Voz ligera, lírica, dramática, abraza el repertorio representado por tres siglos y medio de música melódica: voz "múltiple", método personalísimo.
¿En qué consiste el fenómeno de esta voz, que, ante todo, alarma e indispone al público? En la primera octava y en los pasajes "entubados", en las discrepancias de registros, que dan la idea de tres voces diversas superpuestas. Después del primer acto, la voz se morbidece, se suaviza, rompe la nudosidad, redondea la angulosidad para convertirse en líquida, fluida y a veces desbordante. El público entonces se calma, pone atención y acaba por dejarse prender, envolver en la trama de hilos luminosos que la voz, araña paciente y tenaz, y a propio tiempo temeraria y maliciosa, ha tendido en la atmósfera. Finalmente, enfadado por haberse dejado persuadir, el público sale del teatro con el propósito de volver y hacer justicia.
Entre propósitos de venganza y de aquiescencia, María Callas se aprovecha de su aislamiento, ya que no surgen voces ligeras capaces de amenazar la posición conquistada, y se dedica a hacer incursiones, sin ser molestada, en el vasto campo del melodrama.
En sólo tres años se ha colocado en primera línea. La Scala ni siquiera habría pensando en ella. El que escribe la propuso para la parte e protagonista en "I vespri siciliani", al superintendente Ghiringhelli, en sustitución de la Caniglia, ausente. Fue él, pues, quien tuvo la inspiración de allanar el camino a la novísima diva, y se atrajo iras, malquerencias, recelos, por haber demostrado, también con sus escritos ("A pecho descubierto"), la urgencia de reconocer la valía de esta cantante, en interés del teatro agonizante. Y el tiempo no lo ha desmentido.
Se sabe que no todo es perfecto en estas voces "múltiples" que abrazan repertorios antitéticos. En las óperas dramáticas son demasiado claras; en las ligeras, demasiado oscuras; en las líricas, demasiado tecnicistas. En suma, les falta algo, que, en las voces especializadas en unas cuantas óperas del mismo estilo, se encuentra en plenitud de expresión. Por lo cual la Tebaldi, por ejemplo, produce a los adversarios de Callas la sensación de una relativa perfección en los valores formales de su voz, que no presenta hendiduras, ni notas sordas, ni amalgama tímbrica. (No hay, por lo tanto, posibilidad de confrontación de las dos cantantes, tan diversas por calidad de voz y por temperamento.
Pero ¿existe acaso algún diamante que no tenga en su composición la sombra de algún carboncillo?
Hoy [1973-74] la Callas impera en la Scala. Ha conseguido su propósito, asiduamente, tenazmente querido. El conjunto de sus méritos supera el balance de las imperfecciones. Y las intemperancias de sus adversarios le han dado tal publicidad que le han permitido alcanzar una cotización comercial que no corresponde, propiamente, a su valor artístico.
¿En qué consiste el fenómeno de esta voz, que, ante todo, alarma e indispone al público? En la primera octava y en los pasajes "entubados", en las discrepancias de registros, que dan la idea de tres voces diversas superpuestas. Después del primer acto, la voz se morbidece, se suaviza, rompe la nudosidad, redondea la angulosidad para convertirse en líquida, fluida y a veces desbordante. El público entonces se calma, pone atención y acaba por dejarse prender, envolver en la trama de hilos luminosos que la voz, araña paciente y tenaz, y a propio tiempo temeraria y maliciosa, ha tendido en la atmósfera. Finalmente, enfadado por haberse dejado persuadir, el público sale del teatro con el propósito de volver y hacer justicia.
Entre propósitos de venganza y de aquiescencia, María Callas se aprovecha de su aislamiento, ya que no surgen voces ligeras capaces de amenazar la posición conquistada, y se dedica a hacer incursiones, sin ser molestada, en el vasto campo del melodrama.
En sólo tres años se ha colocado en primera línea. La Scala ni siquiera habría pensando en ella. El que escribe la propuso para la parte e protagonista en "I vespri siciliani", al superintendente Ghiringhelli, en sustitución de la Caniglia, ausente. Fue él, pues, quien tuvo la inspiración de allanar el camino a la novísima diva, y se atrajo iras, malquerencias, recelos, por haber demostrado, también con sus escritos ("A pecho descubierto"), la urgencia de reconocer la valía de esta cantante, en interés del teatro agonizante. Y el tiempo no lo ha desmentido.
Se sabe que no todo es perfecto en estas voces "múltiples" que abrazan repertorios antitéticos. En las óperas dramáticas son demasiado claras; en las ligeras, demasiado oscuras; en las líricas, demasiado tecnicistas. En suma, les falta algo, que, en las voces especializadas en unas cuantas óperas del mismo estilo, se encuentra en plenitud de expresión. Por lo cual la Tebaldi, por ejemplo, produce a los adversarios de Callas la sensación de una relativa perfección en los valores formales de su voz, que no presenta hendiduras, ni notas sordas, ni amalgama tímbrica. (No hay, por lo tanto, posibilidad de confrontación de las dos cantantes, tan diversas por calidad de voz y por temperamento.
Pero ¿existe acaso algún diamante que no tenga en su composición la sombra de algún carboncillo?
Hoy [1973-74] la Callas impera en la Scala. Ha conseguido su propósito, asiduamente, tenazmente querido. El conjunto de sus méritos supera el balance de las imperfecciones. Y las intemperancias de sus adversarios le han dado tal publicidad que le han permitido alcanzar una cotización comercial que no corresponde, propiamente, a su valor artístico.
Transcripción de Voces paralelas
Trad.: Manuel Torregosa Valero
Madrid, Ediciones Guadarrama, 1974
Foto sin data
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