La niñera estaba sirviendo la comida a mi mujer, a Kyra y a la enfermera de la Cruz Roja. Cristo llevaba una gran cruz, la enfermera lleva una pequeña en su brazalete. Kyra quería un pastel. Le dije a la enfermera que se le sirviera el pastel cuando hubiera terminado lo que tenía en el plato. A la pequeña no le importaba porque sabe que la quiero, pero la enfermera no pensaba lo mismo, creía que estaba corrigiéndola, que la quería castigar. Después de comer la niña se fue a la cama; ellas piensan que es una criatura débil, pero es muy fuerte. No puedo escribir, mi mujer me molesta. Está todo el rato pensando en mi ropa. No me preocupo por ella. Teme que yo no esté preparado.
No quiero bailar después de comer, por eso no empezaré todavía. Quiero bailar cuando me sienta en forma, no cuando la gente espera que lo haga; pero me disgusta hacer esperar a los demás, de modo que me vestiré. Como no quiero reñir, haré todo lo que dicen que haga. Ahora iré a mi vestidor; tengo un montón de ropa cara; me pondré mis mejores prendas para que todos piensen que soy rico. No tendré a la gente esperando, así que vamos allá.
He estado arriba un buen rato y he echado una pequeña siesta; al despertar me he vestido y luego he ido a la costurera. Ésta ha hecho muy bien su trabajo. Ella me comprende. Le gusto porque le hago regalos. He querido ayudarla, pero no le gustan los médicos. Le he dicho que vaya a un médico, pero no ha querido. Le he dado a entender que no se preocupe por los gastos. Le regalé a su marido unos pantalones y aceptó el regalo agradecida. Ella, que me comprende, no se sintió ofendida. Me gusta Negri, pues tal es su apellido. Es una buena mujer. Vive con tales estrecheces que cuando entré en su casa apagué la luz eléctrica, que no hacía falta. Ella no se ofendió. Le dije que había hecho su trabajo muy bien y que le pagaría su dinero y además le haría un regalo. No tiene ropas de abrigo, por lo que le regalaré un jersei bien abrigado y una capa para salir. Aunque los regalos no me gustan, me gusta regalar a las personas pobres cosas que necesitan. Pasa hambre y frío, pero no teme al trabajo; por eso tiene algunos ahorros. Su niño tiene seis años y su niña unos dos años de edad. También quiero darle un regalo para los niños; van muy pobremente vestidos. Le regalaré mis jerseis y alguna otra cosa para los niños. Quiero a los niños y ellos me quieren a mí. Ella sabe que los niños me gustan. Y sabe que no finjo. Sabe que soy un artista y me entiende. Ella me gusta y yo le gusto a ella. Su marido es violinista en el Palace Hotel, donde la gente se divierte con todo tipo de estupideces. Él es pobre, toca de noche. Pasa frío porque no tiene ropas de abrigo. Está orgulloso de tocar el violín y quiere estudiar, pero no sabe cómo hacerlo porque no dispone de tiempo. Quiero ayudarle pero temo que no sepa entenderme.
Quiero vivir mucho tiempo y mi mujer me ama mucho. Hoy tiene miedo por mí porque me he comportado muy nerviosamente. He actuado así a propósito porque el público me entiende mejor cuando estoy vibrante. No comprenden a los artistas que son plácidos. El artista tiene que ser nervioso. He ofendido a la pianista Gelbar. Yo le tengo en mucha estima, pero me encontraba nervioso. Dios ha querido que el público se hallara en un estado de excitación. El público había acudido para divertirse y creo que he bailado para su diversión. Mis danzas han causado miedo. Estaban asustados de mí pensando que iba a matarlos. Y no ha sido así. Yo quería a todos, pero nadie me quería a mí y me he puesto nervioso y excitado; y la audiencia se ha dado cuenta de mi estado de ánimo. No les he gustado, querían irse. Entonces he intentado hacer una danza alegre y placentera y han empezado a divertirse. Al principio les ha parecido que yo era un actor triste, pero les he mostrado que también podía hacer cosas alegres. La audiencia ha empezado a reírse cuando lo he hecho. En mi danza me reía. La audiencia se reía; han comprendido mi danza y se han sentido como si también fueran bailarines.
