9 de septiembre de 2013

Recién recibido "Los ojos" de Irma Elena Marc: dos poemas



Pierángeli descubre la eternidad


–Está bien, lo comeré –dijo Alicia–. Si
me vuelvo más grande, podré alcanzar
la llave; si me vuelvo más chica, podré
colarme por debajo de la puerta. ¡Pase
lo que pase, entraré al jardín!

Lewis Carroll


La soledad de Pierángeli encerrada en su Babel,
busca el Jardín de los Niños Perdidos,
imposibilitada de crecer como Peter,
porque no hay corazón,
hay un torso sin corazón,
carcomido el corazón
por el garfio del miedo,
ni ángeles de la guarda,
ni estampitas,
sólo los sueños
donde es posible detener el tiempo y que sea por siempre  la hora del té,
y se agoten y se colmen
las tazas.

(En el Jardín de Nunca Jamás todos hablan la misma lengua y sueñan
idénticos sueños).

Cuando la nena se cayó del útero
empezó el tormento reservado
a los prisioneros del Arrecife del Dolor,
tuvo que conservar ojos y corazón límpidos
para divisar cualquier balsa que la llevara a tierra firme
o un cochecito de bebé para salir volando rumbo al Jardín más allá de la puerta.

El viento pasa y arroja de Babel
las palabras que no existen,
perdido el lenguaje en la más eterna inmensidad.

Bajo la lluvia,
al atardecer,
Pierángeli juega sola,

la Nena está ensimismada porque ha perdido el último diente de leche.


Foto: Isaías Garde




El linaje de Pierángeli

La niñez es un cuchillo atascado
en tu garganta, imposible de arrancar…
Diálogo del filme canadiense
“Les Jumeaux (incendie)”
Hubo una vez
al sol y a la intemperie,
otra muñeca,

se llamaba Elenita,

hundía sus raíces en el sueño
y el nombre
en ciertas leyendas familiares.

Elenita tenía ojos muy brillantes,
para conjurar la negrura del bosque,
que amenazaba con gritos de grandes bocas
en los alrededores.

La muñeca oía
lo que las nenas educadas
no deben escuchar,
a cambio, la Nena la abrazaba, apretándola fuerte
sobre su corazón.

La muñeca era lo único apetecible para la Nena.

Cuando una miraba a la otra,
un destello azul las volvía incandescentes,
bajo esa luz,
y mientras ninguna parpadeara,
estarían protegidas,
pero cuando el sueño iba a buscar a la Nena,
la noche se derramaba
como sangre seca
en recipientes de cristal

               (a veces los rugidos
                de las grandes bocas
                del bosque,
                los hacían tintinear hasta romperlos).

Una noche,
tanta sangre ahogó a Elenita.

Subió una bruma
hasta la Nena
al final del arco iris,
porque mientras se ahogaba,
Elenita
le regaló sus ojos,
que al encontrarse con los ojos de la Nena,
se transformaron en arcoiris
para que pudiera huir

del bosque sangriento.

La voz de la Nena cantó toda la noche el memorial de la muñeca:

carrozas negras arrastradas por caballos
ávidos de silencio
cruzaban el canto,
flores calientes y débiles
que se deshacían en la noche
silbando como murciélagos

y un corazón
doblado sobre sí mismo,

que la Nena nunca más
abrió.





En Los ojos (libro recién recibido)
Bs. As., Ediciones Ruinas Circulares, 2013
Más textos en Ignoria
Foto original color: I. E. Marc por Emiliano Calógero
Presentación 22.09.2013 - 18 hs. Vera 574 - Buenos Aires






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