Me gustan las puertas que gimen,
los goznes quejumbrosos,
las tablas del piso que ceden y crujen,
esas letras de hierro devoradas por la herrumbre,
el moho y su verdor, la ruina de lo diáfano.
Nada está a salvo de la vida.
Porque es vida
lo que cava, quiebra y oscurece;
vida la humedad,
los hongos que florecen
en los altos ángulos pasivos;
vida lo que roe, vida lo que hiere,
vida ese aliento ciego y sucio
que se filtra en la madera y la deshace,
en tu piel y la seca,
en el pétalo y lo agota.
En Ruinas de lo diáfano
Buenos Aires, Editorial Grupo Editor Latinoamericano, 2009
Foto original color (s-a): Archivo La Nación
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