He danzado de mala manera; he caído cuando no tenía que haberlo hecho. A la audiencia no le ha importado porque mi baile era hermoso. Ellos mismos han sentido mi estado de ánimo y se han divertido. Yo quería seguir bailando pero Dios me ha dicho: «Basta». Y me he detenido. La audiencia ha empezado a irse. Los aristócratas y los ricos me han rogado que bailara una pieza más. He dicho que estaba cansado. No me han comprendido y han insistido. He dicho a una de las damas de la aristocracia allí presente que sus movimientos eran excitantes. Ella ha pensado que quería ofenderla. Entonces le he explicado que quería decir que tenía cierto sentido de los movimientos; entonces me ha agradecido el cumplido. Le he dado la mano y se ha dado cuenta de que he sido correcto. Me ha gustado, pero tengo la impresión de que ha acudido con la intención de conocerme. Me ha parecido que a ella lo que le gustan son los hombres jóvenes. Y como a mí no me gusta ese tipo de vida, le he pedido que me dejara. Ella se ha percatado de mis sentimientos y no ha continuado la conversación. Yo quería hablar con ella, pero ella no sentía lo mismo. Le he enseñado mi pie sangrando; a ella la sangre le desagrada. He querido darle a entender que la sangre significa guerra y que a mí la guerra no me gusta, y para hacerle pensar en los enigmas de la vida le he mostrado cómo bailaría una cocotte. Ella no ha seguido porque se daba cuenta de que yo estaba actuando. Las demás personas pensaban que yo iba a caer al suelo y que iba a ponerme a hacer el amor. No queriendo introducir el embarazo en la alegre reunión, me he ido cuando lo he creído conveniente. Durante toda la velada he sentido la presencia de Dios. Él me amaba. Yo le amaba. «Estábamos casados.» Cuando nos llevaban al Suvretta, en el coche de caballos, le he dicho a mi mujer que ese día era el de mis «bodas con Dios». A la ida me ha entendido bien, pero en la reunión ella ha perdido «ese sentimiento». La he querido y por eso le he dado algo para beber diciéndole que me encontraba bien y que me sentía feliz. Entonces ella lo ha sentido de otra manera. Ha pensado que no la quería porque estaba nervioso.
El teléfono está sonando, pero no pienso contestar porque no me gusta hablar por teléfono. Mi mujer quiere contestar. He salido de la habitación y he visto a mi mujer en pijama; le gusta dormir con pijama. Ella me quiere y por eso me ha dicho que era hora de irse a la cama. Me he levantado y he ido a la cama, pero me he llevado conmigo mi cuaderno para escribir todo lo que he vivido a lo largo del día.
Hoy he vivido muchísimas cosas. Hoy, todo ha sido horrible. Estoy asustado de la gente; ni me sienten ni me comprenden, quieren que viva como ellos viven. Quieren que baile cosas divertidas. A mí no me gusta la diversión, me gusta la vida. Mi mujer está echada junto a mí mientras escribo. No duerme; sus ojos están abiertos. La acaricio suavemente. Es sensible e intuitiva. Me resulta muy incómodo escribir y escribo mal. Mi mujer suspira; me siente a su lado; yo la comprendo y no replico a su suspiro. Algún día le diré que debemos casarnos en espíritu porque yo quiero un amor espiritual. Se lo diré mas adelante, ahora está asustada, le doy miedo.
No puedo escribir; no dejo de pensar en un hombre que estaba en la reunión esta noche.
Mi mujer me molesta, lo adivina todo. Me río nerviosamente. Mi mujer está escuchando el timbre del teléfono, pero está pensando en mí y en mis escritos. Me pregunta qué estaba escribiendo tan rápidamente y cierro mi cuaderno porque quiere leerlo. Adivina que estoy escribiendo sobre ella, pero no lo comprende y me teme. Hoy quiero escribir mucho porque tengo mucho que decir, pero quiero que mi mujer se duerma. Sé que le hago una profunda impresión. Ella adivina mis sentimientos. Sabe que estoy capacitado para actuar, pues me dice que actúo tan bien como la Duse y Sarah Bernhardt. Le he planteado un gran problema para que lo resuelva. Ella no puede comprender el significado de la muerte. Del mismo modo que no quiere morir, no es capaz de pensar en la muerte. Está bostezando y piensa que también yo debería de dormirme. También teme que yo escriba cosas sucias sobre la gente. Mi mujer está bostezando y tosiendo para atraer mi atención.
Quiero que los artistas me comprendan y por eso compartiré su vida. Si Dios quiere, iré con ellos a un cabaret. Allí pierden todos sus sentimientos. Necesitan dinero y yo les daré un poco. Me olvidarán, pero su sentimiento y su intuición habrán despertado. Quiero que sientan, para ello bailaré en París durante varios meses a beneficio de los artistas pobres. Si quieren organizar las actuaciones ellos mismos, pueden hacerlo.
Si quieren que sea yo quien las organice, lo haré. Pero habrán de pagarse los gastos de mi mujer en París. Pediré a Astruc que reúna a los actores y artistas pobres porque quiero hablarles. Les diré: «Escuchad, yo soy un artista, como vosotros. Somos artistas y por eso hemos de amarnos mutuamente. ¡Escuchad! Quiero hablaros de modo amistoso. ¿Queréis que lo haga?» Les haré una pregunta sobre la vida. Si me contestan... estaré salvado; si no me sienten ni me entienden... seré un hombre pobre y miserable y sufriré. No quiero bailar en Saint-Moritz porque aquí la gente no me quiere. Piensan que estoy enfermo. Lo lamento. Estoy bien pero no administro bien mis fuerzas. Bailaré más que nunca. Quiero enseñar danza y trabajaré un poco todos los días. También escribiré y no iré a ninguna fiesta. Ya he tenido más que suficientes molestias de esas. No me gusta estar divertido porque sé que la diversión es la muerte, la muerte del espíritu. Tengo miedo de la muerte y por eso amo la vida.
