21 de mayo de 2021

Enrique Lihn: «Athinulis»




Para Rigas Kappatos,
in memoriam de su gato,
este poema escrito
en vida del animalito.

El amigo Athinulis anciano de doce años
vive nerviosa, parsimoniosamente no en una calle del East Village
porque sus ojos fluorescentes no han visto nunca 10 E. 15 Street
ni en una casa que forma parte de su ignorancia
tan esmerada como una educación
Su movilidad y su conciencia abarcan exactamente
como si él fuera el cuerpo y el espacio sus vísceras
el apartamento 20 D y los movimientos de su dueño nuestro
amigo Rigas Kappatos
quien para no intranquilizar a su viejo room-mate
conserva la calma aprendida a modo de exorcismo
contra las veleidades del mar, en sus largas travesías entre el Pireo y el mundo
—marino y poeta—
un hombre que habría cultivado esa difícil adquisición: la tranquilidad
como aprendiz en la Torre de Babel
Pero Athinulis, que en otra ciudad menos celosa de sus animales
domésticos habría podido ser verdaderamente un gato
necesita como un adicto de su droga más que un mar en calma
un mar de calma
Padece —lo dijo Valéry de Rilke— de una familiaridad excesiva con el silencio
y, por su parte, con la inmovilidad
de la que gustan, en general, los gatos, pero para saltar de ella a la lucha y al coito, al vagabundeo, a la caza
esas acciones disparatadas —reflexiona Athinulis—.
Él es más bien una rareza ontológica
Indefinida criatura que como un Hamlet con cola y orejas
puntiagudas

pero sin garras en sus patas delanteras, ha incorporado —dice
Rigas— demasiados elementos humanos a su papel de gato
pues no ha conocido en su vida de anacoreta a ningún otro
hermano de leche, como no sea a ese gato ausente que le devuelve el espejo
que se le acerca y se le aleja mutuamente 
Sólo una imago
—el no gato fantasma—
Y de todas las personas que ha conocido ninguna ha dejado
de cometer el error de tratarlo sin el respeto que exige su indecisión en el ser
la hiperestesia nerviosa de una especie de sabio
que al revés de Sócrates responde al imperativo categórico:
Ignórate a ti mismo.

El anciano y desgatizado Athinulis no se reconoce en los hombres que lo tratan como a un gato
Orienta su identidad por la de Rigas Kappatos el antiguo navegante
de gestos y palabras pausados, convertido en el faro que evita
el naufragio del gato en el no ser
Rigas mima al animal y, hasta cierto punto, lo mima
en el sentido griego de la palabra: imitación
Momentos hay en que parecen convergentes y el poeta se recluye
como en un barco en su casa
para cuidar de las palabras tal Athinulis de su pelaje y sus bigotes
Ninguno de los dos se distrae entonces de la tarea de esa pulcritud silenciosa
El mundo se retira de su alrededor y hombre y gato se lo incorporan con la lengua y el lenguaje
ofrecen de él una definición negativa:
palabras el uno, lengüeteo el otro:
la presencia de un interlocutor invisible en el desdoblado cuerpo del poema
y desdoblamiento de Athinulis que encuentra en sí mismo, bajo la lengua, a un gato
otro pero moldeado en su carne y en sus huesos
vaciado, sobre todo, en su piel.

El resto para el gato que envejece a la vez en el reposo y en la ansiedad
es la práctica de unos signos que recuerdan a Rigas
los deberes y derechos del capitán
Le reprochan sus prolongadas estadías en el ignoto puerto de Nueva York, la nada para Athinulis
la misma que juega con él en las horas vacías
cuando la nada es el gato y el gato, el ratón
El solipsismo absoluto del anciano lo lleva a confundir sin duda a Manhattan
con una inaccesible gatunidad, rival de la suya:
un gato macroscópico esperaría a Rigas en la puerta de calle si las últimas tres palabras tuvieran algún sentido
pero sólo lo tienen los trabajos y los días de Kappatos, que, por estos plazos, hace un esfuerzo supremo
por instalar El Festín de Esopo, su segundo restaurant, cerca de Columbia University
anonadado por los burócratas
Ninguna relación puede hacer Athinulis entre ese Festín y el que, a pesar de tales ausencias
se le ofrece con regularidad bajo la especie de alimento para gatos
Su apetito —si lo tiene— se eclipsa a la vista de la conocida mano
bajo la cual arquea el lomo
y, en reciprocidad, él pone su pata sobre el pecho del hombre sentado
en un cierto sentido, su propiedad.




En Mester de juglaría, 1987
No publicado anteriormente en libro, en castellano
Edición en formato digital: abril de 2018
© 2018, Herederos de Enrique Lihn
© 2018, © 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.
Merced 280, piso 6, Santiago de Chile



En Álbum de toda especie de poemas. Antología personal
Lumen





















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