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¿Qué zona de lo humano, así fuere la más elevada, la más dignamente generosa, puede ser totalmente insensible a la influencia de las fuerzas infernales, más aún, puede renunciar a tan fecundante contacto?
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La cultura no es otra cosa que la devota y ordenadora, para no decir benéfica, incorporación de lo monstruoso y de lo sombrío en el culto de lo divino.
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Transcripto de la traducción de Eugenio Xammar
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977
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