Zona
franca o liber asylum.
Dos
relatos han referido la conversión del emperador Constantino al cristianismo
cuando había que emprender la batalla del puente Milvius en 312.
O bien
el emperador percibe una letra que se parece más o menos a la letra tau: la cruz inscripta en el sol. (En
Eusebio.)
O bien
el emperador tiene la visión, en sueños, de dos letras. En esta segunda
versión, el sueño le ordena al jefe de los ejércitos romanos que haga grabar en
los escudos de sus soldados la letra ji
atravesada por la letra iota.
Entonces el ejército sacará su espada (iota)
de la letra inicial de Christos (ji)
y vencerá. (En Lactancio.)
La
mutación debida a Constantino es sencilla: decidió que ya no habría más
imágenes en los escudos y las banderas.
Sustituir
imágenes por letras.
Los
dioses (las imágenes de las fieras y luego las imágenes de los héroes que las
someten) se transforman en lenguaje.
En 312,
la humanidad, por primera vez en su historia en Occidente, en la llanura de las
Piedras Rojas, delante del puente Milvius, renunció voluntariamente a las
imágenes y dedicó no solamente su vida sino el conjunto de sus sueños a las litterae.
A la literatura.
Ese
episodio letrado duró desde el duodécimo año del siglo IV hasta el año número
catorce del siglo XX. Después la imagen parpadeó de nuevo, fascinó de nuevo,
reconquistó todo su poder de hipnosis en la cavidad craneana de los hombres.
Las sombras errantes
Traducción Silvio Mattoni
Buenos Aires, El cuenco de plata, 2014
Foto: Pascal Quignard, Paris, 1986 (detalle)
© Patrick Zachmann/Magnum Photos
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