Nos dice Teopompo que la madre de Eurípides era verdulera. El día de su nacimiento unos caldeos anunciaron a su padre que aquel niño vencería en los combates desde su adolescencia; que tal era su destino. El padre dedujo de esto que debía hacer de él un atleta. Fortalecióle con ejercicios corporales, y lo llevó a Olimpia para que disputase el premio con los jóvenes atletas; pero se ofrecieron dudas acerca de su edad y se le excluyó del certamen. Más adelante combatió en Eleusis y en los juegos de Teseo, siendo coronado. No tardó en pasar de los ejercicios del cuerpo a la cultura del espíritu, asistiendo a las lecciones de Anaxágoras para la física, de Prodico para la retórica y de Sócrates para la filosofía moral. A los dieciocho años hizo el ensayo de una tragedia. Hay en la isla de Salamina una oscura y temerosa caverna, en que he entrado; allí fue, según Filocoro, donde escribía Eurípides sus tragedias. Preténdese que aborreció a casi todas las mujeres, ignorándose si este horror procedía de su carácter o bien del doble matrimonio que contrajo en una época en que la ley permitía en Atenas dos mujeres a la vez, y de las que no quedó satisfecho. Aristófanes alude a este horror del poeta por las mujeres en Las primeras thesmophorias.
"Así, pues, ahora os exhorto a todas para que castiguéis a ese hombre y por muchas causas. Se encarniza contra vosotras como verdadero campesino, alimentado con las hierbas de los campos".
He aquí algunos versos de Alejandro el Etolio sobre Eurípides:
"Paréceme de salvaje acceso el discípulo del viejo Anaxágoras; no es amigo de reír, y ni siquiera le alegra el vino; pero todo lo que escribe tiene la dulzura de la miel y el encanto de la voz de las sirenas".
Cuando se encontraba en Macedonia, entre los familiares de Arquelao, una noche que volvía de una cena, a la que le había admitido el rey, fue desgarrado por perros que un rival le soltó y murió de las heridas. Los macedonios sepultaron en su país al ilustre poeta, y honraron su memoria hasta el punto de exclamar en todas ocasiones: "¡Ojalá, oh, Eurípides, que no perezca jamás tu tumba!" Así fue que, cuando legados de Atenas se presentaron a reclamar los restos del poeta a nombre de su patria, los macedonios estuvieron unánimes para negarlos.
Transcripto de Aulo Gelio, Noches áticas
Traducción del latín: Francisco Navarro y Calvo
Llegué buscando El liibro Xv de Noches Aticas de Aulo Gelio y me encontré con esta página, sobre la que por ahora no puedo decir mucho, salvo que tiene una hermosa música y que por lo que veo, parece sumamente interesante
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