20 de agosto de 2015

Pascal Quignard en Las sombras errantes





Zona franca o liber asylum.
Dos relatos han referido la conversión del emperador Constantino al cristianismo cuando había que emprender la batalla del puente Milvius en 312.
O bien el emperador percibe una letra que se parece más o menos a la letra tau: la cruz inscripta en el sol. (En Eusebio.)
O bien el emperador tiene la visión, en sueños, de dos letras. En esta segunda versión, el sueño le ordena al jefe de los ejércitos romanos que haga grabar en los escudos de sus soldados la letra ji atravesada por la letra iota. Entonces el ejército sacará su espada (iota) de la letra inicial de Christos (ji) y vencerá. (En Lactancio.)
La mutación debida a Constantino es sencilla: decidió que ya no habría más imágenes en los escudos y las banderas.
Sustituir imágenes por letras.
Los dioses (las imágenes de las fieras y luego las imágenes de los héroes que las someten) se transforman en lenguaje.
En 312, la humanidad, por primera vez en su historia en Occidente, en la llanura de las Piedras Rojas, delante del puente Milvius, renunció voluntariamente a las imágenes y dedicó no solamente su vida sino el conjunto de sus sueños a las litterae.
A la literatura.

Ese episodio letrado duró desde el duodécimo año del siglo IV hasta el año número catorce del siglo XX. Después la imagen parpadeó de nuevo, fascinó de nuevo, reconquistó todo su poder de hipnosis en la cavidad craneana de los hombres. 








Las sombras errantes 
Traducción Silvio Mattoni 
Buenos Aires, El cuenco de plata, 2014
Foto: Pascal Quignard, Paris, 1986 (detalle)
© Patrick Zachmann/Magnum Photos




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