Quiero pedir a la gente que venga y me vea, pero mi mujer está asustada. Quiero invitar a un viejo judío amigo del barón Gunsbourg. El barón Gunsbourg es un nombre bueno.
Todos dirán que Nijinsky se ha vuelto loco. A mí no me importa, ya me he comportado en mi casa como un loco. Todo el mundo lo pensará, pero a mí no me meterán en un asilo porque bailo muy bien y doy dinero a todos los que me lo piden. A la gente le gusta un hombre extravagante y peculiar y me dejarán solo llamándome «payaso loco». Me gustan los locos, sé cómo hablarles. Mi hermano estaba en un asilo para lunáticos.
Yo estaba orgulloso de él y él me comprendía. Sus amigos de allí también me estimaban. Entonces yo tenía dieciocho años. Conozco la vida de los lunáticos y comprendo la psicología de un hombre loco. Mi hermano murió en un asilo.
Mi madre está viviendo las últimas horas de su vida. Temo no volver a verla más. ¡Pido a Dios que le dé muchos años más de vida! Mi madre y mi hermana escaparon de Moscú huyendo de los maximalistas. Estaban cansadas de la guerra civil y huyeron junto con Kotchetovski, mi cuñado, y su hija Ira, dejando tras de sí todas sus pertenencias. Son buenas personas. Estoy orgulloso de mi hermana Bronia. Kotchetovski es un hombre bueno. Tiene la vida difícil porque ha de preocuparse por el dinero. Le gusta pintar y escribir. Escribe bien.
La campana está sonando. Es A. que vuelve de una fiesta. Ella no me quiere; le encanta divertirse. A. quiere que la lleve con mi compañía de bailarines; pero no puedo hacerlo, pues carece de sensibilidad para ese trabajo. Lo único que quiere es reunirse con mi compañía en la medida en que le conviene. Ella no piensa en mí; no se preocupa por lo que hago. Se divierte mientras yo trabajo e ignora mi afecto. Le he regalado un anillo y ropa y fingí estar enamorado de ella, pero ella no me entiende. Mi enfermero es un borracho. Bebe sin parar y ha enfermado. Hace ya mucho tiempo le avisé de que pasaría esto. Se ha puesto enfermo y no puede trabajar; ha dejado que el horno se apague, con lo que estamos helándonos. Ha sido mientras preparábamos mis ropas con Negri.
Mi mujer no se agita cuando baila. Es una mujer sana; su problema es que piensa demasiado. Temo por ella, sus pensamientos harán que le resulte difícil entenderme. Estoy asustado, pues ella no puede seguir mis metas. Siente muchísimo, pero ignora el significado de tal cosa. Me da miedo explicárselo porque sé que se asustará. Tengo que hacerle mejorar por medios diferentes. Ella me obedece. Yo la obedezco. Ella entenderá cuando otras personas le digan que todo lo que hago está bien.
Estoy ante un precipicio al que puedo caerme, pero no estoy asustado. Dios no quiere que me caiga. Él me ayuda.
Una vez salí a dar un paseo y me pareció ver algo de sangre en la nieve. Seguí el rastro de sangre y sentí que había sido muerto alguien que todavía estaba vivo. Fui en otra dirección y eran visibles más manchas de sangre. Tenía miedo pero seguí las huellas; había un precipicio. Me di cuenta de que las huellas no eran de sangre sino de estiércol. Caminando por la nieve me di cuenta de que había marcas de esquís que aparentemente se detenían junto a las huellas de sangre. Pensé que alguien había enterrado a un hombre en la nieve tras haberle golpeado y asesinado. Me asusté y corrí hacia atrás. Más tarde volví de nuevo y sentí que Dios quería que viera, estuviese asustado de Él o no. Dije con energía: «No, no estoy asustado de Dios: Él es vida y no muerte». Entonces Dios me hizo caminar hasta el precipicio diciéndome que Él había sido herido y debía ser salvado. Yo estaba asustado. Pensé que el demonio me estaba tentando, como tentó a Cristo. Me decía: «Salta y entonces te creeré». Yo estaba asustado y me estuve allí, en pie, un rato; entonces sentí que estaba siendo empujado hacia el precipicio. Me acerqué al borde y me deslicé, pero unas ramas que antes no había notado interrumpieron mi caída. Me quedé estupefacto y pensé que se trataba de un milagro. Dios había querido probarme. Yo le entendía. Intenté empujar las ramas pero Él no me lo permitió. Estuve allí mucho tiempo agarrado a las ramas y entonces que quedé aterrorizado. Dios me dijo que si soltaba las ramas me caería. Finalmente me separé de los arbustos, pero no me caí. Dios me dijo: «Vete a casa y dile a tu mujer que estás loco». Me di cuenta de que Dios quería ayudarme, volví a casa y le di esta noticia a mi mujer.
