¡Mira! Moby Dick no te busca. ¡Eres tú quien la persigue, insensato!
Herman Melville - Moby Dick
ICruzará el Ecuador
y recorrerá pequeños caseríos
costeros que no figuran en los mapas.
Navegará por el golfo de Ancud
y por el hondo Reloncaví.
Cerrará los ojos y verá círculos
resplandecientes, astros,
constelaciones y la irisada red
que filtran las pestañas.
Las aguas lo mecen
lo inundan lo arrastran.
Uno casi podría decir que el agua es loca...
Francis Ponge - De parte de las cosas
IIUsted observa el mar.
Una manada de olas
murmura mansa sobre la playa
y retrocede
mientras otra viene llegando.
Las aguas que se van
y las que llegan
alzan, enfrentan y chocan
sus pequeñas crestas espumosas.
Una tercera manada de olas
avanza de costado sobre ellas
en busca de una improbable orilla.
Al instante se disuelve
en el torbellino del intento.
El mar lo imita a usted
“...hizo su aparición el espíritu de las aguas, en forma de culebra
monstruosa que se conoce con el nombre de Coicoi – vilu.
Obedeciendo su mandato las aguas del mar iniciaron un veloz
ascenso inundando las tierras y sepultando a sus habitantes.
Entonces se presentó el espíritu protector de la tierra
en forma de reptil o culebra llamada Tentén – vilu...”
Mito chilota
Haz rodar tus olas espantosas, océano horrible
que sólo yo comprendo, y ante el cual caigo prosternado.
La majestad del hombre es prestada; no se me impone; tú sí.
Isidore Ducasse - Los Cantos de Maldoror
III
Rumores hondos
desbocados
encrespan las aguas
azotan la caleta.
Usted deja el libro
y sale a la intemperie.
Sacudido por ráfagas impiadosas
su cuerpo se tiende en la orilla.
Es viento, es mar, es arena.
Bajo el fulgor de los relámpagos
Las aguas serpentean
en cimbronazos de espuma.
Huyen los pájaros.
Brotan los peces.
Anillándose sibilante
la tierra se estremece
elevando cerros y montañas.
Ruedan piedras gigantescas.
Se calman las aguas.
Usted se siente agotado
pero extrañamente libre.
Las hojas de Maldoror
yacen desgajadas en el suelo.
Pueden ustedes llamarme Ismael …
Herman Melville - Moby Dick
IV
En la bahía de Tril Tril
la lluvia jubilosa
de quince ballenas.
Suspendidas
en el límpido azul
medusas transparentes.
Su mirada se pierde allá arriba
en ese otro océano impecable
donde las olas se aquietan.
La luz cae vertical.
Desde la rompiente hasta la orilla
el mar es un pez inmenso y dorado.
Usted pide que lo llamen Ismael.
En Un color inexistente
Premio Carmen Conde 2001
Madrid, Colección Torremozas, 2001
Sitio de la autora
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Biodata
Foto original color: Ignacio Masllorens
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