Te ha cazado el gerifalte. El halcón palumbario que llenó mi espíritu de duelo, planeaba desde hace tiempo sobre el paisaje. Pero no creí que la retórica de sus giros egocéntricos pudiera mover tu corazón.
He pasado mi vida entre las nubes y amo todavía las criaturas que se defienden y huyen. (Guardo en la memoria el fantasma de una paloma inalcanzable que palpita para mí.) Hacia ella sigo volando, cada vez con menos brío. De noche, cavilo entre la rapiña y la ternura en un paisaje de rocas vacías.
El pájaro de presa cayó sobre ti como de rayo, en tu penúltimo descuido, mientras yo meditaba en la áspera montaña.
Pero algo debe ser dicho en son de disculpa y a favor del gerifalte: tu alma exhalaba un tenue vaho de incertidumbre...
En Campos de Mal Dolor
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