En el camino de vuelta volví a ver rastros de sangre, pero ya no creí en su existencia. Dios me había mostrado aquello a fin de que le sintiera a Él. Sentí su presencia y volví. Me dijo que me echara en la nieve. Así lo hice. Me hizo yacer en la nieve durante mucho, mucho rato. Mis manos empezaron a enfriarse, a helarse. Quité la mano de la nieve y dije que ese no podía ser el deseo de Dios, pues la mano me dolía. Dios había sido complacido, pero después de que diera unos pocos pasos me ordenó volver y echarme junto al árbol. Fui junto al árbol y me deslicé. Dios volvió a mandarme que me echara en la nieve. Estuve allí echado un buen rato. Ya no sentía el frío; entonces Dios me dijo que me levantara. Me levanté. Me dijo que me fuera a casa. Volví a casa. Dios me dijo: « ¡Alto!» Me detuve. Volví a ver los rastros de sangre. Me dijo que volviera y lo hice. Dijo: «Alto». Me detuve.
Todos pensarán que todo esto es mi imaginación, pero he de decir que todo lo que escribo es la pura verdad. Lo he vivido. Todo lo que describo me ha sucedido a mí. Alguien llama. Todo el mundo en la casa está durmiendo. Fuera de la casa alguien llama: «Oiga», y sigue llamando, «Oiga». Como no quiero despertar a mi mujer, no me muevo. Mi mujer duerme muy bien. Espero que los criados oigan y abran la puerta. El cuaderno acaba de deslizarse; es muy incómodo. Alguien sube por las escaleras. No tengo miedo. Creo que es A. que vuelve de su fiesta, pero no estoy seguro. Dios lo sabe, yo no lo sé. Sigo siendo solamente un hombre, no Dios. Si Dios quiere lo averiguaré. Dios me ha dado a entender que se trataba de A. Y es que A. duerme en la habitación contigua, la alcoba de Kyra está cerca de la suya. Kyra duerme profundamente, por ello no puede haber sido ella quien ha hecho todo ese ruido. La puerta ha rechinado. Siento que era A. Sé cómo se mueve, siempre nerviosamente. Vuelve a casa a la una y cuarto de la noche. Miro mi reloj, que siempre está en hora.
Tras haber visto los rastros volví atrás corriendo rápidamente. Me siento seguro de que se ha matado a alguien. Me doy cuenta también de que alguien debe de haber intentado borrar el rastro de sangre tapándolo con nieve de modo que parezca estiércol. Lo miré muy de cerca y vi que estaba sucio. Tras eso volví atrás. La distancia que había corrido era de sólo unos diez metros, quizá un poco más. Yo corro muy bien. Cuando corro me siento como un chiquillo. Corro a casa contento de que mis pruebas hayan terminado pero Dios me hace ver a un hombre que camina hacia mí. Dios me indica que vuelva atrás diciéndome que «ese era el hombre que había sido muerto». Corro hacia atrás. Me detengo y me escondo tras una pequeña prominencia, me agacho de modo que el hombre no pueda verme, finjo que me he caído en la nieve y que no puedo levantarme. Permanezco así echado durante largo rato. Luego me levanto y vuelvo sobre mis pasos. Veo al hombre removiendo la nieve con un bastón. Entonces empieza a romper algunas ramas de un árbol. Me doy cuenta de que está buscando algo. Yo iba caminando por la carretera en que se halla el hombre en pie. Él me ve pero no dice nada; me hubiera gustado decirle: «Buenos días, anciano», pero está demasiado ocupado. No está claro qué es lo que hace. Al cabo de algún tiempo Dios me dice que mire hacia atrás. Lo hago y veo al hombre hurgando de nuevo en la nieve con un bastón, y pienso que el bastón va a romperse. Siento que ese hombre es el asesino. Sabía que me equivocaba y a pesar de ello todavía siento que él era el asesino. Me doy cuenta de mi error. Quiero irme pero de repente veo un banco; junto a él había un montículo de nieve; y en él estaba clavado un trozo de leña. Una rama de pino. Partida por la mitad. En el montón de nieve había un gran agujero. Miro por él pensando que ese hombre lo habrá abierto con una intención particular. Había allí un pequeño túmulo con una cruz encima; bajo la cruz había sido escrito algo. Me doy cuenta de que el hombre ha preparado esa tumba, que es la de su mujer. Yo estaba asustado y empecé a correr con el sentimiento de que mi mujer había caído enferma. La muerte me asusta y no la quiero. Vuelvo y arranco el trozo de leña. Entonces pienso que el hombre...
