10 de julio de 2009

Salman Rushdie - El suelo bajo sus pies
(Cap. 6: Desorientaciones)





(...)

Desorientación es la pérdida del Oriente. Preguntad a cualquier navegante: se navega mirando al este. Perded el este y perderéis vuestras coordenadas, vuestras certidumbres, vuestro conocimiento de lo que es y puede ser, tal vez incluso la vida. ¿Dónde estaba aquella estrella que seguisteis hasta el pesebre? Eso es. El este orienta. Ésa es la versión oficial. El idioma lo dice y nunca debéis discutir con el idioma.

Pero supongamos. ¿Y si todo el asunto ―orientación, saber dónde estás, etcétera―, y si todo fuera una estafa? ¿Y si todo ello ―hogar, parentesco, toda la enchilada― fuera sólo el ejemplo mayor, más auténticamente global, y con más siglos de lavado de cerebro? Supongamos que sólo cuando te atreves a dejar todo eso es cuando empieza realmente tu vida. Cuando estás dando vueltas, libre de la nave nodriza, cuando cortas tus sogas, sueltas la cadena, te sales del mapa, te ausentas sin permiso, te largas, te piras, lo que sea; ¡supongamos que es entonces, y sólo entonces, cuando estás realmente libre para actuar! Para llevar la vida que nadie te diga cómo llevar, ni cuándo, ni por qué. En la que nadie te ordene que avances y mueras por ellos, o por Dios, o venga a buscarte porque has infringido alguna de las normas, o porque eres una de esas personas que, por razones que desgraciadamente no se pueden decir, sencillamente no eres permitida. Supón que hayas tenido que pasar por la sensación de estar perdido, hasta el caos y más allá; que hayas tenido que aceptar la soledad, el pánico feroz de soltar tus amarras, el terror vertiginoso del horizonte dando vueltas y más vueltas como el canto de una moneda lanzada al aire.

No lo haréis. La mayoría de vosotros no lo haréis. La lavandería central del mundo es muy experta lavando cerebros. No te tires por ese acantilado no pases por esa puerta no te metas en esa cascada no corras ese riesgo no traspases esa línea no hieras mi sensibilidad te lo advierto no hagas que me irrite lo estás haciendo me estás irritando. No tienes ninguna probabilidad no tienes ni la más remota estás acabado eres historia eres menos que nada para mí has muerto, muerto para toda tu familia tu nación y tu raza, todo lo que deberías amar más que la vida y escuchar para que te gustara la voz de tu amo y siguieras ciegamente y te inclinaras ante y adoraras y obedecieras; estás muerto, ¿me oyes?, olvídate, cabrón estúpido, ni siquiera sé cómo te llamas.

Sin embargo, imagínate que lo hicieras. Irías más allá del confín de la tierra, o entrarías en la cascada fatal, y allí estaría: el mágico valle del fin del universo, el bienaventurado reino del aire. Gran música por todas partes. Respiras la música, la inspiras y espiras, es tu elemento ahora. Para tus pulmones, es más agradable que “pertenecer”.

Vina fue la primera de nosotros que lo hizo. Ormus saltó el segundo, y yo, como de costumbre, fui la retaguardia. Y podemos discutir toda la noche sobre por qué, sobre si saltamos o fuimos empujados, pero no se puede negar que lo hicimos. Éramos los tres reyes de Desoriente.

Y yo soy el único que ha vivido para contarlo. (...)









El suelo bajo sus pies

Traducción de Miguel Sáenz
Plaza & Janés Editores, S.A.
Título original: “The Ground Beneth Her Feet”
Primera Edición: mayo 1999
Foto: Daniel Mordzinski

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