16 de noviembre de 2012

Jorge Luis Borges: Dulcia Linquimus Arva (las dos versiones)







Primera versión, suprimida en la edición de 1969


Mi canción de criollo final,
por la noche agrandada de relámpagos
en el expreso del Sur
que desfonda y pierde los campos.

Una amistad hicieron mis abuelos
con esta lejanía
y conquistaron la intimidad de la Pampa
y ligaron a su baquía
la tierra, el fuego, el aire, el agua.
Fueron soldados y estancieros
y apacentaron el corazón con mañanas
y el horizonte igual que una bordona
sonó en la hondura de su austera jornada.
Su jornada fue clara como un río
y era fresca su tarde como el aljibe del patio
y en su vivir eran las cuatro estaciones
como los cuatro versos de una copla esperada.
Descifraron hurañas polvaredas
en carretas o en caballadas
y los alegró el resplandor
con que aviva el sereno la luz de la espadaña.
Uno peleó contra los godos,
otro en el Paraguay cansó su espada;
todos supieron del abrazo del mundo
y fue mujer sumisa a su querer la campaña.
Los otros corazones fueron serenos
como ventana que da al campo;
resplandecientes y altos eran sus días
hechos de cielo y llano.
Sabiduría de tierra adentro la suya,
de la lazada que es comida
y de la estrella que es vereda
y de la guitarra encendida.
Sangre negra de copla brotó bajo sus manos;
se sintieron confesos en el canto de un pájaro.
Soy un pueblero y ya no sé de esas cosas,
soy hombre de ciudad, de barrio, de calle;
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en la tarde.



Segunda versión

Una amistad hicieron mis abuelos
con esta lejanía
y conquistaron la intimidad de los campos
y ligaron a su baquía
la tierra, el fuego, el aire, el agua.
Fueron soldados y estancieros
y apacentaron el corazón con mañanas
y el horizonte igual que una bordona
sonó en la hondura de su austera jornada.
Su jornada fue clara como un río
y era fresca su tarde como el agua
oculta del aljibe
y las cuatro estaciones fueron para ellos
como los cuatro versos de una copla esperada.
Descifraron lejanas polvaredas
en carretas o en caballadas
y los alegró el resplandor
con que aviva el sereno la espadaña.
Uno peleó contra los godos,
otro en el Paraguay cansó su espada;
todos supieron del abrazo del mundo
y fue mujer sumisa a su querer la campaña.
Altos eran sus días
hechos de cielo y llano.
Sabiduría de campo afuera la suya,
la de aquél que está firme en el caballo
y que rige a los hombres de la llanura
y los trabajos y los días
y las generaciones de los toros.
Soy un pueblero y ya no sé de esas cosas,
soy hombre de ciudad, de barrio, de calle:
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en las tardes.




En Luna de enfrente (1925)
Segundo volumen de poesía de Borges, publicado 
con posterioridad a Fervor de Buenos Aires, antes de cumplir 30 años.
©1925, Borges, Jorge Luis
©1969, Ultramar Editores, S.A.

Edición dirigida y realizada por Carlos V. Frías
© Emecé Editores, S.A. Buenos Aires 1974
© Ultramar Editores, S.A. Madrid, 1997

Foto: JLB, Galleria Nazionale, Palermo (Italia), 1984
© Ferdinando Scianna/Magnum Photos


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