Pido al pueblo suizo que cuide de mí. Quiero publicar este libro en Suiza porque es aquí donde vivo. Suiza me gusta. Quiero publicar este libro muy barato. Quiero ganar algo de dinero porque soy pobre. No tengo dinero y no me gustan los créditos ni estar endeudado. Quiero jugar a la bolsa. Con el espíritu obtendré más que con la inteligencia. Produciré un ballet en que retrataré el espíritu, la inteligencia y la vida de los hombres; pero para esta labor necesito ayuda. Había pensado en el señor Vanderbilt, pero he cambiado de idea. Vanderbilt deja dinero a los artistas. A mí no me gusta deber dinero a nadie y por ello yo mismo reuniré la cantidad necesaria para producir este nuevo ballet. Diaghilev me debe dinero. Él piensa que ya me ha devuelto todo lo que me debe, pero ha perdido el proceso de Buenos Aires. He ganado el proceso y según la sentencia me debe 50.000 francos más. Diaghilev todavía me debe una gran cantidad. No soy avaricioso pero quiero ese dinero que yo gané y que Diaghilev todavía me debe. El dinero me gusta solamente porque con él puedo ayudar.
La vida no es sexo; el sexo no es Dios. Dios es un hombre que fecunda a una sola mujer, un hombre que da hijos a una mujer. Tengo veintinueve años. Amo a mi mujer espiritualmente, no para que me dé hijos. Tendré hijos si Dios lo quiere. Kyra es una niña inteligente. No quiero que sea lista. La prevendré contra el desarrollo de su inteligencia. Me gustan las personas sencillas pero no la estupidez, porque no veo sentimiento en ello. La inteligencia detiene el desarrollo de las personas. Yo siento a Dios y Dios me siente a mí.
Deseo corregir mis defectos, pero ignoro si seré capaz de hacerlo. Los ojos del médico estaban llenos de lágrimas cuando me dijo que no necesitaba promesas, que sabía que yo haría cualquier cosa para que mi mujer dejara de estar nerviosa y preocupada. Le expliqué que era yo quien deseaba que viniera la madre de mi mujer, que no quería que mi mujer estuviera asustada; por eso quise que mi suegra viviera con nosotros. Las autoridades aliadas no me dan miedo. No me importa que nos quiten todo nuestro dinero. Pero no quiero que este dinero se lo quiten a mi familia. No quiero que mi mujer quede arruinada. Le he dado a ella todo lo que tenía, que era muy poco, para que pueda vivir. A mí la vida no me da miedo, por eso no necesito dinero. Si yo muero mi mujer llorará. Espero que no tarde mucho en olvidarme. Mi mujer no siempre me comprende, o, más bien, me siente. La mujer de Tolstoi carecía de la facultad de sentir. La mujer de Tolstoi no podía olvidar que él había repartido todo su dinero. Yo quiero dar dinero a mi mujer. Quiero a mi mujer y a Kyra más que a ninguna otra cosa; tengo la mano cansada.
No me gusta el Hamlet de Shakespeare porque razona. Yo soy un filósofo que no razona; un filósofo que siente. No me gusta escribir cosas imaginarias. Shakespeare me gusta porque amaba el teatro. Shakespeare entendía el teatro. También yo he entendido el «teatro vivo». Yo no soy artificial. Soy vida. El teatro no es vida. Conozco los hábitos teatrales. El teatro se convierte en una costumbre. La vida no. No me gusta el teatro con un escenario cuadrado. Me gusta el escenario redondo. Construiré un teatro que tenga forma circular, como un ojo. Me gusta mirar el espejo de cerca y ver solamente mi ojo en la frente. A veces dibujo un ojo. Me desagradan las polémicas, por eso la gente podrá decir lo que quiera de mi libro; yo callaré. He llegado a la conclusión de que es mejor callar que hablar. Diaghilev, que es inteligente, me decía que callara. Vassilli, su criado, solía decir: «Diaghilev no tiene un céntimo, pero su inteligencia vale una fortuna». Yo digo: «Yo no tengo un céntimo ni tengo inteligencia, pero tengo un espíritu». Llamo espíritu a ese núcleo que genera el sentimiento. Yo soy intuitivo. Antes era estúpido porque pensaba que la felicidad depende del dinero; ahora ya no pienso lo mismo. Mucha gente piensa en el dinero; yo necesito cierta cantidad para realizar mis planes; todos tenemos planes y objetivos y necesitamos dinero para realizarlos, pero nuestros problemas son diferentes. Yo soy un problema de Dios, no del Anticristo. No soy el Anticristo. Soy Cristo. Ayudaré a la humanidad.
