Continúo con la traducción de Horacio Castillo en Poesía griega moderna, Buenos Aires, 1997
Eleni Vakaló (n. 1921)
El ojo de mi padre
Mi padre tenía un ojo de vidrio.
Los domingos cuando estaba en casa, sacaba de su bolsillo
varios ojos, los lustraba con el borde de la manga
y llamaba a mi madre para que eligiera. Mi madre reía.
Por las mañanas mi padre estaba contento. Jugaba con el
ojo en su palma antes de ponérselo y decía que era un buen ojo.
Pero yo no lo quería creer.
Me ponía un chal oscuro sobre los hombros como si tuviera
frío y espiaba. Un día por fin lo vi llorar.
No había ninguna diferencia con un ojo verdadero.
Nikos Karuzos (n. 1926)
Alienación en la visibilidad
—como Zeus para dar rienda suelta a su lascivia
apelaba cuantas veces quería a inverosímiles
metamorfosis —gran pillo— yo digo que también el poeta
tiene el mismo derecho. Cambia y vuelve a cambiar
máscaras en su rostro impenetrable.
(...)
Nikos Dimu (n. 1935)
Necrópolis Protoheráldica 2000 a.C.
(...)
Hace cuatro mil años que están muertos y siguen muertos.
Totalmente solos, desnudos, siguen
—mitad tierra
mitad pájaros—
(...)
Yanis Kondos (n. 1943)
Música de cámara, IV
El sol por una ventana.
La luna por otra ventana.
—Me hicieron pedazos—
Desde mi polvo
te llamé.
Horacio Castillo (s-d) |
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