Me impresionó mucho lo que nos dijo ayer A. sobre su imposibilidad de sentirse ella misma, con su propio nombre, su propio pasado, sus propias circunstancias. Yo pregunté: «Entonces, ¿es algo así como una ausencia?». «Sí», dijo. Entonces le dije que mi sueño es llegar a ser como ella, a ese casi anonimato dentro de una misma. Le dije que casi todos tenemos en el lugar del yo una horrible confusión o sensaciones de culpa o recuerdos nefastos, todos los cuales, en la medida en que son más intensos nos dan una seguridad mayor de ser una entidad aparte, poderosamente solitaria y única. Esto tal vez sea una idiotez. Pero se me ocurre que el lugar del yo ha sido constituido por la enfermedad, por lo averiado. O tal vez una dice yo con más fuerza en la medida en que los músculos de la garganta están más contraídos. ¿Querré enunciar que el yo se evaporaría mediante un buen tratamiento de relaxe? Sólo sé esto: mi idea de la salvación, la imagen paradisíaca de una Alejandra salvada, es imaginarme no pensando en mí a la distancia, con una gran calma, considerando mis desgracias con la misma calma casi indiferente (sin morbidez) con que considero las ajenas. Cuando llegue a ese estado o estadio, si llego, la poesía no será más mi quehacer. Por eso se me dice: sos poeta; hay que pagarlo. Pero yo sé que si no fuera poeta mi sufrimiento sería idéntico. Por eso quisiera estar en el lugar de A., que ayer pudo decir: «Siempre me sentí como un ojo, como una testigo a perpetuidad». Esto, desde otra manera de pensar, viene a ser una mutilación pues implica abolir la exaltación, el éxtasis, los momentos privilegiados. Pero lo que no pude averiguar, pues la voz de A. es sumamente neutra, es si lo decía como protesta o como testimonio de algo que le sucede (o que no le sucede).
Por la noche, antes de acostarme, vi muchas cosas. Cerré los ojos y brotaron imágenes incomprensibles. Yo sabía que tenía que dejarme ir. Pero era tan fácil. Era como darse un poco más, muy poco, a algo, era como hacer una leve presión que indica entrega. Entonces se sucedían imágenes extrañísimas: caras y lugares que nunca vi. Me dije: es fácil como abrir una puerta, como hacer salir el agua. Y supe que es ahí el lugar de la videncia, de la profecía. Que es suficiente darse algo más, muy poco más, y entonces aparecen cosas donde siempre se creyó que no las había. No es la memoria ni el inconsciente, creo. Es un órgano de visión que encontré ayer, acostada, antes de dormirme. Creo que es ahí el lugar en donde están los sueños, eso es la materia de los sueños. O sea, si una fuera atenta, sería fácil descubrirse soñando mientras se habla o se camina.
Por la noche, antes de acostarme, vi muchas cosas. Cerré los ojos y brotaron imágenes incomprensibles. Yo sabía que tenía que dejarme ir. Pero era tan fácil. Era como darse un poco más, muy poco, a algo, era como hacer una leve presión que indica entrega. Entonces se sucedían imágenes extrañísimas: caras y lugares que nunca vi. Me dije: es fácil como abrir una puerta, como hacer salir el agua. Y supe que es ahí el lugar de la videncia, de la profecía. Que es suficiente darse algo más, muy poco más, y entonces aparecen cosas donde siempre se creyó que no las había. No es la memoria ni el inconsciente, creo. Es un órgano de visión que encontré ayer, acostada, antes de dormirme. Creo que es ahí el lugar en donde están los sueños, eso es la materia de los sueños. O sea, si una fuera atenta, sería fácil descubrirse soñando mientras se habla o se camina.
En Diarios
Cuaderno de diciembre de 1962 a junio de 1963
Alejandra Pizarnik, 2003
Edición a cargo de Ana Becciu
Random House Mondadori, S.A.
Foto: Pizarnik, captura del video Ernesto Ardito y Virna Molina
No hay comentarios.:
Publicar un comentario