El médico me aconseja que vaya a Ginebra a descansar. Cree que estoy cansado porque actualmente mi mujer está muy nerviosa, con mucha tensión. Yo no lo estoy, por eso me quedaré en casa. Mi mujer puede irse sola. Tiene poco dinero. Yo no tengo un céntimo. No bromeo cuando digo que no tengo dinero. Me gustaría tener dinero y ganaré algo para dárselo a mi mujer y a los pobres. Muchos dirán que Nijinsky pretende ser Cristo. No lo pretendo; amo sus acciones. No me da miedo ser atacado. Digo todo lo que tengo que decir.
Suelo salir a la calle. He disgustado a mi mujer. No soy de naturaleza erótica y por eso no volveré a disgustar a mi mujer. Guardaré mi semilla para tener otro hijo; espero tener un hijo algún día. Quiero a mi mujer y no deseo que le ocurra nada malo. Ella es intuitiva. Cree que hago todas las cosas intencionadamente, con el objetivo de asustarla. Todo lo que hago lo hago con la intención de hacerle bien y de hacerla feliz. Ella come carne; lo cual es causa de su nerviosismo; pero no importa que se coma carne; lo importante es llevar una buena vida. Mi mujer sabe que es bueno llevar una vida regular, pero no se da cuenta en qué consiste este modo de vida. «Escuchar a Dios y obedecerle, ese es un modo de vida bueno y regular.» La gente no comprende a Dios y se pregunta a sí misma quién es ese Dios a quien hay que obedecer. Yo conozco a Dios y sé cuáles son sus deseos. Amo a Dios.
No sé sobre qué escribir, porque de repente he pensado en los médicos y en mi mujer, que están hablando en la habitación de al lado. Sé que no les gustan mis actos, pero yo seguiré actuando del mismo modo mientras Dios así lo desee. No temo complicación ninguna. Pediré a todo el mundo que me ayude y no temeré que me digan, por ejemplo: «Su mujer se vuelve loca porque usted la ha atormentado; por ello será usted encarcelado para el resto de su vida». No tengo miedo a la cárcel y allí encontraré vida, pero moriré si me meten allí de por vida. No quiero que mi mujer esté enferma, la quiero demasiado para hacerle daño. Quiero esconderme de la gente; estoy acostumbrado a vivir solo.
A Maupassant le aterrorizaba vivir solo. Al conde de Monte Cristo le gustaba la soledad porque necesitaba tiempo para preparar su venganza. Maupassant temía la soledad. Yo temo la soledad pero no lloraré; Dios me ama y por eso no estoy solo. Si Dios me deja, moriré. Y como no lo deseo, viviré como los demás a fin de ser entendido por los demás. Dios es humanidad; no le gustan aquellos que se interfieren en sus planes. Yo no lo hago; por el contrario, ayudo a Dios. Yo soy el arma de Dios, un hombre de Dios. Me gustan las personas de Dios. No soy un mendigo. Si un hombre rico me da dinero, lo aceptaré. Un hombre rico es algo que me gusta. El hombre rico tiene un montón de dinero y yo no tengo nada. Cuando alguien se da cuenta de que no tengo dinero, se atemoriza y me da la espalda. Por eso mi deseo de ser rico crece de hora en hora.
Alquilaré un caballo para que me lleve a casa, y lo haré sin pagar. Mi mujer lo pagará. Y si no lo paga, ya encontraré la manera de pagarlo yo mismo. Deseo que mi mujer me quiera, y haré todo esto para desarrollar su carácter. Su inteligencia está bien desarrollada, pero no sus sentimientos. Quiero destruir su inteligencia; entonces sólo podrá desarrollarse en otras direcciones. La gente cree que sin inteligencia una persona está loca o alienada. Una persona loca es una persona que no puede razonar. Un lunático es el que no se da cuenta de lo que hace. Yo soy consciente de mis buenas y de mis malas acciones. Soy un hombre dotado de razón. En la obra de Tolstoi se explican muchas cosas sobre la razón. He leído su obra y por eso conozco su sentido. No tengo miedo a las personas inteligentes. Soy fuerte porque siento todo lo que se dice sobre mí. Sé que ellos inventan todo tipo de cosas para calmarme. Los médicos son buenos. Mi mujer también es buena, pero piensan demasiado. Temo su inteligencia. Las personas se vuelven locas porque piensan demasiado; temo por ellos, piensan demasiado. No quiero que se vuelvan locos: haré cualquier cosa para que estén sanos.
