19 de enero de 2009

Furia inédita de Thomas Bernhard: Mis premios





Se publica en Austria Mis premios, un texto inédito donde el autor arregla cuentas con los galardones, que a su vez aceptaba recibir.


Viena, 18 ene (EFE).- El polémico escritor austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) sigue flagelando conciencias 20 años después de su muerte con la publicación del inédito Meine Preise ( Mis premios ), un ajuste de cuentas íntimo de uno de los autores europeos más feroces de los últimos tiempos.


"Un premio sólo lo conceden los incompetentes", dejó escrito en su obra El sobrino de Wittgenstein , un simple testimonio sobre su odio a los galardones, o mejor dicho, a la ceremonia, a la hipocresía y la arrogancia del mundo de la cultura.

Su fama de iracundo misántropo siempre le precedió, entonces: ¿Por qué aceptaba esos premios que tanto odiaba?. En el libro está la respuesta: por el dinero.

"Soy un avaricioso, no tengo carácter, yo mismo soy un cerdo", se lee en el hasta ahora inédito libro de 139 paginas escrito con la prosa lírica cortada a navaja de Bernhard, que ha tenido una influencia clara en escritores como Peter Handke y Elfriede Jelinek.

"Todo era repugnante, pero lo que más asco me daba de todo era yo mismo", escribe sobre su participación en esas escenificaciones "humillantes", por las que se odiaba aún más al ver que eran capaces de corromperle.

En el libro pasa revista con su habitual humor salvaje y descarnado a nueve de los muchos premios que obtuvo, el primero de ellos en 1964, el Julius-Campe, con cuyo dinero se compró un automóvil deportivo Triumph Herald que estrelló poco después en Croacia.

Otro de los episodios lo dedica a su primer premio en Austria, en 1968, el Premio Estatal de Literatura, en el que ofreció un discurso que causó tal escándalo -llamó al Estado un artificio, a los austríacos los definió como apáticos, hipócritas y estúpidos- que desde entonces se convirtió en el modelo de intelectual furibundo.

El libro que ahora se publica no es el mejor del autor, según los críticos, pero ofrece una nueva visión personal de Bernhard, en la que se puede apreciar que además de lanzar pullas contra todos también tenía un claro sentido autocrítico.

Eso sí, lamenta su afición por el dinero, pero siempre lo justifica en la necesidad: un traje nuevo, unos arreglos caseros, unos caprichos.

Estos premios serían una forma de "ponerse a prueba" para escribir, de retarse ante la página en blanco, según explicó a los medios austríacos el jefe de manuscritos de la editorial Suhrkamp, que lanza la obra, Raimund Fellinger.

El librito permite ver a un Bernhard desconocido, como cuando cuenta su vida desesperada, al borde de la pobreza y con una tuberculosis crónica antes de que su fortuna cambiase con su primera novela en 1963, Helada , que mostró su querencia por un lenguaje innovador y radical.

La obra ya es después de publicarse esta semana la más vendida en Austria en el género de ficción, demostrando el tirón del autor poco antes de que el 12 de febrero se cumplan los 20 años de su muerte a los 58 años.

En los libros de Bernhard se suelen trazar situaciones aparentemente normales, cotidianas, aunque en ellas late un nido de tensiones que acaban por revelar un mundo sórdido en el que nada es lo que parece.

Esta mirada crítica de la realidad se ha expandido a numerosos escritores austríacos y también se puede rastrear en algunos de sus cineastas, como Michael Haneke y Ulrich Seidl.

Su relación crítica con Austria duró hasta su muerte, envuelta por el escándalo de su obra teatral Heldenplatz ( La Plaza de los Héroes ), encargada para el prestigioso Burgtheater vienés para conmemorar los 50 años de la anexión de Austria por el Tercer Reich.

Esa plaza es tristemente famosa porque en marzo de 1938, estaba abarrotada de austríacos que vitorearon al dictador nazi Adolf Hitler.

El estreno fue en noviembre de 1988 con un texto en el que acusó a los austríacos de ser igual de nazis que hacía medio siglo, levantando tal polvareda que le amargó los últimos tres meses de su vida y le llevó a prohibir en su testamento cualquier representación de sus textos en su país.

Una voluntad que no se cumplió ni con la representación del teatro ni con su obra: este inédito lo escribió Bernhard en 1980 y lo guardó en el cajón, casi como una reserva para cuando aflojase la creatividad.

"Estos relatos estaban destinados por Bernard para ser publicados, por lo que no nos sentimos obligados por el testamento", argumentó Raimund Fellinger.


Fuente: ADN - Buenos Aires, 19 de enero de 2009




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