He ofendido a mi mujer sin darme cuenta; entonces le he pedido que lo olvide; mis faltas son continuamente sacadas a la luz en los momentos adecuados. Temo por mi mujer; ella no me comprende. Me cree loco o malvado. No soy malvado, la quiero. Yo escribo sobre la vida, no sobre la muerte. No soy el Nijinsky que ellos piensan. Soy Dios en el hombre. Mi mujer es buena. Le he contado en secreto todos mis planes y ella se lo ha contado todo a los médicos, creyendo que esto me ayudaría. Mi mujer no comprende mi objetivo; esto no se lo explico, no quiero que lo sepa. Yo sentiré y ella comprenderá. Ella sentirá y yo comprenderé. No quiero pensar, pensar es la muerte. Yo sé qué estoy haciendo. «No quiero que estés enfermo. Te quiero. Quiero vivir y por eso estaré contigo. Te hablo. No quiero una conversación inteligente.» Los médicos hablan con inteligencia y lo mismo hace mi mujer. Les temo. Quiero que comprendan mis sentimientos. «Sé que esto te hace daño. Tu mujer está sufriendo por tu causa.» No quiero que venga la muerte y por eso me sirvo de todo tipo de triquiñuelas. No revelaré mi objetivo. «Déjales pensar que eres un egoísta. Déjales meterte en la cárcel. Yo te libraré porque me perteneces. No me gusta la inteligente Romola. Quiero que ella te deje. Quiero que seas mío. No quiero que la ames como ama un hombre. Quiero que la ames con un amor de sensibilidad. Sé cómo simplificar y suavizar todo lo que ha ocurrido. Quiero que los médicos comprendan tus sentimientos. Pero he de avisarte porque los médicos creen que tu mujer es una persona nerviosa. Tu cruz ha hecho tanto daño que tú no logras desembarazarte de todo esto. Conozco tus faltas porque yo las he cometido.» Al ponerme una cruz yo tenía una intención. «Ella te comprende. El médico ha venido a fin de averiguar cuáles son tus intenciones y no entiende nada de nada. Él piensa, y por eso le resulta difícil entender. A él le da la impresión de que Romola tiene razón y de que también tú tienes razón. Yo sé cómo entender.» Yo pienso mejor que los médicos. «Temo por ti, porque estás atemorizado. Conozco tus costumbres. Tu amor por mí es infinito; tú obedeces mis órdenes. Haré cualquier cosa para lograr que me entiendas, quiero a tu mujer y te quiero a ti. A ella la quiero bien. Soy Dios en ti. Seré tuyo cuando tú me comprendas. Sé qué estás pensando: que él está aquí y que te está mirando. Quiero que él te mire.» No quiero darme la vuelta porque siento que él me está mirando. «Quiero mostrarle tus escritos. Él pensará que estás enfermo de tanto escribir. Comprendo tus sentimientos. Te comprendo perfectamente. Te hago escribir intencionadamente para que también él comprenda tus sentimientos. Quiero que escribas todo lo que te estoy diciendo. La gente te entenderá porque eres sensible. También tu mujer te entenderá. Sé más que tú y por eso te pido que no te des la vuelta. Conozco tus planes. Quiero llevar a cabo tus planes, pero tendrás que sufrir. El mundo solamente te sentirá y te entenderá cuando vea tus sufrimientos.»
(Nijinsky paseaba por Saint-Moritz llevando una cruz sobre la corbata, lo cual causaba sensación, como se explica en su biografía.)
Quiero escribir sobre la conversación que he tenido en el comedor con mi mujer y con el médico. He fingido que era egoísta porque quería afectarles. Él se ofenderá si lo descubre, pero no me importa. Yo no reparto el amor. He escrito que quería a mi mujer más que a nadie; quería mostrar lo que siento por mi mujer. También quiero mucho a A. Conozco sus triquiñuelas. Ella comprende mis sentimientos y por eso se va a ir dentro de unos días. No deseo su presencia. Quiero que mi suegra se quede porque quiero estudiarla y ayudarla. No estudio el carácter de las personas para escribir sobre ellas. Quiero escribir a fin de explicar a las personas sus hábitos, que les llevan a la muerte. Este libro lo titularé Sentimientos. Me gustan los sentimientos y voy a escribir un importante libro sobre ellos. En él habrá una descripción de mis sentimientos. No quiero publicar este libro tras mi muerte. Quiero publicarlo ahora. «Tengo miedo de ti porque estás asustado de ti mismo. Quiero decir la verdad. No quiero hacer daño a las personas. Quizá seas metido en la cárcel por escribir este libro. Yo estaré contigo porque me quieres. No puedo estar callado. Debo hablar. Sé que no serás metido en la cárcel; legalmente no has cometido ningún delito. Si la gente quiere juzgarte, responderás que todo lo que dices es palabra de Dios. Entonces te meterán en un asilo y comprenderás a los locos. Quiero que seas metido en la cárcel o en un asilo. Dostoievski fue a la cárcel, de modo que también tú puedes dejarte encerrar en algún sitio. Conozco a personas cuyo amor no ha muerto y que no consentirán que te metan en cualquier sitio. Serás tan libre como un pájaro cuando se publiquen miles de ejemplares de este libro. Quiero firmarlo con el nombre de Nijinsky, pero mi nombre es Dios. Quiero a Nijinsky, pero no al Narciso, sino al Dios.» Yo le quiero a Él porque me dio la vida. No quiero andarme con cumplidos. Le amo. Él me quiere porque conoce mis costumbres. «Nijinsky tiene faltas, pero Nijinsky debe ser escuchado porque dice las palabras de Dios.» Nijinsky soy yo. «No quiero que Nijinsky reciba daños y por eso le protegeré. Sólo temo por él porque él teme por sí mismo. Conozco su fuerza. Es un hombre bueno. Yo soy un buen Dios. No me gusta Nijinsky cuando es malo.» A mí no me gusta Dios cuando es malo. Yo soy Dios, Nijinsky es Dios. «Es un hombre bueno, no es malo. La gente no le comprende, y pensando no le comprenderá. Si la gente me escucha durante varias semanas los resultados serán grandes. Espero que mis esperanzas sean comprendidas.» Todo lo que escribo es necesario para la humanidad. Romola me tiene miedo, le parece que soy un predicador. Romola no quiere que su marido sea un predicador, quiere un marido joven y apuesto. Yo soy apuesto y joven. Ella no entiende mi belleza porque no tengo rasgos regulares. Los rasgos regulares no son propios de Dios. Dios tiene sensibilidad en el rostro, un jorobado puede ser como Dios. A mí me gustan los jorobados y demás personas deformes. Yo mismo soy un deforme con sentimientos y sensibilidad y podría bailar como un jorobado. Soy un artista que ama todas las formas y toda la belleza. La belleza no es relativa. La belleza es Dios, en la belleza y en los sentimientos está Él. La belleza también está en los sentimientos. Yo amo la belleza. La siento y la comprendo. Las personas que piensan escriben cosas absurdas sobre la belleza. La belleza no admite discusión. Ni puede criticarse. Yo siento la belleza. Amo la belleza.
No quiero la maldad; quiero el amor. La gente piensa que soy un nombre maligno. Mas no lo soy. Yo amo a todos. He escrito la verdad. He dicho la verdad. No me gusta la falta de veracidad y quiero la bondad, no la maldad. Yo soy amor. La gente me ha tomado por un espantapájaros porque me he puesto una crucecita que me gustaba. La llevaba para mostrar que soy católico. La gente creía que estaba loco. No lo estaba. Llevaba la cruz para que la gente me viera. A la gente le gustan los hombres tranquilos. Yo no lo soy. Amo la vida. La quiero. No me gusta la muerte. Quiero amar a la humanidad. Quiero que la gente crea en mí. He dicho la verdad sobre A., sobre Diaghilev y sobre mí mismo. No quiero guerra y asesinatos. Quiero que la gente me comprenda. Le he dicho a mi mujer que destruiré a los hombres que toquen mis cuadernos, pero si tengo que hacerlo, lloraré. No soy un asesino. Sé que desagrado a todos. Piensan que estoy enfermo. No lo estoy. Soy un hombre dotado de inteligencia.
La doncella ha venido y se ha quedado a mi lado pensado que me encontraba mal. No es así. Estoy sano. Temo por mí mismo porque conozco los deseos de Dios. Dios quiere que mi mujer me deje. Yo no deseo esto, la quiero y rezaré para que se quede conmigo. Están hablando por teléfono sobre algo. Creo que quieren enviarme a la cárcel. Lloro porque amo la vida, pero la cárcel no me da miedo. Allí, viviré. Se lo he explicado todo a mi mujer. Ella ya no tiene miedo, pero todavía tiene sentimientos turbios. Le he hablado con dureza porque quería ver sus lágrimas; pero no las causadas por la pena. Por eso iré y la besaré. Quiero besarla para mostrarle mi amor. La quiero, la amo, deseo su amor. A. ha sentido que también la amo a ella, y se queda con nosotros. No se irá. Ha llamado por teléfono para devolver su billete. No estoy seguro de esto pero lo siento.
Mi hijita está llorando: «¡Ah, ah, ah, ah!» No comprendo su significado pero siento qué es lo que quiere decir. Quiere decir que todo es alegría - « ¡Ah, ah!» -, que no es horror.
* El texto original de Nijinsky fue redactado en una mezcla impublicable de ruso y polaco. Basándose en este material su mujer, Romola, estableció el texto inglés, que es el seguido por nosotros. (N. del T.)
Dios y Nijinsky, Saint-Moritz Dorf, Villa Guardamunt, 27 de febrero de 1919.
Editado por Romola Nijinsky, Semana Santa de 1936, Sanatorio Bellevue, Kreuzlingen.
Traducción de Alberto Clavería
Introducción de María Osorio Pitarch
Prefacio de Romola Nijinsky
Barcelona, Parsifal Ediciones,1993
Estremecedor. Sueno sacrílega si opino que sus textos deberían enseñarse en la carrera de psicología? Perdón, perdón por esto, ángel Vaslav.
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